El testamento del año 1864

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El testamento del año 1864
de Manuel del Palacio
Publicado en enero de 1865 en el Almanaque Literario del Museo Universal, Madrid.
Se ha conservado la ortografía original.
EL TESTAMENTO DEL AÑO 1864.
CARTA DE UN DIFUNTO a UN NONNATO.

Desde el oscuro rincon
donde tumba me han abierto
mis torpezas en monton,
te escribo esta relacion
que te llevará otro muerto.

Tú sabes que há doce meses
vine al mundo de improviso,
 y hoy que sufro sus reveses
voy a marchar, y es preciso
que arregle mis intereses.

Aunque he vivido muy mal
te dejo bastante bien,
y respecto a lo moral
de fijo que tu caudal
dará envidia a mas de cien.

Abre, pues, firme y tranquilo
el adjunto codicilo
en que tras un buen repaso
te diré en vulgar estilo
todo lo que venga al caso.

Y si el haber muerto ya
algun derecho me dá
sobre el que a nacer empieza,
cumple lo que escrito está
y perdona la franqueza.

El codicilo que envio
redactado está por mí,
lo firma el tiempo, mi tio,
y por si sufre estravio,
a la letra dice así: -

«Próxima ya mi partida
y decretada mi suerte,
quiero dejar concluida
con la historia de mi muerte
la novela de mi vida.

Cuanto recibí en herencia
lego al que con mano ingrata
me priva de la existencia,
pues manda la Providencia
que me herede quien me mata.

Y allá va punto por punto
en el inventario adjunto,
todo lo que poseía
cuando en la tierra vivia
este mísero difunto.

Dejo a mi buen sucesor
un pueblo con mucho honor,
pero en tan sensible atraso,
que hasta marchando al vapor
parece que marcha al paso.

Dejo caminos de yerros
con percances a millares,
y del poder en los cerros,
mandando los mismos perros
con diferentes collares.

Dejo sembrada la idea
de un teatro nacional,
y un gran actor en Romea
pero el arte en general
que venga Dios y lo vea.

Dejo periódicos mil,
de cuyo estilo incivil
todo el mundo se hace cruces,
y que están, en punto a luces,
a la altura del candil.

De dramáticos autores
dejó mas de una docena
buenos, malos, y peores,
que si han hecho una obra buena
la han deshecho los actores.

Dejo a Madrid ensanchando,
a Barcelona gimiendo,
a Valencia suplicando,
a Vizcaya trabajando
y a Andalucía durmiendo.

Dejo en el Perú cuestiones
que dan mucho que decir,
incendios, inundaciones,
terremotos y elecciones
que no habrá mas que pedir.

Dejo en sucio barracon
abierta una esposicion
donde el genio, artista eterno,
a despecho del gobierno
enaltece a la nacion.

Dejo cien mil sociedades
donde se vive en ayunas
imponiendo cantidades,
y se improvisan fortunas
para todas las edades.

Dejo mendigos de ayer
atropellando el saber,
rateros que van en coche,
eruditos de alquiler
y doncellitas de noche.

Dejo, en fin, mucha esperanza
mucho secreto temor,
mucha escondida venganza,
y muy poca confianza
y mucho menos pudor.

Solo, a fuer de caballero,
perdon de una falta pido
a mi implacable heredero;
solo no dejo dinero
porque nunca lo he tenido.

Pero en cambio dejo fiel
en mi cartera de piel
que el abrirá, si no es manco,
mucho billete de banco,
es decir, mucho papel.

Conque, la tumba me llama,
y mi voz que muere aqui
solo un favor os reclama;
que no suene para mi
la trompeta de la fama.»

M. DEL PALACi0.