Desde el Mirador de la Sultana

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Desde el Mirador de la Sultana (mayo de 1846, Granada)
de José Zorrilla
último tomo de las Poesías.

¿Quién no te cree, Señor, quién no te adora,
Cuando a la luz del sol en que amaneces
ve esta rica ciudad de raza mora
salir de entre los lóbregos dobleces
de la nocturna sombra, y a la aurora
abriendo sus moriscos ajimeces,
ostentar a tus pies lozana y pura
perfumada y radiante su hermosura?

Yo te adoro, Señor, cuando la admiro
dormida en el tapiz de su ancha vega;
yo te adoro, Señor, cuando respiro
su aura salubre que entre flores juega;
yo te adoro, Señor, desde el retiro
de esta torre oriental que le Dauro riega;
y aquí tu omnipotencia revelada
yo te adoro, Señor, sobre Granada.

Bendita sea la potente mano
que llenó sus colinas de verdura,
de agua, los valles, de arboleda el llano,
de amantes ruiseñores la espesura,
de campesino aroma el aire sano,
de nieve su alta sierra, de frescura
sus noches pardas, de placer sus días,
y todo su recinto de armonías.

Yo te conozco, ¡oh Dios!, en los rumores
que a este árabe balcón nos trae el viento,
perfumado entre pámpanos y flores
y armonizado con el grato acento
de las aves de abril! tantos primores
producto son de tu divino aliento,
porque a tu aliento creador se aliña
con sus mejores galas la campiña.

Tú soplas, ¡oh Señor!, desde la altura,
y saltan los collados de alegría,
y se cubre de flores la llanura,
y se llenan los bosques de armonía,
y se aduermen las aguas en la hondura,
y sin nublados resplandece el día:
que en tus ojos la vida reverbera
y es tu aliento, Señor, la primavera.

Y no hay región recóndita en el mundo
en donde más tu majestad se ostente,
donde sea tu aliento más fecundo,
ni la tierra tu prez más diligente.
Señor, Tú estás aquí; Tú en lo profundo
del corazón de su cristiana gente;
Tú estás aquí; tu trono y tu morada,
tras este cielo azul, sobre Granada.

Dame, ¡oh Señor!, de querub aliento
porque pueda esta vida transitoria
emplear en cantar con digno acento
en medio de este edén tu inmensa gloria;
y al lanzar desde aquí mi voz al viento
dando a Granada su oriental historia,
purifique, Señor, mi arpa cristiana
el impúdico harén de una sultana.

FIN