El libro talonario: 17

De Wikisource, la biblioteca libre.


Escena XVII[editar]

CARLOS y MARÍA, observándole con precaución desde la puerta primera de la derecha.



CARLOS. A solas con su conciencia,
 dice Luis, y dice bien.
 Cien veces, y aun otras cien,
 quise yo de mi demencia
 vencer la furia en secreto,
 y tornar a mi María,
 y siempre me lo impedía
 la memoria de Loreto.
 ¿Qué importa ya que vencido
 ante esa puerta solloce?
(Señalando el cuarto de MARÍA.)
 
 ¡El bien nunca se conoce
 hasta después de perdido!
(Pausa.)
 
 Me desprecia y me aborrece;
 es necesario partir;
 pero antes debo cumplir
 sin vacilar, que envilece
 la duda de un solo instante,
 un imperioso deber.
 ¡Adiós, sirena o mujer!
 ¡Adiós, mi Loreto amante!...
 ¡No; dije mal!... ¡Ya no es mía!
 ¡La del llanto y el dolor,
 esa mujer es mi amor,
 no la impura alegría!
 ¡Loreto, cuán seductora,
 qué mirada tan ardiente!
 ¡Cuánta tristeza en la frente
 de María, y cuánto llora!


(Se detiene algunos instantes; después se sienta a escribir en el velador inmediato a la puerta en que observa MARÍA. Escribiendo y repitiendo en alta voz lo que escribe.)

«¡Adiós para siempre, Loreto! Una noche de angustia y de dolor ha iluminado mi conciencia y ha fortalecido mí espíritu. Todo concluyó entre nosotros. Perdóname y olvida a quien hoy quisiera olvidar delirios que le cuestan la felicidad de toda la vida y remordimientos que serán su eterno castigo. Otra vez más, Loreto, ¡adiós para siempre!... Carlos.»

(Se levanta, dejando la carta abierta sobre el velador, y marcha distraído. Después se acerca al balcón y contempla las primeras luces del día. En tanto, MARÍA aventura algunos pasos, toma la carta y lee con profunda emoción.)

 
CARLOS. Blanquea el negro capuz
 del alba la pura esencia,
 cual en oscura conciencia
 esparce el deber la luz.

MARÍA. (Leyendo.)
 
 «¡Adiós por siempre, Loreto!»
 ¡Luego su amor me prefiere!

CARLOS. Hoy el Destino me hiere.

MARÍA. (Aparte.)
 
 ¿Qué me dices en secreto,
 corazón con tu latir?
 ¿Recuerdas tal vez su amor?
 
CARLOS. ¡Me falta, ay Dios, el valor,
 y es necesario partir!