Enciclopedia Chilena/Folclore/Brujos

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Brujos
Artículo de la Enciclopedia Chilena

Este artículo es parte de la Enciclopedia Chilena, un proyecto realizado por la Biblioteca del Congreso Nacional de Chile entre 1948 y 1971.
Código identificatorio: ECH-2902/02
Título: Brujos
Categoría: Folclore


Brujos, Seres mitológicos.

Seres mitológicos propagados en el folklores chileno y considerados como maléficos, adeptos de la magia negra. Son incapaces de hacer el bien. Nadie nace brujo, sino que es preciso, para serlo, saber el arte, lo que presupone una inclinación a la maldad, cuya satisfacción es el incentivo del comportamiento. Se crée que existen escuelas en que enseña el arte, el que se adquiere de otros brujos. Según la creencia actual (influenciada sin duda por el criterio científico de la época) hay brujos empíricos y científicos. Los primeros aplican su arte principalmente a gente sencilla e ignorante; los segundos viven en las grandes ciudades y son más peligrosos, pues disponen de mayores conocimientos.

Aún cuando existen a lo largo de todo el país, existen ciertos centros en que predominan más, como el de El Molle (en el dpto. de Elqui); de Talagante (en el de este nombre); de Vichuquén (en el homónimo); y el de Quicaví (en el de Ancud).

En sus "Mitos y Supersticiones", Julio Vicuña C. cita la siguiente copla al respecto:

Se fué Valentín
para Vichuquén
a aprender brujo;
no pudo aprender.

En cuanto a los brujos científicos, habría en Santiago una Gran Escuela, en que los estudios duran 7 años y que concederían el título de mandarunos, equivalente al doctorado. El mismo se da tanto a hombres como a mujeres. Los mandarunos desprecian a los brujos populares; éstos los miran con recelo. Hay entre ellos la relación que existe entre el médico y la meica.

Los lugares en que se suelen reunir para celebrar sus aquelarres representan la Cueva de Salamanca, o simplemente Salamanca; en Chiloé, la Casa Grande de Quicaví. Muchos creen que hay numerosas cuevas de Salamanca, pero otros informan que ellas sólo representan las entradas a una sola gran cueva de ese nombre, que se extendería debajo de todo el país. Se llega a ella por la puerta más próxima, que puede estar en la montaña, una profunda quebrada u otro sitio escondido. Una tercera versión divide el país en tres cantones separados (Norte, Centro y Sur), cada uno con un machi a la cabeza, que sería un poderoso hechicero, dotado de autoridad sobre todos los demás brujos. Más adelante se explicará que los machis araucanos nada tienen que ver con los brujos, pues ejercitan la magia blanca, no la negra.

En Salamanca aguardan el dia del juicio final las almas de todos los brujos muertos. Son visitados, de preferencia los jueves, por los brujos vivos, que concurren transformados en animales, lo que consiguen gracias a untos que fabrican y a palabras cabalísticas que han aprendido y que pronuncian para lograrlo. Se celebran grandes y escandalosas orgías en Salamanca, sirviéndose en ellas los manjares y vinos más exquisitos en vajillas de oro y plata. Pueden ser introducidos legos a esas fiestas, pero les está vedado apropiarse de algún objeto: si lo hacen, pierden el conocimiento y se encuentran al dia siguiente botados en pleno campo. Si buscan los objetos sustraídos en sus bolsillos, encuentran huesos, piedras y objetos sucios, como estiércol.

Sobre las fiestas celebradas en Salamanca, Vicuña recogió numerosas versiones. En Talagante se le informó que un brujo había invitado a un amigo profano a la fiesta y que para llegar a ella fué necesario cruzar un rio profundo. El brujo, pasando la mano por la espalda propia y la del amigo, los transformó en terneros, pero que conservaron su cabeza humana: así pudieron nadar a través de la corriente. Al otro lado, con igual manipulación, los transformó otra vez en hombres. Presidía la fiesta un gran macho cabrío, a quien se rindió homenaje al entrar. El invitado encontró en Salamanca a muchos amigos, varios de ellos ya muertos, ignorando él que fuesen brujos. La orgía se prolongó hasta el alba.

Otro lego informó haber sido llevado a Salamanca por un amigo brujo, transformado en Chonchón. Se encontró con un antiguo deudor suyo, muerto hace años, quien le molió las costillas en desquite de lo mucho que lo había importunado en vida. Pero le pagó la deuda en brillantes y sonantes monedas de oro, que se apresuró a guardar, sin hacer caso de las irónicas sonrisas de los presentes: cayo de inmediato en un profundo sueño y despertó en un bosquecillo: el tesoro había desaparecido de sus bolsillos, transformándose en estiércol endurecido. Esto fué relatado a Vicuña en Buin.

En Salamanca, quienes hayan concurrido a alguna reunión, pierden la sombra, que les es robada, en lo que se les puede reconocer, aunque sean profanos. Los brujos pueden volar, lo que hacen transformándose en un animal alado, o cabalgando sobre una escoba y pronunciando las palabras: "Sin Dios ni Santa María". Hay quienes niegan que los brujos se puedan transformar en animales: sostienen que sólo los abandona momentáneamente su alma, para entrar en un animal.

En Santiago se informó al autor cómo se había descubierto a una bruja. Tratábase de una criada solía recogerse a veces temprano a su habitación y que no contestaba cuando se la llamaba, alegando al dia siguiente haber estado con el mal, una enfermedad repentina que la hacía perder el conocimiento. Pero una vez que se repitió este hecho, los patrones penetraron en la pieza, forzando la puerta: la criada no estaba en ella, pero frente a un espejo había una vela encendida, con pequeños potes de diversas pomadas, que arrojaron a la acequia, como cosas malas. La criada no volvió a aparecer, pero desde la noche siguiente la casa comenzó a ser rondada por una perra que gemía tristemente y que no era posible hacer alejarse: era la criada, que, por no haber encontrado a su regreso del aquelarre los ungüentos necesarios, quedó transformada en perra por el resto de sus dias. Los patrones, aterrorizados, dejaron la casa y el barrio.

En Maipo se informó a Vicuña que dos familias de campesinos estaban indispuestas por asuntos hogareños. Al enfermar un dia la dueña de casa de una de ellas, cundió la sospecha de que la vecina le había hecho el daño. Una comadre pudo comprobar que, en efecto, salía todas las noches de la casa de ésta una perra que entraba sigilosamente en la habitación de la enferma, empleando una ventanilla que quedaba abierta. El animal fué sorprendido, y recibió una soberana paliza. La comadre impidió que se le matara, alegando que era bruja y que si moría no se quitaría el daño a la paciente. Durante los dias siguientes no se vió a la vecina. Después se supo que estaba en cama, aquejada de un quebrantamiento de huesos que no la dejaba moverse: quedó en claro que había sido ella quien se había transformada en perra para hacer el daño a la vecina. Esta mejoró rápidamente, ayudada por la bruja, que temió recibir un mayor castigo, al verse descubierta.

En Santiago se informó que un padre sospechaba que sus tres hijas eran brujas. Una noche vió salir de la casa tres zorras. Corrió a la pieza donde dormían las hijas, cuyos cuerpos yacían inmóviles sobre sus lechos. Los colocó boca abajo y fuése a dormir. Al dia siguiente encontró en el aposento de las hijas las tres zorras, que aullaban lastimosamente, por no haber podido volver a animar a los cuerpos de sus hijos, debido a que se encontraban boca abajo.

Los brujos no son omnipotentes: sus malas artes pueden ser combatidas. Los estudiados saben más que los ignorantes; los viejos más que los jóvenes; los de familias brujas más que los que proceden de extrañas; un brujo puede ser superado por otro más capaz.

Los medios de que se valen para cometer son maleficios son varios:

a). La rociada. o mal tirado, que es una especie de maldición largada desde la distancia, sin que intervengan figuras ni objetos materiales de ninguna especie y que hiere de una manera fulminante. Es la manifestación más formidable del poder del brujo, reservada casi siempre para vengar injurias propias. Sólo algún amuleto muy eficiente puede proteger contra la rociada; y

b). El daño o mal impuesto, que se ocasiona por cuenta ajena, sin odio a la víctima. Este ramo es ejercido principalmente por mujeres. Para lograr el daño, se debe entregar a la bruja una prenda intima de la víctima: un cadejo de pelo, un trozo del vestido, etc.; además, se le debe proporcionar un perrillo. La bruja arranca a éste el corazón, que envuelve en la prenda recibida y que hiere en seguida furiosamente con un alfiler, pronunciando horribles conjuros. Este acto, en que se invierte el orden de los acontecimientos y se usa la magia simpática, se crée suficiente para imponer el mal.

Algunas brujas trabajan con dos maniquíes, uno macho y otro hembra. La prenda es clavada por ella con un alfiler en el sitio en que se desea producir el daño, después de lo cual la bruja hace sus conjuros.

Otro procedimiento consiste en echar a hervir en una caldera llena de agua, un sapo, una lagartija y un murciélago, a los que se agrega la prenda, pronunciándose finalmente los conjuros, acompañados por visajes extraños y movimientos convulsivos, y volcando la caldera de un puntapié.

La consecuencia de estas manipulaciones serían que la víctima siente un dolor de costado, que su estómago no tolera los alimentos, que los miembros motores se debilitan, etc., todo lo cual comienza moderadamente y se intensifica poco a poco, hasta lograr la muerte por consunción.

Se sostiene ser fácil reconocer si alguien es brujo: basta para ello colocar debajo de su asiento una tijera abierta en cruz: si lo es, no podrá alzarse mientras esté ahí la tijera.

El mejor amuleto es una cruz de plata llevada colgada sobre el pecho: al recibir una rociada, se ennegrecerá, pero impedirá su efecto. En cuanto al mal tirado, sus consecuencias se podrían eludir guardando en el bolsillo la colilla de un cigarro fumado por el mismo individuo un dia viernes, o un dientecillo de ajo (planta que inspira horror a los brujos). Si el daño ya se ha producido, el paciente deberá buscar de inmediato una gallina negra que no haya conocido gallo, para humedecer con su sangre la parte afectada por el mal. Aplicado a tiempo, este remedio sería infalible.

Si se recela que un brujo esté escuchando lo que se conversa, debe decirse:

Martes hoy, martes mañana,
Martes toda la semana.

La eficiencia de la fórmula provendría de que los brujos serían sordos los dias martes: al pronunciarla, lo quedarán por el resto de la semana.

A pesar de su poder, los brujos son pobres, pues sólo pueden llevar consigo 2 reales (25 cts.), y sus servicios no son remunerados con mayor cantidad.

Ellos custodian los entierros, que pasan a pertenecer después de un año a los brujos si no han sido recuperados por otros. Se encarga de su custodia a uno de ellos, en quien se produce cierto desdoblamiento de la personalidad: una parte de ella permanece igual, mientras que la otra se transforma en un animal que cuida el tesoro. Si se acerca a éste un buscador, el brujo desvia el entierro, haciendo imposible dar con él. Al fallecer el brujo, el entierro queda sin custodia hasta que los demás brujos le nombren un reemplazante. En el lapso intermedio, es posible hallarlo. Tales tesoros sin custodia son llamados entierros huachos. Por lo demás, todos los entierros pueden ser encontrados el Viernes Santo.

Para producir sus maleficios, los brujos emplean a me­nuda brebajes en que entran ingredientes extravagantes y asquerosos, como también a veces venenos.

La creencia en los brujos está todavía muy divulgada, aún en personas que niegan su existencia. El pueblo los teme, lo que dificulta la indagación acerca de ellos, pues las personas crédulas (y que podrían proporcionar las mejores informaciones) se nie­gan a transmitir sus conocimientos.

El pueblo no relaciona, sin embargo, el brujo con el diablo, que considera como dos entidades diferentes; algunos estiman, sin embargo, que los inspira en sus actos el diablo, por la maldad que se encarna en ellos. Por eso se les hace invocar también al diablo en sus conjuros.

También Francisco J. Cavada se refiere a la institución en su libro "Chiloé y los Chilotes", y ya se indico que en el archipiélago ellos desempeñan un papel importante en las creencias populares. Forman una sociedad que tiene su centro en la Casa Grande o cueva de Quicaví, y tienen pacto con el diablo, cuyo fin es causar enfermedades por medio ocultos y misteriosos, especialmente por las virtudes secretas de ciertas plantas y raíces y prestándose mútua ayuda en otras empresas tenebrosas.

El aprendizaje está sujeto a pruebas difíciles. Para habituarse al crimen y ahogar sus sentimientos de compasión, se obligaría a los candidatos a asesinar incluso a parientes cercanos, pero este requisito se llenaría sólo raras veces. El candidato debe permanecer 8 a 12 noches (según otros, 40 dias y 40 noches) recibiendo el augua del Traiguen, a fin de que se borre el bautismo, y durante ese tiempo deberá alimentarse únicamente de harina tostada, a fin de hallarse siempre ágil y suelto.

Otra de las pruebas consiste a que somete al candidato, es tirarle desde cierta altura una calavera humana: si la recibe bien, con ambas manos, será un buen brujo.

Antes de volar, un brujo lanza la exclamación:

- ¡Arrealhue!

Cavada la deriva de arre (castellano) y alhue, diablo (araucano), pero en realidad alhue no significa diablo (como cual se podría considerar huecufe, aunque su sentido es más lato, faltando en esa lengua el concepto del diablo), sino que es alma, ánima, lo que da un sentido claro a la expresión: el brujo invita a su imágen espiritual a levantarse a los aires, no invoca, como dice Cavada, el auxilio del demonio.

El brujo no come nunca sal, por lo menos en la cueva; fuera de las reuniones puede consumirla, pero debe tomarla siempre con el dorso de la mano. Esta aversión tiene su causa en que se puede matar a un brujo si se le dispara con sal como proyectil de una escopeta. No se puede lograr lo mismo con explosivos, fierro o plomo.

Además, el brujo considera como semi-sаgrada una comida соn sal, por su aplicación y simbolismo en el culto. Por la misma razón, si pronunciara la palabra de Dios en la cueva, ésta se desplomaría sobre él. Se explica así también su aversión contra todo lo blanco, símbolo de la pureza, que lo obliga a alimentarse únicamente de carne de vacunos, corderos o gallinas que sean de color negro. Se cuidan mucho de no acercarse a un sacerdote, ni siquiera para hacerlo objeto de sus maleficios.

Hacen que sus víctimas se queden dormidas, a fin de poder penetrar en sus viviendas, para sajarles las espaldas, los brazos o las piernas con uñas de coo (pequeña lechuza), laucarle (arrancar de raíz) el pelo (para someterlo a las manipulaciones ya indicadas), etc., es decir, para apoderarse de una prenda del paciente. Para lograr que una persona se quede dormida, es preciso conocer su nombre de pila. A fin de poder penetrar en las casas, el brujo es capaz de hacer que le obedezcan los perros guardianes, debiendo conocer para ello igualmente sus nombres.

El brujo hace ver al paciente la imágen del autor de algún maleficio en un challanco (vidrio mágico).

Para poder entrar a las casas, el brujo debe rezar tres credos al revés. Cada brujo cuida sólo de doce casas, a las que tiene libre acceso sólo los martes y viernes.

Puede quitar la razón a cualquiera persona mediante brevajes, o valiéndose de un aguja que ha hecho pasar por los ojos de una lagartija. Puede llevar por los aires a otra persona, pero sólo hasta una cuadra de distancia. Puede infestar con gérmenes de epidemias a la ropa dejada a secar en el patio.

Puede hablar con los muertos, para lo cual es preciso que lo exhuman y lleven al templo, donde lo sacan del ataúd, lo ponen de pie, azotan con varas de chaura y hacen quejarse. Acompañan cada latigazo con apóstrofes en que recuerdan al fallecido los malos actos de su vida o la causa del resentimiento que tiene con él el brujo. Esta profanación la realizan sólo por venganza.

Los brujos pueden transformarse en perros o gatos negros y en ciertas aves agoreras, como el coo, el deñi y otras. No emprenden el vuelo en persona, sino que lo hace su segundo yo, o ánima. La facultad de volar está bien expresada en el mito de La Voladora de Chiloé.

Pueden hacer bajar o subir las aguas de un rio, empleando para ello la exclamación de "¡Calma, Traiguén!", o de "¡Olque, Traiguén!" respectivamente.

Son capaces de desorientar a un transeunte, haciéndolo perder hasta el camino a su casa.

Las principales enfermedades que causan son laucaduras (alopecía), cachin (escrófulas y úlceras inveteradas), parálisis, tortícoli, "consunción" y otras. La "consunción" la provocan apoderándose de saliva de la victima, que sacan echándola al fuego.

Para hacer el daño a alguna persona, el brujo procede a examinar la sangre de la víctima, sajándola: si ve que es pobre y débil, le tira el mal; en caso contrario, se aleja sin hacerle ningún mal.

Cuando alguien desea consultar al Presidente del aquelarre de los brujos, se le obliga a ingerir previamente una buena cantidad de copas de un brevaje compuesto de alcohol y otras substancias embriagantes que le ofrece aquel.

Para asistir al aquelarre es preciso ser miembro del gremio de los brujos y rendir homenaje al chivato de la cueva, que se coloca a su entrada de ella. El acto se realiza mostrándole el trasero.

Hay diversas manera para reconocer a un brujo. Se le reconoce si estornuda cuando se echa un puñado de afrecho en el fuego; si no es capaz de salir de una pieza mientras permanezcan abiertas o en cruz las tijeras; si le llora la vista derecha (lo que revela que su ángel bueno, que siempre ocupa la derecha, llora por él); si no es capaz de entrar en una casa cuando tiene cerradura de hierro o de dos agujas puestas en cruz; si le ladran las perras, pero no los perros.

Cuando realizan su aquelarre, cahuín u holgorio, se escucha música debajo de la tierra.

Si se encuentran algunas gotas de aceite en el piso de una casa o en su patio, es de suponer que por ahí pasó un brujo, pues éste alimenta con aceite humano la luz que lleva en el macuñ (chaleco mágico), que es otro atributo del brujo.

No puede éste llevar plata ni fierro, ni acompañarse del que los lleve. Si es sorprendido ejerciendo su arte, fallecerá dentro de un año. Para librarse de ser denunciado a la autoridad, deberá pagar en rescate un cerdo que de una botija de manteca o un ternero de un año.

Cuando en alguna reunión se habla mal de un brujo y se desea que no entere de ello, a fin de evitar una venganza, se deben pronunciar estas dos frases: "Hoy es martes, después será viernes; que no lo oigan los perros" y "Lunes, martes y domingo, tres; no lo oigas".

La creencia en los brujos es tan arraigada en Chiloé, que el obispo Ramón Ángel Jara se vió en la necesidad de ordenar verdaderas campañas para combatirla. Hubo en 1880 un proceso de gran revuelo sobre brujería en la Isla Grande, cuyos resultados se publicaron en un folleto (véase Pedro L. Ferrer, Hist. Grl. de la Medicina en Chile, Talca, 1904).

En Chiloé, se considera como instrumentos de los brujos al Invunche y al Chivato. Los brujos cruzan el mar a espaldas del Caballo Marino. El Caleuche está tripulado por brujos. Las Voladoras son brujas.

Vicuña Cifuentes opina que "es ocioso consignar que nuestros brujos son esencialmente iguales a los de España, Francia, Alemania y demás países europeos. Su orígen se pierde en la antigüedad más remota, pero sólo en la Edad Media quedó su tipo definitivamente fijado, en armonía con las preocupaciones de aquella época, tan hondamento conmovida por los terrores supersticiosos".

Aún cuando no cabe duda que la influencia española ha sido grande en los mitos sobre brujos que circulan en el país, ella no ha sido única. En efecto, los araucanos también los conocían, antes que llegaran los españoles. Ellos los llamaban calcu. Gran parte de los atributos que se cree en Chiloé que son característicos para los brujos, provienen de la mitología araucana, no de la europea. Pero también en el resto del país se han combinado elementos europeos y araucanos.

Por lo general, es fácil reconocer a éstos cuando llevan nombres araucanos, como ocurre con muchísimos de Chiloé (traiguén, alhue, laucar: de laucan, arrancar el pelo, coo, deño, challanco, macuñ, invunche, caleuche, etc.)

Pero la concepción misma del brujo es distinta en Europa y entre los araucanos. Estos últimos hacen un claro distingo entre la magia blanca y la negra. La primera está a cargo de los machis; la segunda, de los calcu. Estos últimos emplean los para ocasionar daño a los mortales, entendiendo por huecufü a todo aquello que lo puede ocasionar (un veneno, algún bicho, piedra, punta de flecha, etc. introducido en el cuerpo, etc.). Normalmente, el individuo no debe enfermarse; si ello ocurre, se debe siempre a que un calcu le ha hecho el daño, le ha tirado el mal. Como ya se dijo, los araucanos, si bien conocen a un Ser Supremo (Veáse Pillan, Nguenechen, Nguenemapun), carecen del concepto del diablo, pero las funciones de éste son desempeñadas, de cierta manera, por los calcu. Se les considera, por consiguiente, como individuos mal intencionados que se encuentran permanentemente al acecho para ocasionar un daño a otros. Lo hacen, en gran parte, por simple afición al mal, pero también a instancias de terceros que emplean sus servicios para ese fin.

Los machis son los encargados de contrarrestar las acciones de los calcu: descubren la causa de la enfermedad, extrayendo el mal (huecufü) del cuerpo, lo que permite que éste sane. Además, revelan quien lo ocasionó, de modo que se puede castigar al calcu. Su acción es, pues, benéfica, es magia blanca.

Esta última institución no existe en la cultura occidental. Ella admite únicamente la existencia de la magia negra, reforzada todavía por la figura del Diablo. La magia blanca es desempeñada, hasta cierto grado, por los sacerdotes, que la desempeñan además de sus funciones estrictamente religiosas. Los araucanos no conocían el sacerdocio como especialización, o mejor dicho, sus funciones eran desempeñadas por individuos respetados que se limitaban a dirigir los nguillatunes, destinados a ofrendar a Pillán o Nguenechén. No combatían, en cambio, ni al Diablo ni a los brujos, ni intervenían ellos en los actos religiosos. Cuando desaparecieron los machis en Chile, quedó, sin embargo, la creencia en los brujos, y ahora se encarga la Iglesia de combatirlos. Aquella institución se compone ahora de elementos europeos, traídos por los españoles, y araucanos, que ya estaban arraigados antes en el país.

Las interpretaciones de sus elementos son muchas veces difíciles. Cavada, p.e., con criterio europeo, considera la preferencia por el color negro de los brujos como una exteriorización de su repudio a lo limpio, sano, moral, simbolizado en el color blanco. Puede ser así. Pero es también posible que la preferencia por el negro, que tienen los brujos, se explique por una influencia de la cultura de los agricultores, con religión lunar, en que los actos mágicos siempre se realizan de noche, por usarse las fuerzas de la luna para tener éxito. También el machi araucano realiza sus machitunes sólo después de la puesta del sol, y su color es el negro, que es el del astro nocturno.

Si se va en Chile a culturas más primitivas que la araucana, se explica aún mejor la función de los machis y calcus. En la Isla Grande de Tierra del Fuego, p.e., habitada por los sélcnam, había ciertos individuos dotados de un poder extraordinario, los jon. No desempeñaban funciones religiosas (que tampoco corresponden a los machis, ni mucho menos a los calcus araucanos), sino netamente mágicas, pero ellos reúnen en su persona la magia blanca y la negra. También los sélcnam créen que toda enfermedad, todo malestar, todo daño corporal, es ocasionado por un jon enemigo; el saneamiento se realiza por un jon amigo. El tratamiento es esencialmente sugestivo y se realiza aparentando extraer del cuerpo la causa del mal (el huecufü de los araucanos). Para tener conocimiento de los hechos ocurridos, el jon de los sélcnam dispone de un segundo yo, el huaiyuhuén, que es una especie de ánima o alma (el alhué de los araucanos), al que puede enviar a grandes distancias para averiguar noticias (hasta la luna, y aún más allá, dicen). Este huaiyuhuén puede ocasionar también daño a otra persona, penetrando en ellas "como una flecha invisible" y ocasionándoles la muerte. A veces se combaten los huaiyuhuenes de diferentes jones.

En el fondo, todos estos elementos se encuentran en las creencias populares sobre brujos. La diferencia entre los machis y calcua araucanos y los jones sélonam consiste en que aque­llos representan un desdoblamiento de estos últimos, en el senti­do de haberse separado la magia blanca de la negra.

En cuanto a los machis y calcus, existe la diferencia de que los primeros actúan públicamente, realizando sus actos en presencia de testigos, mientras que los últimos se mantienen ocultos, eludiendo todo contacto con profanos. En Chiloé se sostiene incluso que morirán dentro de un año al ser sorprendidos. Este carácter esotérico de los brujos hace que se les atribuyan muchas condiciones que no tienen y actuaciones que no realizan. La fantasía tiene un campo casi ilimitado en esta materia, y la mayor parte de lo que se informa de ellos pertenece únicamente a su reino. Pero, por otra, es evidente que existen individuos que usan los medios de los brujos para ocasionar daños. Es decir, aplican la magia simpática a prendas de la personas a que pretenden dañar; le dan de beber venenos o brevajes, etc. Incluso podrá ocurrir que, por via de sugestión, propia o ajena, una persona se crea realmente brujo. En todo caso, la mayor parte de lo que se atribuye a los brujos es netamente fantástico, mientras que los métodos que aplican los machis pueden ser analizados racionalmente. Aun así resulta que parte de ellos consisten simplemente en habilidades adquiridas (ventrilocuismo, prestidigitación, hipnotismo, etc.), pero aún éstas pueden producir en ciertos tratamientos, sin lugar a dudas, resultados benéficos, debido a la sugestión que pro­viene de ellos.