Huelga de vientres
El fracaso de la revolución por la miseria
La propaganda más funesta, la más contraproducente, la que ha producido resultados los más desastrosos, la que ha transformado al rebelde de fiero león que era en manso cordero, en perro humilde que lame la mano del dueño que lo fustiga; la que ha convertido el hogar (si es que lo tiene) del proletario en fábrica, depósito y almacén al por mayor de carne de explotación, de cañón, de cárceles y hospitales, de prostitución, de miseria, de masa siempre dispuesta a perpetuar toda clase de ignominias y vejaciones por un mendrugo de pan; la que ha entregado atado de pies y manos al proletariado a merced del explotador para que con más facilidad le extraiga el jugo impidiéndole reivindicar sus derechos y sacudir de sobre sus espaldas el piojo que chupa su sangre, su salud, su sudor, es la insana propaganda que ha venido haciéndose hasta ahora, por los que abrogándose la pretensión de ser los únicos guías, directores y emancipadores del desheredado, del precepto religioso «creced y multiplicaos», bajo la nueva fórmula: «el hombre que más procrea es el más fuerte y el que hace más revolucionarios.»
Muy fácil es demostrar tamaña aberración y lo monstruoso de tal absurdo, si examinamos el resultado obtenido por el desastroso estado actual del proletariado español por no ir a buscar ejemplos a otra parte. Propagando la fecundidad excesiva sabían muy bien sus propagadores que el hambre y la miseria se iba a enseñorear de los trabajadores y que estos dos factores (?), al decir de los que tal criterio sustentan, «creará rebeldes para realizar y llevar a cabo la transformación de la actual sociedad burguesa en sociedad comunista.» Esta teoría ha fracasado por completo; los hechos lo han demostrado y vienen a dar razón a las teorías prácticas del Neo-Malthusianismo.
No, no es la miseria de los hogares proletarios atestados de hijos, quien podrá dar fuerza a los miembros anémicos, hierro a la sangre, potencia al cerebro, energía a la voluntad, valor al corazón, de los modernos gladiadores preparados para dar la batalla decisiva en el combate encarnizado de las reivindicaciones sociales.
No, no es el hambre de un pueblo, de una nación, de una raza, resorte capaz de sacudir las agotadas fuerzas físicas, el decaimiento moral, el anquilosis cerebral, de esas masas famélicas de pan, de justicia, de equidad, de amor, de felicidad, extenuadas de sufrir eternamente el peso abrumador de producir para el enriquecimiento de los explotadores, de dar hijos para [7] el osario de los campos de batalla; de someterse el capricho de todos los tiranos, de morirse de inanición para que nada falte en el banquete de los ricos, en las orgías de los satisfechos que gozan de la vida con la muerte de sus semejantes.
El hambre, la miseria, fantasmas reales, tangibles, que se levantan con aterrador ademán de amenaza ante nuestra vista, cuya sola sombra, la convicción de que existe, que traidora se puede introducir por las rendijas de la puerta de nuestra vivienda, nos arredra, enloquece nuestro cerebro, nos hace palidecer de espanto y abrazar a nuestros seres queridos como para protejerlos, defenderlos, de tan terrible como invisible, pero palpable enemigo.
El hambre, la miseria, dos fatídicas palabras, pero una sola y verdadera calamidad, que al escribirlas se nos oprime el corazón, entumecen nuestros miembros, hiela la sangre en las venas y un escalofrío de terror recorre nuestro cuerpo y eriza nuestros cabellos haciéndonos mirar con torva vista los rincones de nuestro aposento por si, sólo de mentarlas, se han introducido fraudulentamente por el poder de la sugestión, no son factores, a pesar de sus terribles efectos para llevar al proletariado a la conquista de su emancipación.
El hambre, la miseria, espectros repugnantes que siguen nuestros pasos prontos a lanzarse cual asqueroso reptil sobre el incauto e imprevisor viajero de la vida, para extrujarlo entre sus descarnados y mugrientos brazos y no soltarlo jamás, reteniéndolo en inmundo maridaje, haciéndole aspirar su ponzoñoso aliento dándole el ósculo nupcial que lo conduce a la muerte, no, mil veces no, no pueden ser los determinantes supremos que unan a los proletarios en masa compacta, fuerte, terrible y avasalladora para derribar el organismo burgués y alzarse en negación portentosa para acometer empresa titánica como es el barrer de la superficie de la tierra el germen de la opresión y de la tiranía y allanar los profundos surcos que tantos siglos de régimen ignorantil han cavado en el modo de ser de los humanos.
El hambre, la miseria, compañera fatídica de aquél que en la lucha por la vida está predestinado, por el mero hecho de nacer de un vientre proletario, a sobrellevar sobre sus encorvados hombros el peso de todas las injusticias sociales, los rigores de todas las inclemencias de la madrastra Natura y las ambiciones de los explotadores que se sirven de él y especulan con su carne miserable, sin cuidarse de ver que esa masa carnosa llamada «obrero» que da su cerebro a la bruta y patente máquina de hierro que carece de él, es un ser sensible, un ser humano que posee estómago, que está dotado de un corazón capaz de sentir los más nobles y puros sentimientos de honradez, virtud e ideal mil veces más sublimes que los del canalla explotador que le roba el derecho a la vida, no puede ser nunca elementos de unión y de amor entre los hombres y sólo sí, un agente que se aprovechan de él los que hacen su agosto agitando las masas ignorantes en beneficio y provecho de sus maquiavélicos deseos de medro, impidiendo por lo tanto el logro de la redención.
El hambre, la miseria, no conduce a la Revolución de humana emancipación tal como los propagandistas de generosos y redentores ideales pretenden, pues, si esas dos terribles plagas azote de los desheredados hubiesen de conducir a tan suprema belleza, tiempo ha que ésta se hubiese realizado ya que no creemos que jamás tal monstruo se haya separado del dominio de los pobres.
Ved a los hambrientos azorados huyendo de las comarcas donde, por el egoísmo de la propiedad privada, los campos no producen, y, en vez de apoderarse de esa tierra dejándola a disposición de los que quieran cultivarla, respetan esas parcelas de terreno acaparadas por unos cuantos que son incapaces de hacerla producir.
Ved a los labriegos de Andalucía enloquecidos por los gritos de angustia de sus hijitos que les piden pan, en vez de alzarse airados contra los causantes de su desgracia, recorren los campos como los lobos para arrebatar a los pastores las ovejas del rebaño, despedazarlas y, sin más sazonamiento por la sangre caliente manando de los despojos de ese inofensivo animal, comerse la carne cruda para aplacar el hambre.
Ved a todos los miserables, ya sean campesinos, ya obreros de ciudad, asaltando los vapores de emigrantes para huir de la región donde el hambre impera dejando en paz a sus burgueses, a sus amos, a sus explotadores que ven con alegría disiparse la nube de amenaza con la deserción de los hambrientos.
La miseria, el hambre, sólo sirven para que luchen los hombres entre sí, asesinándose ora en cruentas guerras fratricidas, ora en desastrosas huelgas originadas por la rapacidad capitalista o la competencia de brazos producto de la insensata, desordenada e inconsciente procreación de los infelices que no teniendo pan para ellos, dan la vida a nuevos seres sabiendo que no los podrán mantener.
No; la Revolución que transforme el orden actual de cosas no será llevada a cabo por la miseria, por el hambre. En la conciencia de todos está que una Obra tan grandiosa ha de ser producto de hombres fuertes de voluntad, inteligentes de cerebro y conscientes de su estado, de su valor real en la Sociedad, de su personalidad en la tierra, y que no tengan hambre que les haga doblar la altiva cerviz ante la explotación del hombre por el hombre.
Para lograr esto, para conquistar el mundo, para implantar la justicia en él, para asegurar el sustento para todos, para desterrar de por siempre el hambre y la miseria, un recurso nos queda, uno sólo, y es: sin que nadie pierda de vista su propaganda, su medio de lucha, su ideal, recomendar, enseñar y propagar a los proletarios, además del espíritu de rebeldía contra todas las opresiones, la procreación consciente y limitada a fin de que no lancen más seres al mundo que sirvan para carne de cañón, de explotación y de prostitución; y una vez conseguido por este medio el anulamiento de estos tres manantiales de los cuales se extrae el agua que riega el árbol de la iniquidad, veréis como éste se va desecando, caen sus amarillentas hojas arrastradas por el vendaval del Progreso, y a su vetusto tronco, semejante a carcomido esqueleto extendiendo sus enflaquecidas ramas hacia lo alto como queriendo implorar la clemencia de los dioses expulsados de sus tronos por la Ciencia, Júpiter (la revolución), le enviará el rayo que haga astillas lo que resta de su antiguo poderío que se derrumbará con el estrépito de los viejos caserones faltos de apoyo, sepultando bajo sus escombros la iniquidad y el mal.
A ello pretende llegar el Neo-Malthusianismo.
Por el bienestar inmediato
Por fin el neo-malthusianismo resplandece como el medio más práctico para alcanzar un beneficio directo y de inmediatos resultados en favor de las clases desheredadas que, hasta ahora, han ido dando tumbos de una idea a otra, ora siguiendo a este propagandista de futuras bienandanzas pero nada prácticas ni beneficiosas para el presente, ora corriendo tras de aquél que predica la gloria divina pero, también, sin dar pan ni mejoramiento alguno en el momento presente que es cuando más se necesita; o bien afanoso tras de esotro que, con una maestría admirable, parece que nos quiere salvar de las miserias presentes con tal o cual forma de régimen político; y, en realidad, quien se emancipa, quien halla un beneficio directo, es el que predica o propaga sabiéndose aprovechar de la posición que, al ser pastor de rebaño, ha alcanzado, siguiendo los calamitosos tan miserables como antes sin haber obtenido otra cosa que vanas promesas que nunca llegan a ser realidades. Sí, el neo-malthusianismo ha traspasado las fronteras y ha cruzado los mares y, hoy en día, hemos ya llegado a una inteligencia común, a una sola aspiración que nos une en fuerte lazo para el logro de nuestro deseo: el bienestar inmediato. Ya estamos hartos de palabras vanas, de promesas efímeras, de luchas inútiles, de apóstoles teóricos que nos agiten a medida de su deseo y conveniencia. Hemos hallado el medio de emanciparnos solos sin directores ni jefes que nos obliguen a obrar según su criterio, hacia tal o cual fracción o escuela que en teoría son muy hermosas, sobre todo después de haber comido bien y como sobre mesa saboreando un buen café; más pasado el instante del sueño ideológico volvemos a caer en la amarga realidad del presente. Práctica, práctica deseamos y esto es lo que realizamos, quien esté conforme que siga adelante, el que no que se quede atrás y pierda su tiempo en combatirnos si así lo estima conveniente, que por eso no nos detendremos en nuestro camino ni haremos caso de sus clamores.
Luchador ¿te anima como a nosotros el deseo de ver derrumbar el estado actual de régimen ignominioso y crear una nueva forma de relaciones entre los humanos seres que pueblan el planeta para acabar con la infame explotación del hombre por el hombre?
Luchador ¿quieres ver la tierra libre de ejércitos que se asesinan en los campos de batalla por tal o cual capricho de un Czar o por el afán de robar a otra nación territorios donde abrir nuevos mercados, para mejor explotar al proletario después de haberle hecho derramar su sangre?
Luchador ¿aspiras a ver derrumbadas las fronteras, formar una patria universal sin gobiernos criminales, el suelo y las herramientas de trabajo así como la producción, perteneciendo a la Sociedad, Comunidad o Colectividad, sin propiedad particular o privada, una patria grande donde el individuo halle la satisfacción completa de todas sus necesidades sin privación de ningún género?
Luchador ¿quieres salirte del negro infierno donde te hallas sumido en condiciones tan desastrosas, crueles infames, por la rapacidad capitalista, las miras religiosas, las conveniencias políticas y el interés de un patriotismo burgués que hacen de tí el instrumento de todas sus maldades?
Luchador ¿quieres que por todos los ámbitos del globo reine una era de paz y de amor; que cese esa lucha sin tregua, desenfrenada, ardiente, en la cual se juega la libertad, la vida de los combatientes; que causa diariamente millares de víctimas; que a todas horas y momentos centenares de desheredados dan con sus huesos en las inquisitoriales mazmorras; que para burlar la persecución de los Torquemadas tengan que guarecerse saltando de nación en nación; que para romper el círculo de hambre en que los explotadores les han encerrado, tengan que abandonar su familia, sus hijos, para ir a otro lugar más humano, si lo hay en la superficie de la tierra?
Luchador ¿ansías que el obrero, el productor, el que propaga y lucha por la redención del eterno esclavo, del moderno asalariado, deje de verse por todas partes jadeante, agobiado, extenuado, acosado como a una fiera que se quiere domar, no exterminar, para que una vez vencido, dominado, cargado de cadenas, hacerlo trabajar mientras resuello le quede y si calla lo aplastan, si grita lo fusilan, y si pide justicia lo ahorcan?
Luchador ¿anhelas verte sosegado produciendo para tí y los demás sin tener que recurrir a la emigración abandonando tu familia, en busca de nuevo dueño que explote tus brazos y te arroje unas migas de pan que no basta para saciar tu hambre y que aquí te niegan?
En una palabra: ¿quieres acabar de ser sostenedor de la actual sociedad burguesa tal como hasta ahora vienes siéndolo aun cuando tú creas lo contrario?
Pues bien; si eso deseas, si tu anhelo es tan ardiente como el nuestro de lograr un bienestar inmediato, deja a un lado todos los adjetivos que pomposamente te atribuyes para indicar la fracción a que perteneces con programa cerrado y ven con nosotros a un solo fin: emancipación. Conseguida ésta, quedas en libertad de seguir la escuela que mejor cuadre a tu modo de ser y entonces podrás discutir a tus anchas, puesto que la argolla común que a todos nos retuerce el pescuezo y nos hace desgraciados, la habremos quebrado.
Declaremos el boycot a la actual sociedad burguesa ya que esta nos niega el derecho a la vida. No consintamos por más tiempo en favorecer el estado actual dándoles nuestros hijos: quien no tiene derechos no está obligado a tener deberes. No fomentemos más la explotación del hombre por el hombre procreando hijos que han de ser destinados para carne de fábrica, de explotación capitalista, pingajos de miseria y de hospital. No contribuyamos más para abastecer con nuestros hijos al militarismo y éste, falto de combatientes, la guerra pasará a la historia. Abstengámonos de poblar esta tierra donde impera la injusticia no lanzando al mundo más criaturas destinadas a una miseria cierta y nos evitaremos emigrar. Mientras tanto, como el desheredado se habrá desprendido de las cargas de una familia numerosa, tendrá una mejora inmediata comiendo entre tres lo que había de repartir entre seis. Siendo menos los trabajadores que han de competir para un jornal, podrán fácilmente rebajarlas horas de trabajo hasta llegar a la abolición del salario, obteniendo, desde los primeros momentos, ventajas inmediatas. Logrando hallar trabajo por la carencia de brazos, no habrá quien se preste para las faenas militares y policiacas y por consiguiente el día que suene el clarín de la reivindicación estarán seguros de la victoria.
Procrear familia numerosa sin poder alimentarla y huir emigrado, es una cobardía.
Procrear familia numerosa sin medios de darla pan condenándola a la miseria, es criminal.
El que ama la vida y la libertad no procrea en la esclavitud.
Por qué propago la huelga de vientres
A propósito de mi artículo anterior, publicado en A Vida, de Oporto, y para quien van destinados los que a continuación le siguen, como refutación a las gratuitas difamaciones que los adversarios del neo-malthusianismo de España me dirigen, un sin fin de protestas y lamentaciones ha llovido sobre mi mesa de trabajo manifestando las primeras su opinión contra los que, teniendo la misión de ilustrar al sencillo proletario sobre cuestiones tan serias y de tanta trascendencia como las concernientes a la procreación, higiene y ejercicio sexual, se encierran en un silencio criminal que sólo dos causas puede justificar: o bien se hallan influidos por atavismos religiosos-patriótico-burgueses, o bien, hallándose libres de estos prejuicios, no quieren prestar su cooperación para que el proletariado se vea libre del yugo de la natura, que le condena a morir de hambre por no morir de amor o viceversa, para así explotar mejor a la masa hambrienta dándole esperanzas de una gran revolución que dará satisfacción a los pobres en contra de los ricos, esperanzas idénticas a las que todos los sacerdotes de todas las religiones, dan a su crédulo rebaño, entreteniéndolos en su estado de resignación con la milagrosa frase: ¡tiembla, pecador; el día del juicio final se aproxima! –que equivale a la que a menudo leemos en los periódicos: ¡tiembla, burgués, el día de la revolución social!– sólo que estas últimas no tienen más eficacia que la de provocar la hilaridad de los explotadores, haciendo un gesto que expresado gráficamente quiere decir: tontos, aquí me las den todas.
Las segundas expresan la sinceridad del que, por desconocer el medio de que puede valerse para gozar del amor sin que dé por resultado un embarazo no deseado, se halla cargado de familia y solicita que cuanto antes sea posible se divulguen los procedimientos tan humanitarios y de tanta utilidad para el desgraciado trabajador, víctima de la codicia de todos los malvados.
Pues bien, como no necesito que haya una masa famélica para formar electores que recreándoles los oídos, dándoles por todas sus aficiones, prometiéndoles el sol, la luna y las estrellas, me den sus sufragios para ser diputado, o concejal, porque no soy político; como no he de menester una masa de pobres para justificar la hipócrita caridad cristiana, ni predicarles recompensas futuras, para explotar su candidez, ni sustraerles los céntimos del bolsillo haciéndoles creer en un Dios que no existe, ni en mundos celestiales dignos de los soberanos papanatas que creen en tales paparruchas, porque no soy religioso; como no me precisa que haya grandes masas de proletarios para formar numerosos ejércitos que defiendan fronteras ni intereses coloniales, puesto que no tengo patria; como he logrado extirpar de mi ser los instintos de guerra y no sueño en grandes revueltas populares que sólo sirven para que el pueblo sea asesinado por sus propios hijos con gran contento de los agitadores y periodistas, que realizan pingües beneficios relatando las hecatombes proletarias, porque esos procedimientos represivos y dolorosos lastiman mis sentimientos de humanidad; como no soy agitador redentorista, no veo la necesidad de una masa de miserables que me erija en su santón y jefe; como no soy embustero ni capitán Araña, no creo en la teoría que nuestros doctos y sapientísimos directores de muchedumbres formulan: que a mayor número de hambrientos, mayor número de rebeldes, por entender que el hambre en tu casa y no en la mía, es lo que castra las energías de los padres de familia que se ven obligados a someterse, muy a pesar suyo, lo reconozco así, a las imposiciones del burgués, para no ver padecer de hambre a sus hijos, y que esas hipócritas jesuitas y salvajes frases, que dan a entender se desea que el trabajador se vea en continuo tormento, son propias para los que se dedican a explotar y sacar el jugo de las miserias humanas. Por entender que mientras nos contentemos con lamentar, lloriquear y vituperar del mal estado social actual, llevando a cabo, de cuando en cuando, alguna huelga para ir matando el tiempo no resolviendo nada; por entender que mientras el proletario vaya procreando hijos y más hijos para abastecer los cuarteles, las fábricas, los lupanares y todo el engranaje con que vive la actual sociedad, todo cuanto se haga será totalmente inútil; es por lo que, como complemento a las propagandas de huelga política, militar, religiosa y del salario, propago yo también la huelga de vientres, como el medio más rápido para acabar de una vez, restando todas las reservas a la burguesía, con el régimen social actual.
Y por entenderlo así no tengo inconveniente en que la masa destinada a ser comparsa y víctima de los actores de la comedia humana, se rebele contra los empresarios de muchedumbres que estimulan al fomento de la carne de cañón, aconsejándoles la procreación abundante, espontánea (!) en detrimento del mejoramiento de la raza y de la manumisión del proletariado.
Efectos de la moral religiosa
Hasta el presente la mal llamada moral religiosa, esa moral que permite las mayores felonías mientras queden ocultas, censura todos los libros de enseñanza y prohibe terminantemente tratar en ellos de asuntos sexuales. Por eso vemos en todos los textos que han de servir para las escuelas, tratar de todo menos de los órganos sexuales y reproductores del hombre y de la mujer. En los que tratan ciencias físicas y naturales, nos presentan la descripción detallada del esqueleto humano, del sistema y funcionamiento muscular, de las articulaciones, del aparato circulatorio, del digestivo, del respiratorio, del nervioso y nada más, representándonos en láminas un hombre mutilado puesto que carece del organismo reproductor; ni miembro viril ni testículos. De la mujer, ¡tontería! no se hace mención de ella para nada porque es... pecado.
Por mucho tiempo aún nos hallaremos bajo ese dominio rutinario, pues vemos que ni las modernas ediciones de libros hechos para las escuelas llamadas libres, se han podido exonerar de esas rutinas o prejuicios religiosos y nos presentan los libros de ciencias naturales lo mismo que los de los católicos en lo concerniente a la descripción de los órganos sexuales del hombre, y no tienen suficiente valor moral para presentarnos un hombre entero sin que le falte nada, y respecto a la mujer brilla también por su ausencia precisamente cuando es quien más interesada está en conocer su organismo reproductor, evitándola los infinitos perjuicios que su desconocimiento le ocasiona.
Así la vemos cuando niña, en llegando a la edad de los menstruos, sorprendida, llena de pánico o confusa y avergonzada, cuando ha lugar su primer flujo menstrual que la revoluciona y no acierta a comprender la causa, por más que lo pregunte a sus ignorantes compañeras o a su madre que tampoco lo sabe, y si algo le explican no es tampoco la verdad.
Llegamos los dos sexos a la pubertad desconociendo por completo nuestro funcionamiento orgánico, y si hay quien se preocupa por saber algo tiene que recurrir a obras de medicina que cuestan caras, no estando, por consiguiente, al alcance de los desheredados de la fortuna, o bien ha de servirse de esos libritos baratos que se hallan inclinados más pronto hacia la pornografía que a un fin instructivo; el asunto es sacar dinero. Así, pues, las tres cuartas partes y media de los hombres nacemos, vivimos y nos sorprende la muerte sin conocer los nombres de los organismos sexuales y sólo nos damos cuenta de éstos, por el instinto animal que periódicamente en ellos se manifiesta, más bien como deseo lujurioso que como verdadero ejercicio fisiológico. Si los hombres estamos a esa altura ¿qué diremos de las pobres mujeres, bocado exquisito que todos deseamos saborear, víctimas de todas nuestras artimañas y engaños para nuestros fines personales, aun cuando pretendamos hacer ver que la queremos emancipar e instruir, pues deseamos tenerla siempre bajo nuestro dominio, respecto de sus funciones biológicas? ¡Infeliz mujer; la casan, no goza, engendra, alumbra, cría, vuelve a parir y ni sabe cómo esto tiene lugar! Verdaderamente, la funesta moral religiosa nos tiene aún, respecto a las cuestiones sexuales, tan ignorantes como en los tiempos primitivos.
Substancias químicas naturales para evitar el embarazo
«Amor procreación» y «amor voluptuosidad» son dos cosas bien distintas y bien definidas la una da la otra. De la primera no trataré en este modesto trabajo que no tiene más pretensión que la de divulgar algunos conocimientos, y sólo me concretaré al segundo caso que es el objeto que nos interesa, es decir: gozar del amor intensamente evitando el resultado no deseado; el embarazo de la mujer.
Las fórmulas que hallamos a mano son: los medios mecánicos, los químicos, la retirada a tiempo y la cópula cerrada o vulvar.
De estas fórmulas dejo a un lado los medios mecánicos entre los cuales se hallan el condón, el pesario, la esponja, la borla de seda absorbente, &c., &c. No es que los aparte por creerlos inútiles, no; simplemente porque su descripción, manejo y efectos, haría demasiado largo este trabajo y además porque a muchos repugna todavía el uso de esos preservativos. De todas maneras en caso de enfermedad contagiosa o peligro de muerte para la mujer en caso de un embarazo, vale más usar el condón que abstenerse de la cópula.
No trataré tampoco de la retirada a tiempo, por los perjuicios que a la larga puede ocasionar en el hombre, y, además, porque tal procedimiento no satisface tampoco la voluptuosidad. Sin embargo, vale más retirar a tiempo que fecundar a una mujer no hallándose en condiciones para resistir un embarazo.
Vamos, pues, a ver el concurso de la química qué ayuda nos presta para satisfacer nuestra necesidad de amar. Nos emancipamos de las leyes divinas por absurdas, con el estudio de la física, queremos emanciparnos de las leyes humanas (sociedad actual) por ser contrarias al libre desenvolvimiento del hombre, con el estudio de la sociología ¿qué de extraño tiene, pues, que nos hayamos emancipado de las leyes perniciosas de la natura, llevando a cabo un acto a conciencia de nuestra voluntad y no al azar de los resultados contrarios a nuestro deseo con el estudio de la química? ¿Es natural el rayo? ¿Es antinatural colocar un pararrayos para evitar que éste nos destruya y nos mate? ¿Es natural las grandes tormentas y tempestades? ¿es antinatural elevar diques y encauzar los ríos para evitar los desastres, la ruina y la muerte que ocasionan las inundaciones y las grandes crecidas producidas por aquéllas? ¿Es natural las enfermedades que afligen al hombre? ¿Es antinatural recurrir a la medicina para librarnos de esos azotes que nos diezman y nos aniquilan? ¿Es natural el frío, el calor, la sed y el hambre? ¿Es antinatural abrigarse, buscar la sombra, aplicar los labios a riachuelo fresco y cristalino y comer sabrosas frutas para aplacar esos contratiempos? ¿Es natural la obscuridad de la noche? ¿Es antinatural hacer fuego, encender una bujía o una lámpara eléctrica para alumbrarnos? ¿Todo es natural...? ¿Sí? ¿Existen cosas antinaturales? Resueltamente afirmo: no. Si hay quien se atreva a sostener lo contrario dispuesto estoy a mantener mi negación y acepto el reto aunque sea del mismo Papa-dios en persona. Sólo hay una cosa antinatural, que es la vergüenza de las llamadas sociedades civilizadas: la explotación del hombre por el hombre.
Si no existe, pues, lo antinatural, si en la misma natura hallamos lo necesario para combatir su inconsciencia y librarnos de sus locas travesuras que tanto daño nos causa, ¿por qué, por qué llamáis medios antinaturales el usar de los productos naturales para precavernos de todo lo que pueda redundar en nuestro perjuicio? Declaradas, pues, en rebeldía contra todas las leyes que nos puedan, acatándolas, mantener esclavizados, luchamos en pro de nuestra causa, de la causa del individuo, del mejoramiento de éste que es el de la sociedad, no quepa duda alguna a nadie. Sí, gocemos, pues, y apartemos sabiamente los obstáculos que nos impidan dar rienda suelta a nuestras expansiones; hartémonos de amor ya que no podemos hacerlo de pan.
Para evitar el embarazo de la mujer, son varios los productos químicos que se pueden utilizar, por lo tanto iré citándolos y así cada cual escogerá el que crea más fácil y conveniente. Así, pues, acto seguido a la cópula, la mujer se dará una inyección con el irrigador o ducha, para expulsar de la vagina toda la esperma o licor vital que el hombre, en su eyaculación habrá depositado. La inyección puede ya estar preparada de antemano a fin de que no haya que entretenerse en su arreglo ni momentos antes ni después de la cohabitación.
Se prepara la inyección con una de las fórmulas siguientes de substancias antisépticas:
Agua tibia: 1 litro + Acido acético (vinagre): 15 centilitros.
Agua tibia: 1 litro + Acido cítrico: 10 gramos.
Agua tibia: 1 litro + Acido tartárico: 10 gramos.
Agua tibia: 1 litro + Acido bórico: 30 gramos.
Agua tibia: 1 litro + Acido fénico: 10 gramos.
Agua tibia: 1 litro + Sulfato de cobre: 10 gramos.
Agua tibia: 1 litro + Sulfato de zinc: 10 gramos.
Agua tibia: 1 litro + Sublimado (bicloruro de mercurio): 10 centigramos.
Agua tibia: 1 litro + Alumbre: 10 gramos.
Además cualquiera otra solución astringente que cure los flujos blancos.
La mejor inyección de todas las conocidas, la que reúne todas las cualidades apetecibles, pudiéndosele llamar el preservativo ideal, es el aldeide fórmico que el farmacéutico Mr. Veignault ha logrado poner al alcance de todos. Este nuevo procedimiento aparta por completo todos los riesgos y todos los temores, siendo el antiséptico más poderoso. De sus cualidades y poder bactericida nos da una prueba la medalla de oro obtenida en la exposición internacional de Higiene de París (1904).
Tal producto lleva por nombre Formolodor; va en tubos de cristal conteniendo 15 pastillas cada uno y su administración, aparte de otros usos de tocador, es como sigue:
Para las inyecciones diarias, afecciones de los órganos genitales, flujos de toda clase: una pastilla en dos litros de agua.
Para la inyección después del coito: una pastilla en un litro de agua.
Empleado enseguida de la cópula, se recomienda como el esterilizante más seguro, por lo cual, en los casos de maternidad deseada, ha de esperarse por lo menos una hora después del acto matrimonial para servirse de él, pues empleado antes impediría el embarazo.
Para darse la inyección vaginal así que se haya terminado el coito, he aquí la manera de hacerlo:
Se tiene previamente arreglada una de las fórmulas que ya he indicado, en el irrigador o ducha; éste ha de estar colgado de un clavo en la pared, a una altura de un metro y medio o dos si puede ser, a fin que la presión sea mayor. Se toma la cánula con una mano; se agacha la mujer encima de un cubo u orinal y se introduce la cánula en la vagina empujándola bien hacia arriba y fondo de la misma. Con una mano se sostiene la cánula y con la otra se abre el grifo que da paso al líquido de la inyección. Con la mano que queda libre se aprietan los labios de la vulva, colocando la mano con la palma vuelta hacía fuera y por encima de la cánula que pasa entre el dedo pulgar y el índice a fin de retener el liquido en la vagina. Se abren estos dedos para dejar caer el líquido en el cubo; se vuelve a apretar la vulva para impedir que salga el líquido y se vuelve a dejarlo salir, repitiendo esta operación todo el tiempo que dura la inyección. Esto tiene por efecto que llenándose la vagina con el líquido de la inyección, se ensanchen sus paredes y puede expulsarse con mayor facilidad los espermatozoarios que se hallen adheridos a los repliegues y estrías del canal vaginal.
Es de interés capital tomar la inyección sin pérdida de tiempo, pues el espermatozoario puede recorrer la distancia que le separa de la trompa de Falopio y encontrarse con el óvulo que fecunda.
Ya sé que alguno va a exclamar: todo esto está muy bien; pero, para practicarlo, requiere hallarse en su casa, tener un aparato a propósito para tomar las inyecciones ¿cómo se las compondrá, pues, el que carece de todo esto? Otros también dirán: trae mucho trabajo tener arreglados todos esos preparativos y desearíamos saber otra cosa que no fuese tan molesta.
En ese caso podéis usar los «Conos preservativos del embarazo y de las enfermedades sexuales», que el doctor Fernando Mascaux ha inventado recientemente. Esos conos están preparados a base de sulfato de quinina, tímol y ácido cítrico, mezclados con una substancia gelatinosa que los mantiene consistentes. El uso de esos conos es de lo más simple y cómodo: unos dos minutos antes del coito introducirse un cono en el fondo de la vagina empujándolo con la yema del dedo hacia el cuello de la matriz. Con el calor del lugar donde está alojado, se derrite el cono y al llegar la eyaculación de la esperma se mezcla ésta con las substancias de aquél y quedan los espermatozoides completamente anulados. Ya veis pues, que es bien sencillo. Esos conos van en cajitas conteniendo una docena y su precio es 1,80 francos. Estos conos son de recomendar porque no contienen substancia cáustica alguna ni nada que perjudique.
Y ahora oigo otras exclamaciones. Es el lamento de los que, faltos de recursos para comprar pan menos tendrán para comprar preservativos. ¡Sí, oigo sus lamentos y sus protestas que me conmueven! Sosegaos, infortunados compañeros míos, pienso en vosotros y ruego me dispenséis si he reservado para el último lugar la fórmula que tanto os interesa.
Coito sin preservativo
Me refiero a la fórmula de cópula cerrada con la cual se puede dar completa satisfacción a los deseos de amar sin temor, tampoco, a embarazos. Esta fórmula consiste en la posición en que se realiza el acto de la cópula. Hasta el presente, por regla casi general, para llevar a efecto el coito, la mujer adopta una posición idéntica a la que se emplea en los casos en los cuales ha de ser examinada por un médico para efectuar un reconocimiento en su organismo venéreo; es decir, tendida de espaldas, los muslos abiertos o separados y elevadas las rodillas. En esa postura se introduce el espéculo y perfectamente podemos ver todo el aparato procreador. Si en esa postura el marido cohabita e introduce el pene en el canal vaginal no cabe duda que ensanchará las paredes de éste y se alojará dentro de él en toda su longitud, llegando la glande del pene en muchos casos a tropezar con la matriz. Llega el momento del espasmo, y como consecuencia natural, si el cuello de la matriz no está obstruido por un pesario cervical o cualquier otro conocido, o bien por una esponjita, borla de seda absorbente, como preservativo, o condón en el pene o éste no se retira antes de la eyaculación, la esperma regará todo el organismo genital y seguramente el espermatozoide podrá penetrar en el útero, ponerse en contacto con el óvulo y de ahí la fecundación o preñez de la mujer si otras diversas causas –que no son del caso enumerar ahora– no lo impiden. Pues bien, si en la posición ya descrita, y así que el miembro viril se ha introducido en la vagina, la mujer estira y junta los muslos adquiriendo una posición horizontal, la que obligará al marido a abrir sus piernas y pasarlas a ambos lados y por la parte exterior de los de la mujer, reposando sus rodillas sobre el colchón o cama, el pene quedará fuera de la vagina aprisionado entre los labios de la vulva y al ejercitar el movimiento se efectuará, no dentro del canal vaginal, más sí sobre el clítoris al cual se dirige en línea recta el pene hallándose la mujer horizontal y con los muslos unidos. Sigue la función del coito y como el canal vaginal se halla cerrado, pues no hay ningún cuerpo extraño que ensanche sus paredes, cuando llega el espasmo voluptuoso toda la esperma queda en la vulva y por consiguiente no hay que retirar el pene y no hay lugar tampoco a temor de un embarazo.
No hay lugar a embarazo por que la matriz se halla retirada hacia adentro y arriba y entre ella y los bordes de la vulva está el canal vaginal por el cual no ha penetrado la esperma.
Téngase bien en cuenta esto, pues aun cuando se adopte esa posición arriba descrita, si se deja el pene dentro de la vagina, el embarazo puede tener lugar ya que el derrame espermático tendrá lugar en la vagina. Procúrese que el pene se halle totalmente fuera del canal, de lo contrario se arriesga la fecundación de la mujer. Esta es la que ha de estar interesada en que la posición, durante el acto fisiológico, sea tal cual la he descrito.
Es más, realizando el ejercicio genésico en esta forma es mucho más fácil dar satisfacción completa a la mujer, pues siendo el clítoris el lugar donde en ellas se asienta el goce, ya que este órgano se asemeja al pene masculino y es extremadamente sensible al tacto, experimenta el placer con más intensidad, puesto que se halla directamente excitado por la acción del miembro del hombre que fricciona sobre él.
Creo haber bien expresado el modo de gozar del amor y expuesto los medios racionales de evitar la concepción.
Que cada cual escoja el que crea más conveniente y esté a su alcance; sólo recomiendo tener muy en cuenta la higiene sexual para la conservación de estos órganos para lo cual la mujer tiene un poderoso auxiliar en las inyecciones diarias para mantenerlos en buen estado de limpieza. De esto depende la salud de todos.
Ahora pregunto yo a todos esos puercos que están reñidos con el agua y que a las más rudimentarias reglas de higiene les llaman «prácticas antinaturales». ¿Cada vez que usáis de matrimonio lo hacéis para satisfacer una necesidad del organismo o bien lo ejecutáis con el propósito de procrear? Si lo hacéis en el primer caso estoy seguro que utilizaréis, aun cuando sea hipócritamente, algo de lo que aquí he dicho. Me doy por satisfecho: por enemigos que os declaréis del neo-malthusianismo, éste os ha vencido.
¡A las Mujeres!
¡A los Proletarios!
¡A los Propagandistas!
Todos tenemos interés en no poner en el mundo hijos que no hayan sido deseados puesto que los recursos que disponemos nos impedirían nutrirlos bien y educarlos debidamente.
Los propagandistas, los rebeldes contra todas las opresiones, resistirán mejor a los golpes de la burguesía triunfante hoy, si las cargas familiares les son ligeras y podrán continuar la batalla más audazmente y con mayores frutos.
Los proletarios, no hallándose más aplastados por el peso de los numerosos nacimientos seguidos de innumerables enfermedades, a menudo mortales, tendrán más tiempo y más dinero para hacer frente a la organización, a la propaganda, de las diversas acciones sociales.
Las mujeres emancipadas de la esclavitud natural de la fecundidad, compartirán las alegrías de la lucha por la Emancipación al lado de sus compañeros. Un poco más de holgura penetrará en los hogares y, el hombre y la mujer reconciliados por el amor voluntariamente estéril, caminarán juntos hacia la futura época del BIENESTAR Y DE LA LIBERTAD.
A las Mujeres
Si juzgáis que vuestra salud, vuestra situación material o económica y otras circunstancias no os permiten actualmente o no os permiten ya tener un hijo en buenas condiciones de nacimiento y de darle los cuidados de todas clases que necesita y la educación atenta que habría de menester, haréis bien absteniéndoos de ser madres.
Si tenéis ya hijos, podréis mantenerlos y educarlos mucho mejor que aumentando imprudentemente su número.
Si no los tenéis aún, escoged prudentemente para tenerlos el tiempo en el cual vosotras y vuestro cónyuge, os halléis en las mejores condiciones probables de salud, de bienestar y de seguridad.
Eso depende solamente de vosotras. Sois absolutamente dueñas de vuestro destino y nadie, nadie tiene derecho de imponeros una cosa que no sea de vuestra propia y exclusiva personalidad. Es preciso que no ignoréis, ni vosotras ni vuestras compañeras de sufrimiento, que sin privaros de amor, la Ciencia os permite de no quedar embarazadas más que cuando lo queráis, y evitar de esa manera los inútiles sufrimientos del aborto.
La Federación Universal de las ligas de Regeneración humana tiene por misión enseñar esas conquistas de la ciencia a las que las ignoran.
A los casados
Nos referimos a las parejas humanas que viven en comunión sexual, tanto si se han sometido a las fórmulas rutinarias y depresivas de la bendición del cura o de la inscripción en el registro civil, como si han juntado sus cuerpos por su gusto y su voluntad.
Dejando a un lado toda teoría sobre un porvenir mejor, la mayor desgracia para las gentes de escasos recursos y de salud endeble es tener más hijos que los que pueden mantener y educar regularmente.
El mayor consuelo que puede ofrecerse a una esposa atemorizada por esas consideraciones consiste en enseñarle los medios eficaces sin peligro, cómodos y poco costosos para no ser madre más que cuando quiera serlo por decisión propia o de acuerdo con el hombre.
Es este el punto esencial de la emancipación de la mujer, y por consecuencia de toda la humanidad,
Por este medio se reemplaza la «humanidad de casualidad, por una población hecha a voluntad y a propósito».
Las parejas enamoradas deben de saber que para que dure el dulce sentimiento que les une hay que evitar que se aumenten por descuido las obligaciones.
Su negocio más importante es el nacimiento y educación de los hijos.
En este punto, como en muchos otros, se ha de obrar por la voluntad reflexiva y guiada por la ciencia.