A la Unión Iberoamericana
¡Hirviendo está en mi pecho la alegría!
Partid, vientos veloces,
desde las sierras de la Patria mía
llevando a España mis ardientes voces.
Pasó ya el tiempo de sangrienta lucha,
cual de turbión las olas;
ya del sañudo Marte no se escucha
el grito aquí ni en playas españolas.
Ya no hay brazo cruel que acero vibre
a herir pecho de hermano;
al libre mundo de Colón su libre
madre llama y provoca... ¡oliva en mano!
Vedla: nos abre su bondoso pecho
y amable nos sonríe.
¡Sus! ¡a unirnos con ella en lazo estrecho
que el tiempo y las pasiones desafíe!
¡Nudo de amor y paz...! Losa de olvido
cubra de ayer el odio,
y a que no torne el monstruo maldecido,
vele cada uno de la Unión custodio.
Viva en el bronce sólo y en la historia
la antigua cruda guerra,
y viva de sus héroes la memoria
para asombro perpetuo de la tierra.
Contra ti nuestros padres, noble España,
acero audaz movieron,
y en los abismos de la mutua saña
¡cuántos miles de víctimas se hundieron!
Pero aqueste de horror cuadro inhumano
¡qué excelsa gloria muestra!
digna del pueblo griego y del romano...
¡Oh, no, que es digna de la raza nuestra!
La saña pasó ya; mas sin penumbra
ni ocaso, la luz viva
del astro eterno de la gloria alumbra
esta raza titánica y altiva.
Sí: la gloria de América en que ardiente
sangre de héroes circula,
no para sí tan sólo el Continente,
reino feliz de libertad, vincula;
es bien común de la familia hispana
cual océano extendida
allá y aquí, y en su unidad ufana
de sangre, historia, religión y vida.
Bolívar, de los Andes el coloso,
brotó de la semilla
que Pelayos y Cides al famoso
suelo dio de Cantabria y de Castilla.
América a estos genios suyos llama,
y España a la memoria
de aquél rinde homenaje, y le proclama
genio español y de su nombre gloria.
¡Salve, España! Tus hijos, de remotos
climas habitadores,
su corazón te envían y sus votos
de que el Cielo te inunde en sus favores.
¡Salve, España! Si un día destrozamos
el cetro de tus Reyes,
mientras más libres hoy, más acatamos,
de ti atraídos, las filiales leyes.
¡Plegue al Cielo que el nuevo y santo lazo
de paz y unión fraterna
haya, como el sublime Chimborazo,
firmeza, y brillo y duración eterna!
Y a par símil soberbio esta alianza
encuentre en la que pronto,
coronando con gloria una esperanza,
celebrarán un ponto y otro ponto.
El gigante de ocaso y el de oriente
van a enlazar sus manos;
mas libre cada cual e independiente
serán como hoy, entrambos soberanos.
¡Salve a la Unión! De próspero futuro
las puertas Dios franquea
a la íbera familia: ¡que seguro,
por ellas al entrar, su paso sea!
¡Vuelva la edad en que a esa heroica raza
besaba el pie la tierra,
y cuya historia sin rival abraza
cuanto hay grande y glorioso en paz y en guerra!