Enciclopedia Chilena/Folclore/Costumbres Campesinas

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Costumbres Campesinas (Original: Ceremonial agrario)
Artículo de la Enciclopedia Chilena

Este artículo es parte de la Enciclopedia Chilena, un proyecto realizado por la Biblioteca del Congreso Nacional de Chile entre 1948 y 1971.
Código identificatorio: ECH-2985/3
Título: Costumbres Campesinas (Original: Ceremonial agrario)
Categoría: Folclore
Autor: C. Lavín


Costumbre campesinas.

Las fincas rústicas como el cortijo, la granja y la huerta de España se adaptaron a las inmensidades del Nuevo Mundo en bien diversas condiciones. Desde California a la Patagonia las "encomiendas" otorgadas por la Corona a los Conquistadores pasaron a constituir las tradicionales "haciendas", a lo largo de los tres continentes; designándoselas por excepción, como "ranchos" en Méjico y los Estados Unidos y "estancias" en Uruguay, Paraguay y Argentina.

En las márgenes del Pacífico el creciente fraccionamiento de las heredades calificó como "fundos" a las grandes extensiones y como "chacras" a las más reducidas. Una creciente multiplicación generó en Chile las "hijuelas", las "posesiones" y las "quintas"; apartándose de la tradición con los "sitios" y las "parcelas".

En América no se perpetuaron los conceptos hispánicos de las "vegas", el "hontanar", las "majadas", las "dehesas", los "cármenes" y el "hortal", ni tampoco las "masias", los "pazos" y las "torres", pero surgieron especialidades como el indígena "bohio" del trópico y los "pagos" y "puestos" de la Argentina, aunque mas bien en calidad de conceptos.

De los personajes del agro, solamente puedo avenirse, relativamente, el campesino de Salamanca, evolucionando hacia el "charro" de Méjico; y, muchos atavíos del campesino español pueden sorprenderse, en franca evolución, al considerar el vario conjunto de la indumentaria rural de los países americanos. Ranchero, vaquero, llanero, cholo, guaso y gaucho, encabezan la lista, aunque el penúltimo interfiere con el "roto" de Chile y el último con el "pasisano" de la Argentina. Son posiblemente las alteraciones del sombrero las que más han enmendado la silueta del labriego, ya sea con el "sombrero" de los tejanos y mexicanos, en el norte, o bien del flexible o del chambergo del costado oriente del extremo sur. Chile se asimila a los países restantes con el tipo de sombrero, mas bien cordobés, la reducción máxima de la manta y su aproximación a la estampa del jinete. No se distinguen los diferentes tipos rurales por el vestir y se confirma la exclusión de un traje femenino en la gente de campo. Las adopciones indígenas son regionales y muy leves para ambos sexos.

El ganado mayor y menor (vacunos, caprinos, lanares y mulares) y especialmente las cabalgaduras tuvieron variables destinos. Las faenas taurinas solamente se perpetuaron en las naciones que unen a Méjico con el Perú; y, las reses grandes y pequeñas al encontrarse en mayores extensiones y someterse a cruzamientos extranjeros y una forzosa adaptación al medio ambiente, marcaron evoluciones, aún más sensibles en la raza equina, calificando a los países americanos entre los grandes pueblos jinetes del mundo.

En lo referente a los conjuntos la "tropa" iberica, la "tropilla" y la "manada", encontraron en Chile denominaciones exclusivas en el "piño" y el "guacharaje". Las especies animales no obtuvieron designaciones diversas al través de los tres continentes, pero incorporaron las oriundas del Nuevo Mundo, especialmente en las altas regiones andinas. Esas adopciones son escasas en Chile y solamente afectan a comarcas muy reducidas. La utilización de los animales domésticos difiere, como en el caso de todo el mundo americano, en la importancia y preferencias que en los nuevos países otorgase al caballo y al perro, en detrimento de otras especies. Naturalmente estas alteraciones tomaron mayores proporciones en el reino vegetal, al favor de las especies originales que cultivaban los indígenas, muchas de las cuales adquirieron, desde la Conquista, carácter universal. Demás está decir que los sistemas de cultivo, de aclimatación y crianza difieren en ciertos casos, no así los instrumentos, las herramientas y aperos que se mantienen en general. La excepción de la "echona", como herencia quechua, representa la hoz en el Perú y Chile, así como la "horqueta" recuerda al bieldo de España. Resultan también lógicas las alteraciones en el ceremonial de las faenas agrícolas y en especial aquellas en que intervienen las preferencias hípicas.

Con arraigo colonial vinieron desarrollándose - nunca ha decaído su afición en los campos y campamentos - las "carreras cortas" de caballo especializados, en las cuales dos guassos no solamente tratan de estimular sus cabalgaduras sino que bregan para obstruirse el paso. Se le conoce como un pasatiempo de la campiña americana, designándosele en Argentina como "carreras cuadreras", a causa de sus breves recorridos de una dos cuadras.

Del género de las actividades propiamente agrícolas hay que asociar a las pruebas anteriores la "trilla a yeguas", segunda etapa de la cosecha del trigo. Regularmente este acto implica un espectáculo que atrae forasteros de los predios vecinos y marca un jalón en el año agrícola. Se le asocian algunos ejercicios ecuestres y una concentración de regocijos populares. En los comienzos del siglo habían adquirido nombradía las trillas de Longaví, Linares, San Javier, Loncomilla, Curanipe, Yerbas Buenas, Calbún, etc.

En el propio arte de cultivar la tierra cabe citar aquellos menesteres que en Chile tienen mas bien carácter privado. Nunca pasan estos acontecimientos de los límites de una concentración comarcana y en general se circunscriben al orden familiar. Una faena tan capital para la economía chilena como la vendimia nunca ha conseguido imponerse en el calendario rural. Es por ello que, recordando en la tierra labrantía los barbechos, las "melgas" (amelgas, surcos), las eras, la parva, los rastrojos, el lagar, etc.; hay que referirse en forma abstracta al roce, la cava, la aporca, la siembra, la cosecha, el trasplante, el desgrane, la deshoja y la poda; como del reino animal hay que citar el ordeño, el beneficio de las colmenas, el esquileo, la castración, el herradero, la marcación, etc.; como episodios domésticos. Por su ceremonial se destacan naturalmente los trabajos de la vid, realizados en los días de la vendimia y el proceso de la utilización del trigo, explicando en sus sucesivas etapas de la siega, ya casi enteramente mecanizada y que implica la preparación de la parva, la trilla ya mencionada y la aventada que precede al ensacado.

En el dominio folklórico, y en el terreno de la amistad, del trato verbal y la cooperación, afloran muy diversas fases y aspectos de la vida rural, sin depender muchas veces de los usos jurídicos. Es el "derecho popular" el que se impone en las diarias contingencias de la crianza y del trabajo de la tierra; y, no se trata de bienes comunales ni de fueros de comunidades sino mas bien de un arcai­co ceremonial extendido a determinadas transacciones.

Son muchas las comarcas apartadas de América Meridional donde aún rigen la andina institución de la "minga" como una imposición milenaria de los quechuas y aymaráes y el "mingaco" generalizado por la confederación araucana. Ambas fórmulas consultan el trabajo voluntario, facilitando a la comunidad el riego de la tierra, el beneficio de algún producto o las recolecciones o guardas. De diferente índole son los convenios privados y susceptibles de clasificarse entre los contratos, cargas vecinales, peajes, tribunales de agua, turnos en las acequias y otras disposiciones relacionadas con las regueras, canales, "tacos", represas, compuertas, etc.; para llegar a terminar con los acuerdos bilaterales, es decir los que obedecen a una condición especial y concreta en los convenios. Pueden ser éstos pactos "a trato" o "a destajo", o bien ajustes "a medias" o "igualas".

Sin embargo, ninguna modalidad campesina toma una forma ceremo­nial más caracterizada que las incitaciones a la bebida, propias de los convites, cuchipandas, francachelas, "tomateras", "fiestocas" y "remoliendas". El ofrecimien­to de un vaso de vino o de licor nunca puede ser rechazado y es costumbre entre los criollos sellar este pacto con un breve diálogo al cual se alude en Chile denominándolo "hacerla con un trago". "Se la hago" dice uno al ofrecer el vaso y el otro acepta contestando "se la pago" y beben juntos. A este acto ceremonioso se le designa en Argentina como el "obligo": el invitante pronuncia su "tomo y obligo" y el invitado responde "pago"; alternando estas incitaciones si se repiten dos o más "vuel­tas".



Bibliografía

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