Del frío al fuego/Capítulo XVI

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Capítulo XVI

¡Colombo!... ni una bruma ya siquiera en que fingirte. ¡Otra vez el buque, con su limpia azotea de la cubierta y sus blancas redecillas, con su ruido de palacio en marcha huecamente rimada por la máquina, por la hélice, allá como en los sótanos; otra vez el mar desierto.

Yo llevo un loto azul en el bolsillo.

Vamos a cinco grados del Ecuador, por este golfo de Bengala; abrasa el sol. Y sin embargo, hoy, durante el almuerzo, nos ha dado el capitán una noticia estupenda: dentro de muy poco será la Nochebuena!!!... Oh, Noche-buena... con tal furioso y torrefante julio, con estos trajes blancos, con este dormir sin paz de los abanicos de palma la noche entera bajo el cielo!... Y ha sido preciso rendirse a la absurda razón del almanaque: 19 DE DICIEMBRE.

Alguien ha propuesto que la festejemos, y una comisión ha surgido... La comisión, de la cual se me ha conferido la presidencia, nos hemos quedado, completamente a la española, sin saber qué hacer, sin que se nos ocurra qué elementos diversivos podamos aportarle al pasaje, de las olas y los aires...; pero pronto el relojero ha hablado de concierto, de baile el tenientito, y de representación teatral un señor aficionado que trae en su maleta todo un repertorio, y con ello, más el festín organizado por la cocina del barco, hemos caído en la evidencia de que se basta y sobra el Reus, de que lleva un mundo en sus entrañas.

En tres horas puede decirse que hemos planteado y empezado a realizar todo el programa. Habrá de pintarlo, para mayor fausto, el relojero en un cartón, orlándolo de alegorías. Sarah, Lucía, Charo y la joven filipina cantarán, Pura hará con su ex novio el tenientito Los monigotes; y Chateau-Margaux, otra de las obritas que trae el aficionado, correrá a cargo de éste, como gallego, de Sarita, que lo ha hecho en la Habana, y del húsar y del comandante. La única dificultad ha estado en la característica... Y se la hemos endosado al fin a la filipina. Se están sacando los papeles. Empezarán los ensayos por la noche.

A espera, cumplidas por esta tarde mis tareas de presidente, paseo barco arriba y barco abajo, meditando aún algo original para el programa. La pescadera no ha querido tomar parte. Es una de esas mujeres burras absolutamente para todo, inhábiles..., y ella misma lo comprende y está tristona ahora cerca de Enrique y Pascual. He hablado con éste, anoche. Efectivamente, mi cuestionario francés le fue inútil..., y no porque lo entendiesen o dejaran de entenderlo, sino porque Enrique... «este buen amigo que tanto los distingue -palabras del salamanquino-... pero que... ¡vaya, no se hace cargo de las cosas! se empeñó en acompañarlos.»

El buen hombre añadió:

-¡Le digo a usted, señor Serván, que si como es don Enrique no es don Enrique... ¡le doy una trompada!

El buen hombre añadió todavía:

-Y luego... ¡qué quiere usted, señor Serván..., no me explico a mi señora!... Verdad es que ella es... ¡vamos! fría..., pero podía hacerse cargo de que uno... desde España... ¿Por qué tanto palique en vez de callar y que don Enrique se aburriese y nos dejase?... Le digo a usted que si como es mi señora no es mi señora... ¡le doy una trompada!

Enrique me lo ha dicho también, burlándose. Fue propósito de fastidiar a Pascual; fue, más que insinuación, casi un ruego directo de Aurora... que está si cade o non cade...: cuestión de acabar de decirla al camarote 15. -Por cuanto a la del capitán, está convencido el húsar, cansado pronto de espiar, igual que yo: ni es Aurora ni es Lucía; probablemente la francesa..., no habiendo significado todo aquello de su encierro más que un ardid para reservársela mejor de todos durante el viaje entero... ¡ah cuántas de éstas puede hacer a bordo un capitán, con su autoridad de rey!...

Da pena la cara de Pascual. Vuelto al buque a las doce, «rabia y venganza de ver a su señora tan distraída con Enrique», se dedicó a sus cambios, a sus compras. Pero hoy, sobre este extremo, háseme mostrado victorioso: a unos vendedores de piedras finas que habían cobrado a bordo el día anterior cada ojo de gato en seis pesetas, le tomó él por tres, a última hora, docena y pico.

Me siento.

La joven india lee alto, y lee bien, una de las piececitas que van a ser representadas. Sarah, que la conoce, distráese con un novelón de folletones. La trae a mal traer su madre con las lecturas. No la dejó aquel Del amor, del dolor, del vicio y le arrebató también hace pocos días de las manos El jardín de los suplicios... Claro es que hizo bien, dada la edad de la muchacha. Fundábase en haber leído en los periódicos que la novela es inmoral.

Pero yo observo que Sarita lee los folletones por el revés, toda atenta; es decir, por la parte correspondiente a las planas de anuncios. ¡Bizarro gusto! ¿qué la intriga?...

Un poco más tarde, que ella va a no sé dónde, soltando, sobre la silla el cuaderno, yo lo tomo y miro esos anuncios.

¡Ah, la prensa moralista!

Un horror.

Un horror que me explica por qué la mayor parte de los grandes y pulcros periódicos «de familia» que no admitirían folletines de Mirbeau, son devorados ávidamente por las señoritas en sus cuatro planas.

Dicen los folletones, acá y allá, por el revés, castamente:

MATRIMONIOS. Todas se casan. Gran reserva. Se contestan todas las cartas. Hay viuda con seis mil duros. Una joven rubia, agraciadísima, aceptará un señor con algún capital, sin reparar edad ni achaques. -R. Pérez. Nueva 17. De 12 a 2.

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Estrella, alma mía, supongo no pudiste anoche, ¡cuánto sufrí! Sabes te adoro contra obstáculos. Coche sitio aquél, malo. Mejor detrás iglesia, frente entrada sacristía. Ya sabes. Hasta mañana, corazón, no vivo sin tus ojos. H... pasó dos veces. Prudencia, prudencia, rica. ¿Quieres llevar pantalón celeste? -Zaratustra.



Preside todo esto la efigie de un señor sentado en un retrete y con cara de pascuas que demuestra cómo las Píldoras Pun le están causando su grato efecto laxante... -y gracias a que otro periódico desde la barba a las rodillas le oculta desnudeces que sólo se ven un poco por los lados...