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IX.
¡Arre, burra!
Por donde quiera que pasaban el personaje y su apéndice, los labradores dejaban sus faenas y se descubrian hasta los piés, con más miedo que respeto; despues de lo cual se decian en voz baja:
—¡Temprano va esta tarde el señor corregidor á ver á la seña Frasquita!
—¡Temprano... y solo!—añadian algunos, acostumbrados á verlo siempre dar aquel paseo en compañía de otras varias personas.
—Oye, tú, Manuel; ¿por qué irá solo