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Enciclopedia Chilena/Folclore/Candelaria, Fiesta de la

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Fiesta de la Candelaria
Artículo de la Enciclopedia Chilena

Este artículo es parte de la Enciclopedia Chilena, un proyecto realizado por la Biblioteca del Congreso Nacional de Chile entre 1948 y 1971.
Código identificatorio: ECH-544/79
Título: Fiesta de la Candelaria
Categoría: Folclore


Candelaria, Fiesta de La.

Folk.

Celebración de homenaje dedicada a la Virgen de La Candelaria, y cuya fecha propia es el dos de febrero.

A la inversa de la mayoría de nuestras fiestas rituales folklóricas de romería, que obedecen a una localización geográfica privativa, la de La Candelaria tiene una dispersión múltiple, siendo sus lugares de práctica más destacados, Copiapó, en la provincia de Atacama, y Carelmapu, en la de Llanquihue.

La peregrinación nortina congrega en el presente como a cinco mil personas, iniciándose el veinticuatro de enero y culminando el día ya indicado con una vigorosa procesión. En contraste con la complejidad social y magnificencia ornamental de la indumentaria de las festividades de Andacollo y La Tirana, y con la riqueza musical y coreográfica de esta última, el homenaje atacameño se distingue por su elemental organización y por la sencillez general de su vestuario, danzas, cantos e instrumentos.

El sitio preciso de su realización es la llanura existente entre una vieja iglesia y la nueva de San Fernando, distante a 3 km. al E de la ciudad de Copiapó. Allí se veneran dos imágenes: una de considerable antigüedad y rústica condición morfológica, y otra, que data de este siglo, ricamente ataviada.

Ante ella bailan grupos de promeseros, todos de sexo masculino, en su mayoría formados por trabajadores de la mediana y pequeña minería de los contornos, sin mayores alardes de trajes decorativos, como ya queda dicho, sobresaliendo las fajas, pantalones, culeros, gorros y turbantes, bordados con adornos fitomórficos y geométricos polícromos, predominando los colores azules y verde.

la coreografía es simple, basada en dos filas paralelas de participantes, en cuyo espacio central evolucionan los de mayor destreza y categoría, descollando no sólo por estos factores, sino también por los atuendos de mayor sello ceremonial que lucen. Este tipo de danza se apoya en la ejecución de cajas, tambores y flautas monófonas de madera o caña, todos de fundamental efecto rítmico. El resto de los elementos musicales corresponden a los cantos, siendo los más arcaicos y representativos de una melodía limitada interválica y naturaleza salmódica, desarrollada con compás de 3/8 ó 6/8, y la mayoría de las veces con intervención de un solista coreado cada dos veces, al unísono, por el grupo al cual pertenece. Con la transcripción de un trozo del texto poético de uno de los cantos en referencia, podemos conocer las características de su contenido:

"Reina y Madre Candelaria,
aquí venimos llegando;
bandera, flauta y tambor,
hoy te vienen saludando."


"Recíbenos, Candelaria,
recíbenos, por favor,
somos tus fieles romeros
que adoran tu altar mayor".

Otras expresiones cantadas están en la línea de los himnos eclesiásticos, y son especialmente escuchadas durante el desarrollo de la procesión, el día final de la fiesta. Entre ellas encontramos composiciones tan conocidas en Chile, e indudablemente ya folklorizadas, como la que comienza con la estrofa

"¡Oh María, Madre Mía
oh, consuelo del mortal;
amparadnos y llevadnos
a la Patria Celestial."

Los antecedentes históricos de este hecho religioso folklórico se evidencian desde fines del siglo XVIII, época en que los actos en honor a la Señora de Atacama se concretan en una peregrinación y en un ritual bien definidos, perpetuados hasta nuestros días; lo que no significa que esta conjunción de costumbres indígenas precolombinas y de procedimientos de evangelización católica hispana, no haya tenido un comienzo aún más remoto, de acuerdo con los tempranos afanes en este campo de las autoridades del Reino de Chile.

Con respecto a la Fiesta de La Candelaria en el extremo sur de Chile continental, ella se reduce a la celebración realizada durante un único día, en la precisa fecha del dos de febrero, y siendo su sola y máxima muestra de homenaje público, la procesión en Carelmapu, a la cual acuden cerca de cuatro mil devotos, principalmente de las provincias de Llanquihue y Chiloé.

Al término de esta ceremonia folklórica religiosa, muchos concurrentes aprovechan las horas del atardecer para visitar los sitios de entretención, que, en gran número se instalan comercialmente, donde bailan y consumen comidas y bebidas, como sucede normalmente en otras festividades del país, entre las que podemos citar la de la Virgen de Lo Vásquez, la de Santa Rosa de Pelequén, la de San Sebastián de Yumbel, en todas las cuales se produce un clima psíquico particular, muy bien captado en el caso del tema de este artículo, por la versión de un corrido recolectado por el folklorista F. J. Cavada, a fines del siglo anterior, y del cual reproducimos el fragmento pertinente:

"La fiesta de La Candelaria
se celebra el día dos,
y es en el mes de febrero,
como el año que pasó.
La gente, gran tripulina
arma con esta ocasión;
se embarca con mucho gusto
para ir la función.
Unos van por cumplir manda,
otros por vender licor,
otros por echar su cueca
en aquella diversión"...

El término tripulina utilizado en la transcripción, significa confusión, desorden.

Es incuestionable el establecimiento nacional de esta fiesta a imitación de las afines de la península ibérica, presumiblemente a fines del siglo XVIII y principios del XX.



Bibliografía

Lavin, Carlos. "Las fiestas rituales de La Candelaria". Revista Musicak Chilena, Año V, N°34. Stgo., junio-julio de 1949.


Cavada, F. J. "Chiloé y los chilotes". Stgo., 1914.