¡A escape y al vuelo!/XV

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XV



XV[editar]

Juin-Torrea

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LA CONDESA. ¡A Juin-Torrea!
EL POETA. ¿Y qué es eso?
LA CONDESA. Castillo cuando Dios quiso,
hoy quinta por mi hecha a expreso
para mí.
EL POETA. ¡Del paraíso
será una copia!
LA CONDESA. Un rincón
del mundo; acaso un asilo
contra él, y en donde tranquilo
latir pueda el corazón.
EL POETA. Vaya; una racha de fe,
de misticismo una ola.
Comprendo: está de Loyola
tan cerca que… ¡ya se ve!
LA CONDESA. Sí; y a se ve y allí está
en su arboleda escondido.
EL POETA. Puesto que de amores nido
no puede ser, ¿qué será
Juin-Torrea?
LA CONDESA. Vaslo a ver;
y no es más que una casita
como aquí la necesita
el alma de una mujer.
EL POETA (aparte). ¿Asilo en que el corazón
pueda latir…, exigencia
del alma?…, ¿habla la conciencia,
la fe o la imaginación?
¿Es ansiosa aspiración
de a quien nada satisfizo?
Yo, que en todo hallo el hechizo
de la luz y de la vida
por Dios en todo esparcida,
nada jamás profundizo.

¿Quién sabe qué giros toma
un alma que al bien aspira,
según con el vuelo gira
del águila o la paloma?


Había echado la condesa
hacia Juin-Torrea a pie,
y hacia Juin-Torrea eché
a pie, en silencio y aprisa.

E iba yo de ver ganoso
y curioso de saber
qué cosa podía ser
aquel rincón misterioso

de Juin-Torrea, que idea
no da de lo que en sí sea
con su nombre algo cerril:
e iba presunciones mil
forjándome yo sobre ello,
supuesto siempre algo bello
ideal, vago y gentil.

Y según me iba acercando
y lo iba viendo, iba dando
vueltas a nombre y a idea,
y al verlo, consonantando
cuanto en mí evocaba en ea.

Casa enigmática
de Juin-Torrea,
que entre los árboles
amarillea,
como oropéndola
que al sol se orea
tras lluvia rápida
primaveral,
¿qué eres entre esos
árboles sola…
frente a Loyola…
bajo su cruz?
¿Qué nimbo en torno
de ti destella?
¿Qué sol, qué estrella
te da su luz?

Muéstrate, enigma
de Juin-Torrea,
como eres; muéstrate,
que yo te vea
ya de tus árboles
sin el capuz.


Y según iba ganando
su colina cuesta arriba,
y en sus límites entrando,
bajo sus árboles iba,
y conforme penetrando
iba entre ellos mi visual,
mejor en lo que era daba
y mejor me parecía;
y avanzando la decía,
conforme forma tomaba
su apariencia material:

Nido de garzas
y ruiseñores,
coto sin zarzas,
jarrón de flores
a quien decora
blasón condal;
albergue plácido
de tu señora,
del de un Olimpo
merecedora,
que tal tu fábrica
labró en buen hora,
entre esos árboles
huerto Edenial;
ábrete, enigma,
que yo te lea;
ábrete, sésamo,
que yo te vea,
quinta en que ondea
pendón feudal.

Y eso es lo que es Juin-Torrea:
fortaleza transformada
en campesina morada
de dama de estirpe real
que en sus cotos veranea:
un símbolo de una idea,
kiosko-torre sobre el cual
de su rubia dueña ondea
la rubia crencha Febea
por bandera señorial.

Eso es lo que es Juin-Torrea:
un pabellón de reposo
en nuestro viaje forzoso
por la vida terrenal:
rosal plantado en la infancia,
do en el botón de una rosa
posada una mariposa
toma el sol primaveral.

Su vestíbulo sin puertas
y con sillas, cuyo encuentro
regocija, y en su centro
con su mesa de nogal,
da fe y esperanzas ciertas
de un cómodo alojamiento,
y un almuerzo suculento
de esta jira por final.

La hospitalidad más franca,
la más cordial alegría,
encantan esta alquería
con timbres de alcázar real:

tras del vestíbulo arranca
la escalera bien tendida,
que a los pisos da subida
y de la gloria al umbral.

Primorosos aposentos
festonados de primores,
ricos de luz y de flores,
de aromas y aire vital,
delatan los pensamientos
altos, y el cristiano instinto
de la que dió a su recinto
confort y carácter tal.

Allí un no sé qué de místico
la imaginación se forja
al recuerdo de aquel Borja
hoy puesto en el santoral;
de aquel Santo cortesano
que, al par de Carlos Primero,
cambió la cota de acero
por la sotana claustral.

Desde los cedríneos techos
a los ensamblados pisos,
de los trastos más precisos
al confort prolijo actual,
muebles, colgaduras, lechos,
cuanto la casa decora,
revelan de su señora
el buen gusto original.

Allí, desde sus ventanas,
a través de la arboleda,
se ve algo que no se queda
entre el polvo terrenal:
algo que sobre él se cierne,
como la idea y la nube;
que aspira al cielo y que sube
hacia él, almo e inmortal.

¿Quién sabe? Acaso el espíritu
de su señora…, una idea,
que bulle en su alma…, algo místico
que bulle y no se aparea
con su existencia social;
un vago anhelo…, el hechizo
de una esperanza…, mas sea
lo que fuere, ¿quién me hizo
del alma ajena fiscal?


¡Señora rubia
de Juin-Torrea,
que Dios bendiga
tu oculta idea;
de Dios tu casa
bendita sea,
rubia señora
de Juin-Torrea!