Amalia/Especie de epílogo

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La crónica, que nos revelará más tarde quizá algo interesante sobre el destino de ciertos personajes que han figurado en esta larga narración, por ahora sólo cuenta que al siguiente día de aquel sangriento drama los vecinos de Barracas, que entraron por curiosidad a la quinta asaltada, no encontraron sino cuatro cadáveres: el de Pedro, cuya cabeza había sido separada del tronco, y los de tres miembros de la Sociedad Popular Restauradora; y que allí estuvieron hasta la oración de ese día, en que fueron sacados en un carro de la policía, a la vez que eran robados los últimos objetos que quedaban en las cómodas, mesas y roperos.

Se cuenta también que Don Cándido Rodríguez, después de la muerte del señor Slade, acaecida pocas semanas después de los sucesos que se acaban de conocer, fue obligado por un juez de paz a salir de la casa del consulado, porque decididamente se resistía a dejar el territorio de la Unión, aún después de la muerte del cónsul, y de quedar la casa sin consulado.

Y de Doña Marcelina sólo se sabe que un día vino a proponerle su mano a Don Cándido, como un vivo recuerdo de los peligros que juntos habían corrido; lo que Don Cándido rechazó horrorizado.