El Naturalista Argentino/El Museo de Buenos Aires, su pasado, su presente, su porvenir

De Wikisource, la biblioteca libre.
Nota: Se respeta la ortografía original de la época

El Museo de Buenos Aires

SU PASADO—SU PRESENTE—SU PORVENIR

Cualquiera creería, al leer el título de este artículo, que pretendo hacer un estudio minucioso sobre el establecimiento á cuyo frente se encuentra, desde hace algunos años, uno de los hombres mas distinguidos en ciencias naturales que ha producido la Europa: el Dr. Burmeister;—no es tal mi intento, sinó bocetar, á grandes rasgos, su historia, su presente, y lo que podriamos suponer su porvenir.

La general indiferencia que entre nosotros reina respecto de tan útil é indispensable institucion en todo pais que pretende elevarse en rango de progreso, por su carácter intelectual, por sus instituciones—que de él emanan,—así como su anhelo constante, me ha incitado á emprender esta reseña, creyendo que ella será de alguna utilidad para aquellas personas que no hayan podido ó querido consultar los «Anales del Museo» en cuya publicacion el Dr. Burmeister ha dado a conocer la historia de su fundacion y de sus progresos, si es que puede admitirse que haya tenido alguno sério antes de hallarse él á su frente.

Respecto de su estado actual, basta sólo visitarlo para conocerlo, y en cuanto á su porvenir, creo que sea cuestion completamente subjetiva, no obstante hallarse dentro de los límites de la razon, y por lo tanto de lo aceptable.

Cuando la Nacion que hoy se llama Argentina y que á principios del siglo no tenía mas nombre que el ignominioso de colonia ó esclava, que es lo mismo, rompió las cadenas que la sujetaban a su madrastra España, los hombres ilustrados que se hallaban a la cabeza de sus instituciones nacientes, comprendieron, por no sé qué intuicion maravillosa de libertad, que era necesario fundar un museo, de tal manera que el dia 27 de Mayo de 1812, la Asamblea General Constituyente decretó se estableciera en Buenos Aires, pero este decreto no tuvo efecto, y sólo el 31 de Diciembre de 1823, fué ejecutado por Rivadavia, quien ordenó la reunion de diversos objetos en la parte alta del convento de Santo Domingo, donde se conservó durante mucho tiempo, siendo vulgarmente conocido bajo el nombre de «La Historia Natural».

El Dr. Burmeister, despues de algunas indicaciones relativas á los museos en general, dice lo siguiente, al referirse á este punto:......«un magistrado de la República Argentina, rival en méritos con respecto á su pais al gran Cosme de Médicis, el célebre Rivadavia, fundó el Museo público de Buenos Aires para ofrecer a los hijos de la patria Argentina un establecimiento científico de instruccion pública, facilitar e estudio de las producciones naturales del país, y establecer un centro depositario de todos los objetos históricos y artísticos, que se relacionan con los acontecimientos ó con los hombres célebres nacidos en su suelo».

Fundada la escuela de física al mismo tiempo que el Museo, ambas instituciones tuvieron el mismo director, el Dr. Carta, pero habiéndose separado una de otra en 1826, se encomendó el cuidado del Museo al Sr. Ferrari, que formó una coleccion de pájaros del pais, preparados por él mismo.

La coleccion, por otra parte, no debe haber sido muy notable, porque el autor que extractamos dice que entre los objetos conservados allí se encontraban 720 minerales venidos de Francia para el gabinete de física y un cisne de cuello negro [1]. Los minerales se han conservado, pero el Cisne se ha perdido.

El único documento que se conoce relativamente al Museo desde su instalacion en 1823 hasta la publicacion hecha en 1856 por el Sr. D. Manuel Ricardo Trelles, es un cuaderno de 1828 con el título de Regalos, en el que figuran cincuenta y dos personas, que hicieron donaciones á la seccion de Historia Natural, llegando a doscientos catorce el número de objetos regalados desde 1828 hasta 1833.

Los archivos enmudecen hasta 1842, en cuya época comienzan las notas de remision de trofeos de la guerra civil, enviados por Rosas al Museo, junto con otros objetos.

Abandonado el establecimiento completamente, se rehace, por decirlo así, en 1854, época en que se funda la Asociacion de Amigos de la Historia Natural del Plata, asociacion que, por nuestros habitos desidiosos en lo que se refiere á estudios de este género, tuvo el mismo fin que han tenido otras corporaciones, formadas como ella por los hombres mas distinguidos del pais.

La fundacion de esta sociedad, «mereció la proteccion del Superior Gobierno, y de todos los hombres ilustrados con que cuenta el país, tanto nacionales como extranjeros. Apenas fué conocido del público el superior decreto de Mayo de 1854, que creó la asociacion, empezó el Museo á recibir testimonios de la general aceptacion. De todas partes y de toda clase de personas recibió pruebas de interés y de allí proviene esa multitud de objetos con que se ha enriquecido, duplicando en sólo dos años las existencias que quedaban, despues de 31 de establecido.» (Burmeister.)

Entónces se reunió el Museo a la Universidad, siendo trasladadas las colecciones al lugar que hoy ocupan. En tales circunstancias el establecimiento recibió del gobierno muchos estantes nuevos, «y algunas colecciones verdaderamente preciosas. La coleccion de medallas antiguas y la de pájaros europeos, son las mas notables adquisiciones del primer tiempo de su existencia en el nuevo domicilio.» Despues de la publicacion monográfica el Sr. Trelles en 1856, el Registro Estadístico de la Provincia ha sido, por decirlo así, el órgano del Museo hasta que su Director actual comenzó á redactar los «Anales».

Durante esa época sus condiciones han mejorado notablemente, gracias a la asiduidad del Sr. Trelles.

El malogrado Bravard, se ocupó á veces en él del estudio de los fósiles de nuestro suelo, hasta que fué llamado al Paraná para fundar allí el Museo Nacional y morir luego en el terremoto de Mendoza.

Pero si hemos de tomar en consideracion la importancia científica del Museo, no vacilo en asegurar que ella no ha sido un hecho hasta que el Dr. Burmeister se hizo cargo de él á fines de Febrero de 1863, habiéndole ofrecido dicho empleo el entonces Gobernador Sr. D. Bartolomé Mitre y Ministro Sr. D. Domingo Faustino Sarmiento.

Hasta entonces, como he dicho antes, la coleccion de Historia Natural no debió hallarse en condiciones científicas, pues parece, por cierta leve indicacion, que las aves, p. e., se hallaban clasificadas por tamaños, segun la disposicion que le había dado el colocador primitivo.

Pero las innovaciones introducidas por Burmeister, que ha hecho del establecimiento el primer Museo de Sud América, no son completas aún, quedando mucho por hacerse, y si él ha recordado en su reseña que los minerales estaban mezclados con las conchillas y los mamíferos con los trofeos, no hace muchos meses, en verdad, que la corbata ensangrentada del benemérito General Lavalle, hacía juego con un fanon de ballena, hallándose colocada cerca de una gran cornamenta de buey y frente á un mamarracho fantástico que los Chinos se ponen en la cabeza á guisa de sombrero.

El Museo de Buenos Aires se halla situado frente á la plazoleta del Mercado viejo, en los altos de la esquina formada por las calles de Perú y Potosí, teniendo su entrada junto á la Universidad, en la primera de estas calles.

Si examinamos las condiciones de su instalacion, no podremos menos de reconocer que son pésimas, pues el vetusto edificio en que se encuentra, no es, ni con mucho, lo que se necesita para la inmensa cantidad de objetos acumulados en sus estantes, de tal manera que se hace indispensable darle mayor extension.

Hoy que se piensa en construir un edificio para la Universidad, es incuestionable que el que hoy ocupa ésta será agregado al Museo, el cual sólo cuenta con cuatro salones, teniendo el mayor de todos 40 varas de longitud á la calle de Potosí.

Al entrar en el Museo, se presenta á la vista un largo y húmedo zaguan lleno de huesos de ballena y algunos pocos objetos de importancia secundaria. En el extremo de este zaguan se halla la escalera que conduce á los salones, y al llegar á su parte superior, se penetra en una galería que dá al patio de la Universidad, y que está cubierta de cuadros de algunos Argentinos, así como tambien otros, como ser uno que contiene la série de los Papas y un segundo la de medallas de los Reyes de Francia, una cromolitografia que representa á Humboldt en su gabinete de trabajo y diversos otros.

En el extremo de esta galería se encuentra un gran salon que mira transversalmente en su mayor parte al patio de la Universidad, y en el cual se ven casi todos los mamíferos que contiene el Museo, así como tambien los armarios que encierran la coleccion numismática y parte de los Insectos. Se encuentran igualmente allí algunos grandes esqueletos de fósiles. Penetrando en este salon se percibe un aposento que contiene la mayor parte de los Insectos.

Debajo de ese mismo salon está el laboratorio y una pieza pequeña que sirve de depósito.

Retrocediendo ahora, penetramos en el gran salon paralelo a la galería, el cual, como he dicho antes, tiene 40 varas de largo. Sus paredes longitudinales están cubiertas por armarios que contienen aves en su máxima parte, hallándose en ellos toda la coleccion de Pájaros, y en otro, colocado en frente, una porcion de la de Palmípedas. Los otros armarios contienen objetos de Arqueología, como son algunos estandartes, vasos peruanos, armas etc, y numerosas piezas de valor. En la pared del fondo se vé una coleccion de cuadros antiguos ilustrativa de la conquista del Perú, y en la que está á su frente algunos retratos de personajes que podrían ser remplazados por el de D. Félix de Azara, y algunas otras eminencias, que derramaron más bienes en nuestro país que los reyes y el virey retratados. El busto de Rivadavia está colocado en el mismo salon, sobre el armario de los Patos y Gansos.

En la línea central del salon que nos ocupa se hallan algunas vidrieras que encierran objetos fósiles de gran valor, como el Megaterio y otros, mientras que en el centro se observa, en iguales condiciones, el esqueleto de un Dinornis, enviado de Nueva Zelanda á nuestro Museo.

Allí, tambien, se vé la coleccion de minerales, los moluscos, los zoófitos, y en estantes laterales inferiores numerosas cajas que contienen insectos, etc.

Muchas otras piezas importantes están depositadas allí.

Al lado de este, y ocupando la esquina, está el salon que contiene las Aves Rapaces, las Trepadoras, las Gallináceas, Giradoras, Corredoras, Zancudas y el resto de las Palmípedas, así como tambien algunos esqueletos de Gliptodontes en vidrieras separadas.

Los aposentos privados del Director tienen su entrada por el gran salon, y la Biblioteca, riquísima en obras científicas, ocupa una sala baja en la misma esquina, y á la cual se entra por el zaguan.

El personal del Museo se compone del Director, dos preparadores (uno de ellos cazador) y el portero. No ha mucho se ha suprimido el puesto de Inspector, que ocupaba el Dr. Berg y no pasará mucho tiempo sin que su falta sea lamentada por todos, como lo es ya por aquellos que conocen la importancia de semejante empleo, máxime cuando ha sido desempeñado por un hombre como Berg.

El Museo de Buenos Aires mantiene relaciones por su Director con todos ó casi todos los Institutos análogos del mundo, mientras que la alta reputacion científica del Dr. Burmeister y su prodigiosa actividad han elevado el establecimiento al rango que hoy ocupa.

Pero la falta de un personal suficiente, el acumulamiento de objetos y otras causas, impiden que el Museo sea lo que Rivadavia imaginó al fundarlo, «un establecimiento científico de instruccion publica.....» pues, no obstante abrirse al público todos los Domingos, el público con los ojos aquellos preciosos objetos, pero no los con la inteligencia, no siendo extraño oír críticas como esta: «¡Qué disparate llamar á este pájaro Tanagra striata, cuando se llama siete cuchillos ó siete colores!» ni es tampoco maravilla que más de uno salga fastidiado con un mundo de bellas imágenes, cuyo conjunto, en vez de luminoso, produce en su espíritu el mismo efecto que una bandada de murciélagos en una noche de luna. Colocaremos tales fenómenos encima de la joroba de la ignorancia, pero......

Y si todos los visitantes preguntan algo ¿á quien? al preparador que no tiene casi tiempo para impedir se toquen los objetos? ¿quién satisface las dudas? ¿quién arrebata la máscara a la ignorancia?

El Director tiene mucho que hacer;—las publicaciones Europeas consignan cada año sus observaciones numerosas, y por lo tanto no puede ocuparse de ciertos detalles, que en realidad no corresponden á un Director del Museo; pero entretanto, el establecimiento no contiene objetos accesibles al público sinó por la vista.

Los «Anales del Museo» ya no se publican, y es necesario conocer las obras Europeas para saber lo que hay en el Museo de Buenos Aires.

Sus estantes se encuentran llenos, en mas de un punto atestados.

Tenemos un gran museo, pero no lo aprovechamos, porque no hemos sabido organizarlo para la instruccion pública, como fué la mente de Rivadavia, ese grande hombre que dictó los aforismos del porvenir Argentino.

La biblioteca del establecimiento, indispensable sin duda, no puede utilizarla el público estudioso, porque no hay quien la atienda, y no puede suponerse que el Director se constituya bibliotecario. Los pocos que de cuando en cuando suelen consultar un libro, lo hacen con escrúpulo, pues saben que, al pedirlo, tienen que distraer al Director de sus tareas.

El Museo de Buenos Aires está, pues, mal dotado y peor organizado, no obstante los esfuerzos que el Dr. Burmeister ha hecho para que tal Instituto atraiga de los Poderes Públicos la atencion suma que merece por su carácter.

Cuando su organizacion se compara con la del de Rio Janeiro, relativamente inferior, lo único que puede hacerse es prorumpir en una carcajada estentórea.

Ridículo parece ocuparse de lo que ha de suceder, pero manteniéndonos en los límites de las probabilidades racionales, no es difícil pronosticar que el Museo de Buenos Aires será la base mas sólida de una parte brillante del progreso Argentino.

Hoy que la educacion comun toma un desarrollo prodigioso, hoy que en todas las Escuelas se enseña con más o ménos éxito la Historia Natural, que los jóvenes de ámbos sexos de las dos Normales estudian esta ciencia en un curso que dura varios años, recogiendo durante ese tiempo conocimientos que, más ampliamente desarrollados por un estudio no interrumpido, servirán de apoyo á su propia enseñanza como maestros, la importancia de las Ciencias Naturales se incrustará luego en todos los espíritus y se reconocerá entónces cuál es el papel que puede desempeñar el Museo de Buenos Aires, rico en elementos de toda especie y foco latente de ilustracion.

Una vez desarrollado el gusto por tales estudios, la primera preocupacion—y así sucede en los paises civilizados—es enriquecer con todos los elementos posibles y por una especie de amor propio nacional, el núcleo de las riquezas naturales, el Museo, en una palabra, para que en él se reconcentren todas las adquisiciones y sea posible arrancarle, como retribucion, los resultados de su engrandecimiento.

Los marinos, los viageros que recorren comarcas lejanas, experimentan extraño placer en llevar al Museo del patrio suelo el objeto que han adquirido con su esfuerzo, no habiéndose formado de otro modo los grandes establecimientos análogos de Paris, Berlin, Londres etc.

En tales circunstancias, los Gobiernos tomarán mas empeño que el que han tomado hasta ahora, para que el Museo adquiera colecciones frescas y frecuentes, harán de ello una preocupacion constante y agregarán á toda expedicion militar, trigonométrica, exploradora etc, uno ó mas naturalistas que recojan aquello que pueda interesar al adelanto de la Institucion, y al conocimiento del pais como consecuencia.

Napoleon, llamando a su lado á Geoffroy, Saint-Hilaire y otros, en su expedicion á Egipto, fué mas útil á la humanidad y á la Francia por la ciencia de aquellos ilustres naturalistas que por los resultados de los combates que allí tuvieron lugar.

Si exceptuamos un Insecto (Fulgora Mitrii) enviado por el General Mitre al Museo durante la campaña del Paraguay, no tengo seguridad de que el establecimiento posea otros objetos del mismo pais, recojidos en aquella época,—y sin embargo ¡qué tierra para colecciones! ¡qué tiempos para formarlas!

Pero no importa;—el Museo, adquiera ó no adquiera más objetos, es un establecimiento notable, y lo será mucho más cuando sus colecciones se coloquen en un edificio extenso y apropiado, en el cual puedan desplegarse los muchos elementos con que hoy cuenta. Los departamentos ó divisiones son indispensables: aquí los mamíferos, allí las aves, en otra parte ó en su grupo natural los fósiles &. &. y de ese modo sería posible darse cuenta de las relaciones manifiestas con un solo golpe de vista.

Así distribuidas las especies, cada salon tendría su cicerone, persona competente en una especialidad que pudiera dar conferencias semanales sobre tal ó cual punto, teniendo los objetos á la vista, interesando al auditorio con sus explicaciones, é indicándole, al propio tiempo, las especies no adquiridas aún por el establecimiento, medio que produciría brillantes resultados.

¿Qué mayor utilidad podría presentar el Museo?

Amontonar especies y especies, vivir como un embrion sin manifestaciones, adquirir objeto tras objeto para que sean conocidos por los Europeos y tarde ó nunca por nosotros? Nó—la ciencia es una cosa, y su difusion es otra; lo que hoy se sabe, es bastante para desparramarla; lo que hoy se ignora no será difundido sinó mucho tiempo despues de averiguado. Y por más que se haga, por más que se trabaje, por más que las sociedades de estudiosos se multipliquen, ellas no serán suficientes en nuestro pais, dado el carácter actual, para difundir como se debe y como se puede el gusto por el estudio de las Ciencias Naturales, porque la iniciativa individual, por mas enérgica que ella sea, no puede luchar con la proteccion oficial, única que se halla en condiciones de favorecer los Museos, deduciéndose de aquí, que el de la Provincia, se organizará como lo he indicado, ó de una manera análoga, creyendo firmemente que si su porvenir no es sino la continuacion de su presente, mejor es que no exista.

Pero esta es una sombra que pasa, un mal soplo que se difunde. Si hoy no está organizado como he dicho, es porque materialmente no se puede,—el local es estrecho, tan estrecho que es necesario amontonar, lo repetiré, ciertos objetos que, como se comprende bien, deberian estar colocados á mayores distancias.

Hoy que se ha fundado el Museo Antropológico y Arqueológico, una vez que se instale, deben pasarse á él todos los objetos de Etnografía y Arqueología para que el que los contiene ahora sea realmente de Historia Natural, y no tenga su Director que dedicarles un tiempo reclamado urgentemente por otras piezas que, con relacion a él, son mas importantes.

La Botánica, descuidada hasta ahora, puede ser representada por ricos herbarios de nuestro fértil suelo, pues no es justo que sea solamente Museo de Zoología etc.

Lo importante, realmente, en el Museo de la Provincia, son las conferencias, y de tal modo lo creo, que mientras ello no sea así, continuará como hasta ahora.

«Nuestra sociedad», decía no ha mucho un inteligente Argentino, «gusta de que le dén las obras leídas, y por eso no falta al teatro dramático» y aunque ello sea algo exajerado, hay en el fondo una gran verdad. ¿Quién no conoce á Julio Verne? He oído su nombre en los dos ángulos opuestos de la República—hasta en las chozas de los pastores, y sinembargo no hace tanto tiempo que un librero se admiraba en Buenos Aires de haber vendido cuarenta ejemplares del Viaje a la Luna.—Entretanto, en la misma Universidad, un estudiante distinguido me preguntaba un dia si Burmeister era realmente un sábio.

Esos hombres de la ciencia que se mantienen completa mente aislados del mundo que los rodea sin alcanzarlos, no son seguramente los que derraman el calor y la luz de la verdad en las masas populares. Su palabra tiene el hielo del número desnudo; y el pueblo, curioso por naturaleza, pero cuya curiosidad ha sido mal encaminada, necesita la forma animadísima de un Julio Verne, para poder escalar paso a paso las maravillas que la Naturaleza desplega en todas sus creaciones.

Hambrientos, sedientos de libertad, necesitamos desparramar la instruccion racional, fundada en la Naturaleza, par que esa libertad sea un hecho, porque el arma fatal de la tirania es la ignorancia, y mientras ella se esgrima no habrá libertad civil, política ni moral, en la extensa region que los hombres y la Independencia denominaron República Argentina, porque la libertad no se concibe fuera del derecho y el derecho es una ilusion, cuando no se tiene conciencia de la personalidad individual, adquirida por el estudio de la Naturaleza, en cuyo seno nos agitamos.

Ahí está el porvenir.

Es la hoja de brillante del cuento de Laboulaye;—un paso más y el abismo está salvado.

Eduardo Ladislao Holmberg.


  1. Nuestra especie comun el Cygnus nigricollis.