Abuelito

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Abuelito (1936)
de Felipe Pinglo Alva
vals peruano

“Abuelito”, dijeron los nietos,
 –el jardín baña luna estival–
 “ya que estamos doblando la infancia,
 dinos algo de la pubertad.”

Y el anciano de cabellos blancos,
 apoyado en nudoso bastón,
 va al jardín para hablarle a los nietos
 lo que el mundo ha escrito en su corazón:

 “Es la infancia una eterna alegría,
feliz lapso de diario gozar;
 todo cambia al correr de los años
 y así entramos en la pubertad.

 Amoríos, crueldades de mujeres,
 drogas, farras, noches de banal,
un ensueño de eterna quimera
 y una sola y penosa verdad.”

 A la pálida luz de la luna,
 se estrecharon los nietos a él,
 “abuelito”, dijeron a una voz,
“dinos algo de la gran vejez.”

 Y el abuelo que un sillón sustenta,
 con acento calmado y con fe,
 una a una sus frases pronuncia
 y sus nietos se inspiran en él:

“Un anciano es un libro viviente,
 donde se hallan consejos de bien,
 la experiencia que por sí atesora
 dan a sus palabras verdad y saber.

Un anciano es el fin de la vida,
es la antorcha que se va a extinguir,
 es el reto del dolor humano
 que llama a la muerte para no sufrir.”