Hamlet (Inarco Celenio trad.)/Prólogo

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Nota: Se respeta la ortografía original de la época

PRÓLOGO.



La presente Tragedia es una de las mejores de Guillermo Shakespeare, y la que.con mas freqüencia y aplauso público se representa en los teatros de Inglaterra. Las bellezas admirables que en ella se advierten y los defectos que manchan y obscurecen sus perfecciones, forman un todo extraordinario y monstruoso: compuesto de partes tan diferentes entre sí, por su calidad y su mérito, que dificilmente se hallarán reunidas en otra composicion dramática de aquel autor ni de aquel teatro; y por conseqüencia, ninguna otra hubiera sido mas á propósito para dar entre nosotros una idea del mérito poético de Shakespeare y del gusto que reyna todavía en los espectáculos de aquella nacion.

En esta obra se verá una accion grande, interesante, trágica; que desde las primeras scenas se anuncia y prepara por medios maravillosos, capaces de acalorar la fantasía y llenar el ánimo de comocion y de terror. Unas veces procede la fábula con paso animado y rápido, y otras se debilita por medio de accidentes inoportunos y episodios mal preparados é mutiles, indignos de mezclarse entre los grandes intereses y afectos que en ella se presentan. Vuelve tal vez á levantarse, y adquiere toda la agitacion y movimiento trágico que la convienen, para caer despues y mudar repentinamente de carácter; haciendo que aquellas pasiones terribles, dignas del coturno de Sofocles, cesen y den lugar á los diálogos mas groseros: capaces solo de excitar la risa de un populacho vinoso y soez. Llega el desenlaze donde se complican sin necesidad los nudos, y el autor los rompe de una vez, no los desata; amontonando circunstancias inverisimiles que destruyen toda ilusion, y ya desnudo el puñal de Melpomene, le baña en sangre inocente y culpada; divide el interés y hace dudosa la existencia de una providencia justa, al ver sacrificados á sus venganzas en horrenda catástrofe, el amor incestuoso y el puro y filial, la amistad fiel, la tiranía, la adulacion, la perfidia y la sinceridad generosa y noble. Todo es culpa: todo se confunde en igual destrozo.

Tal es en compendio la Tragedia de Hamlet, y tal era el carácter dramático de Shakespeare. Si el traductor ha sabido desempeñar la obligacion que se impuso de presentarle como es en sí, no añadiéndole defectos, ni disimulando los que halló en su obra: los inteligentes deberán juzgarlo. Baste decir, que para traducirla bien, no es suficiente poseer el idioma en que se escribió, ni conocer la alteracion que en él ha causado el espacio de dos siglos; sin identificarse con la índole poética del autor, seguirle en sus raptos, precipitarse con él en sus caidas, adivinar sus misterios, dar á las voces frases arbitrariamente comy binadas por él la misma fuerza y expresion que él quiso que tuvieran, y hacer hablar en castizo español á un extrangero, cuyo estilo, unas veces fácil y suave, otras enérgico y sublime, otras desaliñado y torpe, otras obscuro, ampuloso y redundante, no parece produccion de una misma pluma: á un escritor, en fin, que ha fatigado el estudio de muchos literatos de su nacion, empeñados en lo ilustrar y explicar sus obras; qual, en opinion de ellos mismos, no se ha logrado todavía como era menester.

Si estas consideraciones deberian haber contenido al traductor y hacerle desistir de una empresa tan superior á su talento; le animó por otra parte el deseo de presentar al Público español una de las mejores piezas del mas celebrado trágico inglés: viendo que entre nosotros no se tiene todavía la menor idea de los espectáculos dramáticos de aquella nacion, ni del mérito de sus autores. Otros, quizás, le seguirán en esta empresa y facilmente podrán obscurecer sus primeros ensayos; pero entretanto no desconfia de que sus defectos hallarán alguna indulgencia de parte de aquellos, en quienes se reunan los conocimientos y el estudio necesarios para juzgarle.

Ni halló tampoco en las traducciones que los extrangeros han hecho de esta Tragedia, el auxilio que debió esperar. Mr. Laplace imprimió en francés una traduccion de las obras de Shakespeare, que á pesar de sus defectos, no dexó de merecer aceptacion; hasta que Mr. Letourneur publicó la suya: que es sin duda muy superior á la primera. Este literato poscía perfectamente el idioma inglés, y hallándose con toda la inteligencia que era menester para entender el original, pudiera haber hecho una traduccion fiel y perfecta; pero no quiso hacerlo.

Habia en su tiempo en Francia dos partidos muy poderosos, que mantenian literaria y guerra dividian las opiniones de la multitud. Voltaire apasionado del gran mérito de Racine, profesaba su escuela: se esforzó quanto pudo por imitarle, en las muchas obras que dió al teatro, y este ilustre exemplo arrastró á muchos Poëtas, que se llamaron Racinistas. El partido opuesto, aunque no tenia á su frente tan temible caudillo, se componia no obstante de literatos de mucho mérito ; que prefiriendo lo natural á lo conveniente, lo maravilloso á lo posible, la fortaleza á la hermosura, los raptos de la fantasía á los movimientos del corazon, y el ingenio al arte; admirando los aciertos de Corneille, se desentendian de sus errores é indicaban como segura y única la senda por donde aquel insigne Poëta subió á la inmortalidad. Pero todos sus esfuerzos fueron vanos. La multitud de papelés que diariamente se esparcian por el público, ridiculizando la secta Racinista y apurando para ello quantas sutilezas sugiere el ingenio y quantos medios buscan la desesperacion y la envidia; si por un momento excitaban la risa de los lectores, caían despues en obscuridad y desprecio, quando aparecia en la scena francesa la Fedra, la Ifigenia, el Bruto ó el Mahomet. Entónces se publicó la traduccion de Letourneur: impresa por suscripcion, dedicada al Rey de Francia y sostenida por el partido numeroso de aquellos, á quienes la reputacion de Voltaire atropellaba y ofendia. Tratóse, pues, de exaltar el mérito de Shakespeare y de presentarle á la Europa culta como el único talento dramático digno de su admiracion, y capaz de disputar la corona á los Euripides y Sofocles. Así pensaron abatir el orgullo del moderno trágico francés, y vencerle con armas auxiliares y extrangeras sin detenerse mucho á considerar quán poca satisfaccion debia resultarles de una victoria adquirida por tales medios..

Con estos antecedentes, no será dificil adivinar lo que hizo Letourneur en su version de Shakespeare. Reunió en un discurso preliminar y en las notas y observaciones con que ilustró aquellas obras, quanto creyó ser favorable á su causa: repitiendo las opiniones de los mas apasionados críticos ingleses en elogio de su compatriota: negándose voluntariamente á los buenos principios que dictaron la razon y el arte y estableciendo una nueva Poética, por la qual, no solo quedan disculpados los extravíos de su idolatrado autor; sino que todos ellos se erigen en preceptos, recomendándolos como dignos de imitacion y aplauso.

En aquellos pasages en que Shakespeare, felizmente sostenido de su admirable ingenio, expresa con acierto las pasiones y defectos humanos, describe y pinta los objetos de la naturaleza ó reflexiona melancólico con profunda y sólida filosofia, allí es fiel la traduccion; pero en aquellos en que se olvida de la fábula que finge, del fin que debió en ella proponerse, de la situacion en que pone á sus personages, del carácter que les dió, de lo que dixeron antes, de lo que debe suceder despues; y acalorado por una especie de frenesí, no hay desacierto en que no tropieze y caiga; entonces el traductor francés le abandona y nada omite para disimular su deformidad: suponiendo, alterando, substituyendo ideas y palabras suyas á las que halló en el original; resultando de aquí una traduccion pérfida, ó por mejor decir, una obra compuesta de pedazos suyos y agenos, que en muchas partes no merece el nombre de traduccion.

Lejos, pues, de aprovecharse el traductor español de tales versiones, las ha mirado con la desconfianza que debia, y prescindiendo de ellas y de las mal fundadas opiniones de los que han querido mejorar á Shakespeare con el pretexto de interpretarle, ha formado su traduccion sobre el original mismo; coincidiendo por necesidad con los traductores franceses, quando los halló exactos, y apartándose de ellos quando no lo son: como podrá conocerlo facilmente qualquiera que se tome la molestia de cotexarlos.

Esto es solo quanto quiere advertir acerca de su traduccion. La vida de Shakespeare y las notas que acompañan á la Tragedia, son obra suya, y á excepcion de una ú otra especie que ha tomado de los comentadores ingleses (segun lo advierte en su lugar) todo lo demás, como cosa propia, lo abandona al examen de los críticos inteligentes.

Si se ha equivocado en su modo de juzgar, ó por malos principios ó por falta de sensibilidad, de buen gusto ú de reflexion, no será inútil gusto impugnarle; que harto es necesario agitar qüestiones literarias relativas á esta materia, para dar á nuestros buenos ingenios ocupacion digna: si se atiende al estado lastimoso en que yace el estudio de las Letras humanas, los pocos alumnos que hoy cuenta la buena Poesía, y el merecido abandono y descredito en que van cayendo las producciones modernas del teatro.