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El caballero de Olmedo/Acto II

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Acto I
El caballero de Olmedo
de Félix Lope de Vega y Carpio
Acto II

Acto II

Salen TELLO y DON ALONSO..


ALONSO Tengo el morir por mejor,

Tello, que vivir sin ver.

TELLO Temo que se ha de saber

este tu secreto amor;
que con tanto ir y venir
de Olmedo a Medina, creo
que a los dos da tu deseo
que sentir y aun que decir.

ALONSO ¿Cómo puedo yo dejar

de ver a Inés, si la adoro?

TELLO Guardándole más decoro

en el venir y el hablar;
que en ser a tercero día,
pienso que te dan, señor,
tercianas de amor.

ALONSO Mi amor

ni está ocioso, ni se enfría:
siempre abrasa; y no permite
que esfuerce naturaleza
un instante su flaqueza,
porque jamás se remite.
Mas bien se ve que es león
amor; su fuerza, tirana;
pues que con esta cuartana
se amansa mi corazón.
Es esta ausencia una calma
de amor; porque si estuviera
adonde siempre a Inés viera,
fuera salamandra el alma.

TELLO ¿No te cansa y te amohína

tanto entrar, tanto partir?

ALONSO Pues yo ¿qué hago en venir,

Tello, de Olmedo a Medina?
Leandro pasaba un mar
todas las noches, por ver
si le podía beber
para poderse templar;
pues si entre Olmedo y Medina
no hay, Tello, un mar, ¿qué me debe
Inés?

TELLO A otro mar se atreve

quien al peligro camina
en que Leandro se vio;
pues a don Rodrigo veo
tan cierto de tu deseo
como puedo estarlo yo;
que, como yo no sabía
cúya aquella capa fue,
un día que la saqué...

ALONSO ¡Gran necedad!
TELLO ...como mía,

me preguntó: «Diga, hidalgo,
¿quién esta capa le dio?
Porque la conozco yo...»
Respondí: «Si os sirve en algo,
darela a un criado vuestro».
Con esto, descolorido,
dijo: «Habíala perdido
de noche un lacayo nuestro,
pero mejor empleada
está en vos, guardadla bien».
Y fuese a medio desdén,
puesta la mano en la espada.
Sabe que te sirvo y sabe
que la perdió con los dos.
Advierte, señor, por Dios,
que toda esta gente es grave,
y que están en su lugar
donde todo gallo canta.
Sin esto, también me espanta
ver este amor comenzar
por tantas hechicerías,
y que cercos y conjuros
no son remedios seguros,
si honestamente porfías.
Fui con ella (que no fuera)
a sacar de un ahorcado
una muela; puse a un lado,
como arlequín, la escalera.
Subió Fabia, quedé al pie,
y díjome el salteador:
«Sube, Tello, sin temor,
o, si no, yo bajaré».
¡San Pablo, allí me caí!
Tan sin alma vine al suelo,
que fue milagro del cielo
el poder volver en mí.
Bajó, desperté turbado
y de mirarme afligido,
porque, sin haber llovido,
estaba todo mojado.

ALONSO Tello, un verdadero amor

en ningún peligro advierte.
Quiso mi contraria suerte
que hubiese competidor,
y que trate, enamorado,
casarse con doña Inés;
pues ¿qué he de hacer, si me ves
celoso y desesperado?
No creo en hechicerías,
que todas son vanidades:
quien concierta voluntades,
son méritos y porfías.
Inés me quiere, yo adoro
a Inés, yo vivo en Inés;
todo lo que Inés no es
desprecio, aborrezco, ignoro.
Inés es mi bien, yo soy
esclavo de Inés; no puedo
vivir sin Inés; de Olmedo
a Medina vengo y voy,
porque Inés mi dueño es
para vivir o morir.

TELLO Sólo te falta decir:

«Un poco te quiero, Inés».
¡Plega a Dios que por bien sea!

ALONSO Llama, que es hora.
TELLO Yo voy.
ANA ¿Quién es?
TELLO ¡Tan presto! Yo soy.

¿Está en casa Melibea?
Que viene Calisto aquí.

ANA Aguarda un poco, Sempronio.
TELLO ¿Si haré falso testimonio?
Sale DOÑA INÉS.
INÉS ¿El mismo?
ANA Señora, sí.
INÉS ¡Señor mío...!
ALONSO Bella Inés,

esto es venir a vivir.

TELLO Agora no hay que decir:

«Yo te lo diré después».

INÉS ¡Tello amigo!
TELLO ¡Reina mía!
INÉS Nunca, Alonso de mis ojos,

por haberme dado enojos
esta ignorante porfía
de don Rodrigo, esta tarde,
he estimado que me vieses
..............................................
..............................................

ALONSO Aunque fuerza de obediencia

te hiciese tomar estado,
no he de estar desengañado
hasta escuchar la sentencia.
Bien el alma me decía,
y a Tello se lo contaba
cuando el caballo sacaba,
y el sol los que aguarda el día,
que de alguna novedad
procedía mi tristeza,
viniendo a ver tu belleza,
pues me dices que es verdad.
¡Ay de mí si ha sido ansí!

INÉS No lo creas, porque yo

diré a todo el mundo no,
después que te dije sí.
Tú sólo dueño has de ser
de mi libertad y vida;
no hay fuerza que el ser impida,
don Alonso, tu mujer.
Bajaba al jardín ayer,
y como por don Fernando
me voy de Leonor guardando,
a las fuentes, a las flores
estuve diciendo amores,
y estuve también llorando.
«Flores y aguas -les decía-,
dichosa vida gozáis,
pues, aunque noche pasáis,
veis vuestro sol cada día».
Pensé que me respondía
la lengua de una azucena
(¡qué engaños amor ordena!):
«Si el sol que adorando estás
viene de noche, que es más,
Inés, ¿de qué tienes pena?»

TELLO Así dijo a un ciego un griego

que le contó mil disgustos:
«Pues tiene la noche gustos,
¿para qué te quejas, ciego?»

INÉS Como mariposa llego

a estas horas, deseosa
de tu luz... No mariposa,
fénix ya, pues de una suerte
me da vida y me da muerte
llama tan dulce y hermosa.

ALONSO ¡Bien haya el coral, amén,

de cuyas hojas de rosas
palabras tan amorosas
salen a buscar mi bien!
Y advierte que yo también,
cuando con Tello no puedo,
mis celos, mi amor, mi miedo
digo en tu ausencia a las flores.

TELLO Yo le vi decir amores

a los rábanos de Olmedo;
que un amante suele hablar

con las piedras, con el viento.
ALONSO No puede mi pensamiento

ni estar solo, ni callar;
contigo, Inés, ha de estar,
contigo hablar y sentir.
¡Oh, quién supiera decir
lo que te digo en ausencia!
Pero estando en tu presencia
aun se me olvida el vivir.
Por el camino le cuento
tus gracias a Tello, Inés,
y celebramos después
tu divino entendimiento.
Tal gloria en tu nombre siento,
que una mujer recibí
de tu nombre, porque ansí,
llamándola todo el día,
pienso, Inés, señora mía,
que te estoy llamando a ti.

TELLO Pues advierte, Inés discreta,

de los dos tan nuevo efeto,
que a él le has hecho discreto,
y a mí me has hecho poeta.
Oye una glosa a un estribo
que compuso don Alonso,
a manera de responso,
si los hay en muerto vivo:

En el valle a Inés
la dejé riendo:
si la ves, Andrés,
dile cuál me ves
por ella muriendo.

INÉS ¿Don Alonso la compuso?
TELLO Que es buena jurarte puedo

para poeta de Olmedo.
Escucha.

ALONSO Amor lo dispuso.
TELLO Andrés, después que las bellas

plantas de Inés goza el valle,
tanto florece con ellas,
que quiso el cielo trocalle
por sus flores sus estrellas.
Ya el valle es cielo, después
que su primavera es,
pues verá el cielo en el suelo
quien vio -pues Inés es cieloen
el valle a Inés.
Con miedo y respeto estampo
el pie donde el suyo huella;
que ya Medina del Campo
no quiere aurora más bella
para florecer su campo.
Yo la vi de amor huyendo,
cuanto miraba matando,
su mismo desdén venciendo;
y aunque me partí llorando,
la dejé riendo.
Dile, Andrés, que ya me veo
muerto por volverla a ver...
Aunque, cuando llegues, creo
que no será menester,
que me habrá muerto el deseo.
No tendrás qué hacer después
que a sus manos vengativas
llegues, si una vez la ves,
ni aun es posible que vivas,
si la ves, Andrés.
Pero si matarte olvida
por no hacer caso de ti,
dile a mi hermosa homicida
que por qué se mata en mí,
pues que sabe que es mi vida.
Dile: «Cruel, no le des
muerte, si vengada estás
y te ha de pesar después».
Y pues no me has de ver más,
dile cuál me ves.
Verdad es que se dilata
el morir, pues con mirar
vuelve a dar vida la ingrata,
y así se cansa en matar,
pues da vida a cuantos mata;
pero muriendo o viviendo,
no me pienso arrepentir
de estarla amando y sirviendo;
que no hay bien como vivir
por ella muriendo.



INÉS Si es tuya, notablemente

te has alargado en mentir
por don Alonso.

ALONSO Es decir,

que mi amor en versos miente.
Pues, señora, ¿qué poesía
llegará a significar
mi amor?

INÉS ¡Mi padre!
ALONSO ¿Ha de entrar?
INÉS Escondeos.
ALONSO ¿Dónde?
Ellos se entran, y sale DON PEDRO.
PEDRO Inés mía,

¿Agora por recoger?
¿Cómo no te has acostado?

INÉS Rezando, señor, he estado,

por lo que dijiste ayer,
rogando a Dios que me incline
a lo que fuere mejor.

PEDRO Cuando para ti mi amor

imposibles imagine,
no pudiera hallar un hombre
como don Rodrigo, Inés.

INÉS Ansí dicen todos que es

de su buena fama el nombre;
y habiéndome de casar,
ninguno en Medina hubiera,
ni en Castilla, que pudiera
sus méritos igualar.

PEDRO ¿Cómo habiendo de casarte?
INÉS Señor, hasta ser forzoso

decir que ya tengo esposo,
no he querido disgustarte.

PEDRO ¡Esposo! ¿Qué novedad

es ésta, Inés?

INÉS Para ti

será novedad, que en mí
siempre fue mi voluntad.
Y, ya que estoy declarada,
hazme mañana cortar
un hábito, para dar
fin a esta gala escusada;
que así quiero andar, señor,
mientras me enseñan latín.
Leonor te queda, que al fin
te dará nietos Leonor.
Y por mi madre te ruego
que en esto no me repliques,
sino que medios apliques
a mi elección y sosiego.
Haz buscar una mujer
de buena y santa opinión,
que me dé alguna lición
de lo que tengo de ser,
y un maestro de cantar,
que de latín sea también.

PEDRO ¿Eres tú quien habla, o quién?
INÉS Esto es hacer, no es hablar.
PEDRO Por una parte, mi pecho

se enternece de escucharte,
Inés, y por otra parte,
de duro mármol le has hecho.
En tu verde edad mi vida
esperaba sucesión;
pero si esto es vocación,
no quiera Dios que lo impida.
Haz tu gusto, aunque tu celo
en esto no intenta el mío;
que ya sé que el albedrío
no presta obediencia al cielo.
Pero porque suele ser
nuestro pensamiento humano
tal vez inconstante y vano,
(y en condición de mujer,
que es fácil de persuadir,
tan poca firmeza alcanza,
que hay de mujer a mudanza
lo que de hacer a decir)
mudar las galas no es justo,
pues no pueden estorbar
a leer latín o cantar,
ni a cuanto fuere tu gusto.
Viste alegre y cortesana,
que no quiero que Medina,
si hoy te admirare divina,
mañana te burle humana.
Yo haré buscar la mujer
y quien te enseñe latín,
pues a mejor padre, en fin,
es más justo obedecer.
Y con esto, a Dios te queda;
que, para no darte enojos,
van a esconderse mis ojos
adonde llorarte pueda.

Vase, y salgan DON ALONSO y TELLO.
INÉS Pésame de haberle dado

disgusto.

ALONSO A mí no me pesa,

por el que me ha dado el ver
que nuestra muerte concierta.
¡Ay, Inés! ¿Adónde hallaste
en tal desdicha, en tal pena,
tan breve remedio?

INÉS Amor

en los peligros enseña
una luz por donde el alma
posibles remedios vea.

ALONSO Este ¿es remedio posible?
INÉS Como yo agora le tenga

para que este don Rodrigo
no llegue al fin que desea.
Bien sabes que breves males
la dilación los remedia;
que no dejan esperanza,
si no hay segunda sentencia.

TELLO Dice bien, señor; que en tanto

que doña Inés cante y lea,
podéis dar orden los dos
para que os valga la Iglesia.
Sin esto, desconfiado
don Rodrigo, no hará fuerza
a don Pedro en la palabra,
pues no tendrá por ofensa
que le deje doña Inés
por quien dice que le deja.
También es linda ocasión
para que yo vaya y venga
con libertad a esta casa.

ALONSO ¡Libertad! ¿De qué manera?
TELLO Pues ha de leer latín,

¿no será fácil que pueda
ser yo quien venga a enseñarla?
¡Y verás con qué destreza
la enseño a leer tus cartas!

ALONSO ¡Qué bien mi remedio piensas!
TELLO Y aun pienso que podrá Fabia

servirte en forma de dueña,
siendo la santa mujer
que con su falsa apariencia
venga a enseñarla.

INÉS Bien dices,

Fabia será mi maestra
de virtudes y costumbres.

TELLO ¡Y qué tales serán ellas!
ALONSO Mi bien, yo temo que el día

-que es amor dulce materia
para no sentir las horas,
que por los amantes vuelannos
halle tan descuidados,
que al salir de aquí me vean,
o que sea fuerza quedarme.
¡Ay, Dios! ¡Qué dichosa fuerza!
Medina a la Cruz de Mayo
hace sus mayores fiestas:
yo tengo que prevenir,
que, como sabes, se acercan;
que, fuera de que en la plaza
quiero que galán me veas,
de Valladolid me escriben
que el rey don Juan viene a verlas;
que en los montes de Toledo
le pide que se entretenga
el Condestable estos días,
porque en ellos convalezca,
y de camino, señora,
que honre esta villa le ruega;
y, así, es razón que le sirva
la nobleza desta tierra.
Guárdete el cielo, mi bien.

INÉS Espera, que a abrir la puerta

es forzoso que yo vaya.

ALONSO ¡Ay luz! ¡Ay aurora necia,

de todo amante envidiosa!

TELLO Ya no aguardéis que amanezca.
ALONSO ¿Cómo?
TELLO Porque es de día.
ALONSO Bien dices, si a Inés me muestras.

Pero ¿cómo puede ser,
Tello, cuando el sol se acuesta?

TELLO Tú vas de espacio, él aprisa;

apostaré que te quedas.

Vanse.


Salen DON RODRIGO y DON FERNANDO.


RODRIGO Muchas veces había reparado,

don Fernando, en aqueste caballero,
del corazón solícito avisado.
El talle, el grave rostro, lo severo,
celoso me obligaban a miralle.

FERNANDO Efetos son de amante verdadero

que, en viendo otra persona de buen talle,
tienen temor que si le ve su dama
será posible o fuerza codicialle.

RODRIGO Bien es verdad que él tiene tanta fama,

que, por más que en Medina se encubría,
el mismo aplauso popular le aclama.
Vi, como os dije, aquel mancebo, un día,
que la capa perdida en la pendencia,
contra el valor de mi opinión traía.
Hice secretamente diligencia,
después de hablarle, y satisfecho quedo
que tiene esta amistad correspondencia.
Su dueño es don Alonso, aquel de Olmedo,
alanceador galán y cortesano,
de quien hombres y toros tienen miedo.
Pues si éste sirve a Inés, ¿qué intento en vano?
O ¿cómo quiero yo, si ya le adora,
que Inés me mire con semblante humano?

FERNANDO ¿Por fuerza ha de quererle?
RODRIGO Él la enamora,

y merece, Fernando, que le quiera.
¿Qué he de pensar, si me aborrece agora?

FERNANDO Son celos, don Rodrigo, una quimera

que se forma de envidia, viento y sombra,
con que lo incierto imaginado altera;
una fantasma que de noche asombra,
un pensamiento que a locura inclina,
y una mentira que verdad se nombra.

RODRIGO Pues ¿cómo tantas veces a Medina

viene y va don Alonso? Y ¿a qué efeto
es cédula de noche en una esquina?
Yo me quiero casar; vos sois discreto:
¿qué consejo me dais, si no es matalle?

FERNANDO Yo hago diferente mi conceto;

que ¿cómo puede doña Inés amalle,
si nunca os quiso a vos?

RODRIGO Porque es respuesta

que tiene mayor dicha o mejor talle.

FERNANDO Mas porque doña Inés es tan honesta,

que aun la ofendéis con nombre de marido.

RODRIGO Yo he de matar a quien vivir me cuesta

en su desgracia, porque tanto olvido
no puede proceder de honesto intento.
Perdí la capa y perderé el sentido.

FERNANDO Antes dejarla a don Alonso siento

que ha sido como echársela en los ojos.
Ejecutad, Rodrigo, el casamiento;
llévese don Alonso los despojos,
y la vitoria vos.

RODRIGO Mortal desmayo

cubre mi amor de celos y de enojos.

FERNANDO Salid galán para la Cruz de Mayo,

que yo saldré con vos; pues el Rey viene,
las sillas piden el castaño y bayo.
Menos aflige el mal que se entretiene.

RODRIGO Si viene don Alonso, ya Medina

¿qué competencia con Olmedo tiene?

FERNANDO ¡Qué loco estáis!
RODRIGO Amor me desatina.


Vanse.


Salen DON PEDRO, DOÑA INÉS, DOÑA LEONOR.


PEDRO No porfíes.
INÉS No podrás

mi propósito vencer.

PEDRO Hija, ¿qué quieres hacer,

que tal veneno me das?
Tiempo te queda...

INÉS Señor,

¿qué importa el hábito pardo,
si para siempre le aguardo?

LEONOR Necia estás.
INÉS Calla, Leonor.
LEONOR Por lo menos estas fiestas

has de ver con galas.

INÉS Mira

que quien por otras suspira
ya no tiene el gusto en estas.
Galas celestiales son
las que ya mi vida espera.

PEDRO ¿No basta que yo lo quiera?
INÉS Obedecerte es razón.
Sale FABIA, con un rosario y báculo y antojos.
FABIA Paz sea en aquesta casa.
PEDRO Y venga con vos.
FABIA ¿Quién es

la señora doña Inés,
que con el Señor se casa?
¿Quién es aquella que ya
tiene su esposo elegida,
y como a prenda querida
estos impulsos le da?

PEDRO Madre honrada, esta que veis,

y yo su padre.

FABIA Que sea

muchos años, y ella vea
el dueño que vos no veis.
Aunque en el Señor espero
que os ha de obligar piadoso
a que acetéis tal esposo,
que es muy noble caballero.

PEDRO Y ¡cómo, madre, si lo es!
FABIA Sabiendo que anda a buscar

quien venga a morigerar
los verdes años de Inés,
quien la guíe, quien la muestre
las sémitas del Señor,
y al camino del amor
como a principianta adiestre,
hice oración, en verdad,
y tal impulso me dio,
que vengo a ofrecerme yo
para esta necesidad,
aunque soy gran pecadora.

PEDRO Esta es la mujer, Inés,

que has menester.

INÉS Esta es

la que he menester agora.
Madre, abrázame.

FABIA Quedito,

que el silicio me hace mal.

PEDRO No he visto humildad igual.
LEONOR En el rostro trae escrito

lo que tiene el corazón.

FABIA ¡Oh, qué gracia! ¡Oh, qué belleza!

Alcance tu gentileza
mi deseo y bendición.
¿Tienes oratorio?

INÉS Madre,

comienzo a ser buena agora.

FABIA Como yo soy pecadora,

estoy temiendo a tu padre.

PEDRO No le pienso yo estorbar

tan divina vocación.

FABIA En vano, infernal dragón,

la pensabas devorar.
No ha de casarse en Medina:
monasterio tiene Olmedo;
Domine, si tanto puedo,
ad iuvandum me festina.

PEDRO Un ángel es la mujer.
Sale TELLO, de gorrón.
TELLO Si con sus hijas está,

yo sé que agradecerá
que yo me venga a ofrecer.
El maestro que buscáis
está aquí, señor don Pedro,
para latín y otras cosas,
que dirá después su efeto.
Que buscáis un estudiante
en la iglesia me dijeron,
porque ya desta señora
se sabe el honesto intento.
Aquí he venido a serviros,
puesto que soy forastero,
si valgo para enseñarla.

PEDRO Ya creo y tengo por cierto,

viendo que todo se junta,
que fue voluntad del cielo.
En casa puede quedarse
la madre, y este mancebo
venir a darte lición.
Concertadlo, mientras vuelvo.
¿De dónde es, galán?

TELLO Señor, soy calahorreño.
PEDRO ¿Su nombre?
TELLO Martín Peláez.
PEDRO Del Cid debe de ser deudo.

¿Dónde estudió?

TELLO En La Coruña,

y soy por ella maestro.

PEDRO ¿Ordenóse?
TELLO Sí, señor,

de vísperas.

PEDRO Luego vengo.
TELLO ¿Eres Fabia?
FABIA ¿No lo ves?
LEONOR Y ¿tú Tello?
INÉS ¡Amigo Tello!
LEONOR ¿Hay mayor bellaquería?
INÉS ¿Qué hay de don Alonso?
TELLO ¿Puedo

fiar de Leonor?

INÉS Bien puedes.
LEONOR Agraviara Inés mi pecho

y mi amor, si me tuviera
su pensamiento encubierto.

TELLO Señora, para servirte,

está don Alonso bueno;
para las fiestas de mayo,
tan cerca ya, previniendo
galas, caballos, jaeces,
lanza y rejones; que pienso
que ya le tiemblan los toros.
Una adarga habemos hecho,
si se conciertan las cañas,
como de mi raro ingenio.
Allá la verás, en fin.

INÉS ¿No me ha escrito?
TELLO Soy un necio.

Esta, señora, es la carta.

INÉS Bésola de porte y leo.
DON PEDRO vuelve.
PEDRO Pues pon el coche, si está

malo el alazán. ¿Qué es esto?

TELLO ¡Tu padre! Haz que lees, y yo

haré que latín te enseño.
Dominus...

INÉS Dominus...
TELLO Diga.
INÉS ¿Cómo más?
TELLO Dominus meus.
INÉS Dominus meus.
TELLO Ansí,

poco a poco irá leyendo.

PEDRO ¿Tan presto tomas lición?
INÉS Tengo notable deseo.
PEDRO Basta; que a decir, Inés,

me envía el Ayuntamiento
que salga a las fiestas yo.

INÉS Muy discretamente han hecho,

pues viene a la fiesta el Rey.

PEDRO Pues sea, con un concierto:

que has de verlas con Leonor.

INÉS Madre, dígame si puedo

verlas sin pecar.

FABIA Pues ¿no?

No escrupulices en eso,
como algunos, tan mirlados,
que piensan, de circunspectos,
que en todo ofenden a Dios,
y olvidados de que fueron
hijos de otros, como todos,
cualquiera entretenimiento
que los trabajos olvide
tienen por notable exceso.
Y aunque es justo moderarlos,
doy licencia, por lo menos
para estas fiestas, por ser
iugatoribus paternus.

PEDRO Pues vamos, que quiero dar

dineros a tu maestro,
y a la madre para un manto.

FABIA A todos cubra el del cielo.

Y vos, Leonor, ¿no seréis
como vuestra hermana presto?

LEONOR Sí, madre, porque es muy justo

que tome tan santo ejemplo.


Sale el rey DON JUAN, con acompañamiento,
y el CONDESTABLE


REY No me traigáis al partir

negocios que despachar.

CONDESTABLE Contienen sólo firmar,

no has de ocuparte en oír.

REY Decid con mucha presteza.
CONDESTABLE ¿Han de entrar?
REY Ahora no.
CONDESTABLE Su Santidad concedió

lo que pidió Vuestra Alteza
por Alcántara, señor.

REY Que mudase le pedí

el hábito, porque ansí
pienso que estará mejor.

CONDESTABLE Era aquel traje muy feo.
REY Cruz verde pueden traer.

Mucho debo agradecer
al Pontífice el deseo
que de nuestro aumento muestra,
con que irán siempre adelante
estas cosas del Infante
en cuanto es de parte nuestra.

CONDESTABLE Éstas son dos provisiones,

y entrambas notables son.

REY ¿Qué contienen?
CONDESTABLE La razón

de diferencia que pones
entre los moros y hebreos
que en Castilla han de vivir.

REY Quiero con esto cumplir,

Condestable, los deseos
de fray Vicente Ferrer,
que lo ha deseado tanto.

CONDESTABLE Es un hombre docto y santo.
REY Resolví con él ayer

que en cualquiera reino mío
donde mezclados están,
a manera de gabán
traiga un tabardo el judío
con una señal en él,
y un verde capuz el moro.
Tenga el cristiano el decoro
que es justo: apártese dél;
que con esto tendrán miedo
los que su nobleza infaman.

CONDESTABLE A don Alonso, que llaman

«el Caballero de Olmedo»,
hace Vuestra Alteza aquí
merced de un hábito.

REY Es hombre

de notable fama y nombre.
En esta villa le vi
cuando se casó mi hermana.

CONDESTABLE Pues pienso que determina,

por servirte, ir a Medina
a las fiestas de mañana.

REY Decidle que fama emprenda

en el arte militar,
porque yo le pienso honrar
con la primera encomienda.

Vanse.

Sale DON ALONSO.


ALONSO ¡Ay, riguroso estado,

ausencia mi enemiga,
que dividiendo el alma
puedes dejar la vida!
¡Cuán bien por tus efetos
te llaman muerte viva,
pues das vida al deseo
y matas a la vista!
¡Oh, cuán piadosa fueras,
si al partir de Medina
la vida me quitaras
como el alma me quitas!
En ti, Medina, vive
aquella Inés divina,
que es honra de la corte
y gloria de la villa.
Sus alabanzas cantan
las aguas fugitivas,
las aves, que la escuchan,
las flores, que la imitan.
Es tan bella, que tiene
envidia de sí misma,
pudiendo estar segura
que el mismo sol la envidia;
pues no la ve más bella,
por su dorada cinta,
ni cuando viene a España,
ni cuando va a las Indias.
Yo merecí quererla.
¡Dichosa mi osadía,
que es merecer sus penas
calificar mis dichas!
Cuando pudiera verla,
adorarla y servirla,
la fuerza del secreto
de tanto bien me priva.
Cuando mi amor no fuera
de fe tan pura y limpia,
las perlas de sus ojos
mi muerte solicitan.
Llorando por mi ausencia
Inés quedó aquel día,
que sus lágrimas fueron
de sus palabras firma.
Bien sabe aquella noche
que pudiera ser mía.
Cobarde amor, ¿qué aguardas
cuando respetos miras?
¡Ay, Dios, qué gran desdicha
partir el alma y dividir la vida!


Sale TELLO.


TELLO ¿Merezco ser bien llegado?
ALONSO No sé si diga que sí,

que me has tenido sin mí
con lo mucho que has tardado.

TELLO Si por tu remedio ha sido,

¿en qué me puedes culpar?

ALONSO ¿Quién me puede remediar,

si no es a quien yo le pido?
¿No me escribe Inés?

TELLO Aquí

te traigo cartas de Inés.

ALONSO Pues hablarasme después

en lo que has hecho por mí.
Lea.
«Señor mío, después que os partistes no
he vivido; que sois tan cruel, que aun
no me dejáis vida cuando os vais».

TELLO ¿No lees más?
ALONSO No.
TELLO ¿Por qué?
ALONSO Porque manjar tan süave

de una vez no se me acabe.
Hablemos de Inés.

TELLO Llegué

con media sotana y guantes,
que parecía de aquellos
que hacen en solos los cuellos
ostentación de estudiantes.
Encajé salutación,
verbosa filatería,
dando a la bachillería
dos piensos de discreción;
y volviendo el rostro, vi
a Fabia...

ALONSO Espera, que leo

otro poco; que el deseo
me tiene fuera de mí.
Lea.
«Todo lo que dejastes ordenado se hizo;
sólo no se hizo que viviese yo sin vos,
porque no lo dejasteis ordenado».

TELLO ¿Es aquí contemplación?
ALONSO Dime cómo hizo Fabia
lo que dice Inés.

<poem>

ALONSO Perdonadme, manos bellas,

que leo el postrer renglón.
Lea.
«Dicen que viene el Rey a Medina, y dicen verdad,
pues habéis de venir vos, que sois rey mío».

Acabóseme el papel.

TELLO Todo en el mundo se acaba.
ALONSO Poco dura el bien.
TELLO En fin,

le has leído por jornadas.

ALONSO Espera, que aquí a la margen

vienen dos o tres palabras.
Lea.
«Poneos esa banda al cuello.
¡Ay, si yo fuera la banda!»

TELLO ¡Bien dicho, por Dios, y entrar

con doña Inés en la plaza!

ALONSO ¿Dónde está la banda, Tello?
TELLO A mí no me han dado nada.
ALONSO ¿Cómo no?
TELLO Pues ¿qué me has dado?
ALONSO Ya te entiendo: luego saca

a tu elección un vestido.

TELLO Ésta es la banda.
ALONSO ¡Estremada!
TELLO Tales manos la bordaron.
LONSO Demos orden que me parta.

Pero ¡ay, Tello!

TELLO ¿Qué tenemos?
ALONSO De decirte me olvidaba

unos sueños que he tenido.

TELLO ¿Agora en sueños reparas?
ALONSO No los creo, claro está;

pero dan pena.

TELLO Eso basta.
ALONSO No falta quien llama a algunos

revelaciones del alma.

TELLO ¿Qué te puede suceder

en una cosa tan llana
como quererte casar?

ALONSO Hoy, Tello, al salir el alba,

con la inquietud de la noche,
me levanté de la cama,
abrí la ventana aprisa,
y mirando flores y aguas
que adornan nuestro jardín,
sobre una verde retama
veo ponerse un jilguero,
cuyas esmaltadas alas
con lo amarillo añadían
flores a las verdes ramas.
Y estando al aire trinando
de la pequeña garganta
con naturales pasajes
las quejas enamoradas,
sale un azor de un almendro,
adonde escondido estaba,
y como eran en los dos
tan desiguales las armas,
tiñó de sangre las flores,
plumas al aire derrama.
Al triste chillido, Tello,
débiles ecos del aura
respondieron, y, no lejos,
lamentando su desgracia,
su esposa, que en un jazmín
la tragedia viendo estaba.
Yo, midiendo con los sueños
estos avisos del alma,
apenas puedo alentarme;
que con saber que son falsas
todas estas cosas, tengo
tan perdida la esperanza,
que no me aliento a vivir.

TELLO Mal a doña Inés le pagas

aquella heroica firmeza
con que atrevida contrasta
los golpes de la fortuna.
Ven a Medina y no hagas
caso de sueños ni agüeros,
cosas a la fe contrarias.
Lleva el ánimo que sueles,
caballos, lanzas y galas,
mata de envidia los hombres,
mata de amores las damas.
Doña Inés ha de ser tuya,
a pesar de cuantos tratan
dividiros a los dos.

ALONSO Bien dices, Inés me aguarda:

vamos a Medina alegres.
Las penas anticipadas
dicen que matan dos veces,
y a mí sola Inés me mata,
no como pena, que es gloria.

TELLO Tú me verás en la plaza

hincar de rodillas toros
delante de sus ventanas.

Fin del segundo acto del caballero de Olmedo.