Huellas literarias/Barbieridad... académica

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Barbieridad... académica

Bien sabe Dios que admiro sinceramente a Menéndez Pelayo y que creo que puede decirse de él, con más justicia, lo mismo que dijo alguien refiriéndose a Moreno Nieto: «Ese hombre modesto, como verdadero sabio, rodeado de respetos, que en las calles, en el Ateneo, en todas las corporaciones científicas ve descubrirse a su paso cabezas que tendrían a menos bajarse ante otros encumbramientos que el de la ciencia; ese depósito humano de todos los conocimientos, que ha leído cuanto se ha impreso, y sabe cuanto ha leído, y habla de cuanto sabe...»

Así como Castelar dijo gráficamente, ponderando a España, que ha llegado a cansar a la historia con sus hechos, así puede decirse que Menéndez Pelayo ha llegado a cansar a las letras con sus estudios e investigaciones.

Pero los genios se equivocan, como cada hijo de vecino, y Menéndez Pelayo se ha equivocado, en mi humildísima opinión, al elogiar el tango del Sr. Barbieri en la Academia Española.

Tengo por muy sincero el discurso del ilustre catedrático de la Universidad Central, porque no es de suponer que haya querido hacer sátiras con motivo de académica fiesta, de las que se llaman, no sé por qué, solemnidades... Sería horrible que el Sr. Menéndez Pelayo hubiera pensado que Barbieri tiene perfecto derecho a entrar en la Academia fustigada por mi amigo Antonio de Valbuena... En una Academia de Catalinas y Commeleranes, bien podría entrar el autor de las copias de Perico el Ciego, o Julio Ruiz en calidad de estilista; porque una Academia así está pidiendo a voces que la pongan en música.

El Sr. Barbieri va a la Academia en clase de afinador del idioma. Pero al Sr. Barbieri, ¿quién le afina? Porque este músico no pasa de ser un zarzuelero, muy bueno, muy popular, pero zarzuelero. Me dicen que toca además el clarinete. Pero no creo que el hecho (digno de respeto) de tocar el clarinete, sea motivo suficiente para entrar en la Academia de la lengua española. Si lo es, hagamos o hagan ustedes académico a Juan Breva, que es más popular... y toca a maravilla la guitarra.

Se explicaría, ya que no se comprendería, que entrara en la Academia de la lengua un Wagner, un Beethoven, un Mendelssohn, un Meyerbeer. Pero no se comprendería ni se explicaría que nombraran académico al autor de la música de Cariño, el mejor café es el de Puerto Rico.

Con razón dijo fray Gerundio que España es el país de los viceversas; porque al demonio se le ocurre meter un músico en la Academia, a no ser que se pensara que hacía falta ese músico para tantos danzantes, o que todo se puede hacer impunemente en un país donde hay ministros de Marina que se marean al entrar en un barco, premios gordos con acompañamiento de marcha real y cartas que van a Montevideo por ir a Mondoñedo.

En fin, allá el Sr. Barbieri. Pero si es cierto que ha tomado por lo serio el papel de melodizar al lenguaje espartoso y amazacotado de los académicos, es cosa de tenerle mucha lástima, y de aconsejarle que deje el clarinete y empuñe el violón para acompañar dignamente a sus colegas.

¡Qué dirá Zola, tan combatido en su propósito de entrar en la Academia Francesa, -a pesar de que su trabajo de escritor es como el descubrimiento de un mundo literario,- qué dirá cuando sepa que, si hubiera tenido la suerte de nacer en España, podría entrar en la Academia con sólo tocar el clarinete por casualidad!... ¡Qué pensará de esa murga académica el autor de los Episodios nacionales, de Doña Perfecta y Gloria!...


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En cuanto al Sr. Menéndez Pelayo... ¡qué sé yo! Tal vez haya recordado, al saludar la introducción del Sr. Barbieri, que la música amansa los animales...