La casa de los celos/Jornada I

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La casa de los celos
de Miguel de Cervantes
Jornada I

Jornada I

Entra REINALDOS y MALGESÍ



REINALDOS

 
Sin duda que el ser pobre es causa desto;
pues, ¡vive Dios!, que pueden estas manos
echar a todas horas todo el resto
con bárbaros, franceses y paganos.
¿A mí, Roldán, a mí se ha de hacer esto?
Levántate a los cielos soberanos,
el confalón que tienes de la Iglesia.
O reniego, o descreo...


MALGESÍ

¡Oh, hermano!


REINALDOS

¡Oh, pesia...!


MALGESÍ

Mira que suenan mal esas razones.


REINALDOS

Nunca las pasa mi intención del techo.


MALGESÍ

Pues, ¿por qué a pronunciallas te dispones?


REINALDOS

¡Rabio de enojo y muero de despecho!


MALGESÍ

Pónesme en confusión.


REINALDOS

Y tú me pones...
¡Déjame, que revienta de ira el pecho!


MALGESÍ

¡Por Dios!, que has de decirme en este instante
con quién las has.


REINALDOS

Con el señor de Aglante.
Con aquese bastardo, malnacido,
arrogante, hablador, antojadizo,
más de soberbia que de honor vestido.


MALGESÍ

¿No me dirás, Reinaldos, qué te hizo?


REINALDOS

¿Que a tanto desprecio he yo venido,
que así ose atrevérseme un mestizo?
Pues ¡juro a fe que, aunque le valga Roma,
que le mate, y le guise, y me le coma!

En un balcón estaba de palacio,
y con él Galalón junto a su lado;
yo entraba por el patio, muy de espacio,
cual suelo, de mí mismo acompañado;
los dos miraron mi bohemio lacio
y no de perlas mi capelo ornado;
tomáronse a reír, y a lo que creo,
la risa fue de ver mi pobre arreo.

Subí, como con alas, la escalera,
de rabia lleno y de temor vacío;
no los hallé donde los vi, y quisiera
ejecutar en mí mi furia y brío.
Entráronse allá dentro, y, si no fuera
porque debo respeto al señor mío,
en su presencia le sacara el alma,
pequeña a tanta injuria, y débil palma.

De aquel traidor de Galalón no hago
cuenta ninguna, que es cobarde y necio;
de Roldán, sí, y en ira me deshago,
pues me conoce, y no me tiene en precio.
Pero presto tendrán los dos el pago,
pagando con sus vidas mi desprecio,
aunque lo estorbe...

MALGESÍ

¿No ves que desatinas?


REINALDOS

Con aquesas palabras más me indinas.


MALGESÍ

Roldán es éste, vesle aquí que sale,
y con él Galalón.


REINALDOS

Hazte a una parte,
que quiero ver lo que este infame vale,
que es tenido en el mundo por un Marte.
 
(Entra ROLDÁN y GALALÓN)

  
¡Agora, sí, burlón, que no te cale
en la estancia de Carlos retirarte,
ni a ti forjar traiciones y mentiras
para volver pacíficas mis iras!


GALALÓN

Vuélvome, porque es éste un atrevido
y el decir y hacer pone en un punto.



 

[Vase.]


  

REINALDOS

¡Bien os habéis de mi ademán reído
los dos, a fe!


ROLDÁN

¡Que está loco barrunto!


REINALDOS

¿Dónde está aquel cobarde?


MALGESÍ

Ya se ha ido.

REINALDOS

Tuvo temor de no quedar difunto
si un soplo le alcanzara de mi boca.


ROLDÁN

¡A risa su arrogancia me provoca!
¿Con quién las has, Reinaldos?


REINALDOS

¿Yo? Contigo.


ROLDÁN

¿Conmigo? Pues, ¿por qué?


REINALDOS

Ya tú lo sabes.


ROLDÁN

No sé más de que siempre fui tu amigo,
pues de mi voluntad tienes las llaves.


REINALDOS

Tu risa ha sido deso buen testigo;
no hay para qué tan sin porqué te alabes.
Dime: ¿puede, por dicha, la pobreza
quitar lo que nos da naturaleza?

Que yo trujera con anillos de oro
adornadas mis manos y trujera
con pompa, a modo de real decoro,
mi persona compuesta; ¿adondequiera
rindiera yo con esto al fuerte moro
o al gallardo español, que nos espera?
No; que no dan costosos atavíos
fuerza a los brazos y a los pechos bríos.
   
Mi persona desnuda, y esta espada,
y este indomable pecho que conoces,
ancha se harán adondequiera entrada,
como en la seca mies agudas hoces.
Mi fuerza conocida y estimada
está por todo el orbe dando voces,
diciendo quién yo soy; y así, tu burla
contra toda razón de mí se burla.
    
Y, porque veas que en razón me fundo,
mete mano a la espada y haz la prueba:
verás que en nada no te soy segundo,
ni es para mí el probarte cosa nueva.
¿Que de nuevo te ríes, pese al mundo?

ROLDÁN

¿Qué endiablado furor, primo, te lleva
a romper nuestras paces, o qué risa
así el aviso tuyo desavisa?


MALGESÍ

Dice que dél hiciste burla cuando
entraba por el patio de palacio,
su poco fausto y soledad mirando,
y su bohemio, por antiguo, lacio.
Pensólo, y, su estrecheza contemplando,
y creyendo la burla, en poco espacio
la escalera subió; y, si allí os hallara,
en llanto vuestra risa se tornara.


ROLDÁN

Hiciera mal, porque por Dios os juro
que no me pasó tal por pensamiento;
y desto puede estar cierto y seguro,
pues yo lo digo y más con juramento.
Al pilar de la Iglesia, al fuerte muro,
al amparo de Francia y al aliento
de los pechos valientes, ¿quién osara,
aunque en ello la vida le importara?
    
Esta disculpa baste, ¡oh primo amado!,
para templar vuestra no vista furia;
que no es costumbre de mi pecho honrado
hacer a nadie semejante injuria.
Y más a vos, que solo habéis ganado
más oro que tendrá y tiene Liguria,
si es que la honra vale más que el oro
que en Tíbar cierne el mal vestido moro.
Dadme esa mano, ¡oh primo!, porque, en uno
estas dos que imagino sin iguales,
no siento yo que habrá valor alguno
que de su puerta llegue a los umbrales.



 

(Vuelve GALALÓN con el EMPERADOR CARLOMAGNO.)


  

EMPERADOR

¿Que así comenzó a hablar el importuno,
y descubrió en el modo indicios tales,
que presto de la lengua desmandada
pasaría la cólera a la espada?


GALALÓN

No los pongas en paz, porque es prudencia,
y en materia de estado esto se advierte,
tener a tales dos en diferencia,
que son ministros de tu vida y muerte;
que, habiendo entre dos grandes competencia
y entre dos consejeros, de tal suerte
el uno y otro a sus contrarios temen,
que es fuerza que en virtud ambos se estremen,
por temor de las ciertas parlerías
que te podrá decir aquél de aquéste;
y no desprecies las razones mías,
si no quieres que caro no te cueste.


EMPERADOR

No están de aquel talante que decías.
Di: ¿Roldán no es aquél? ¿Reinaldos, éste?
En paz están, y asidos de la mano.


GALALÓN

Señores, ¿no habéis visto a Carlomano?


ROLDÁN

¡Oh grande emperador!


EMPERADOR

¡Oh amados primos!
¿Habéis tenido algún enojo acaso?


ROLDÁN

Sin padrinos los dos nos avenimos
cuando torcemos de amistad el paso.
Muchas veces confieso que reñimos,
mas ninguna de veras.


GALALÓN

A hablar paso
Reinaldos y sin cólera, no hiciera
que nuestro emperador aquí viniera;
que yo le truje imaginando, cierto,
que estábades los dos ya en gran batalla.


MALGESÍ

Holgáraste que el uno fuera muerto,
y aun los dos; que este intento en ti se halla.


EMPERADOR

Tu temor ha salido en todo incierto.
De lo que a mí me place, es que la malla
y los aceros destos dos varones
requieren más honrosas ocasiones.


ROLDÁN

Reinaldos, no le tengas ojeriza
a Galalón, que a fe que es nuestro amigo.


MALGESÍ

¡Así le viese yo hecho ceniza,
o de la suerte que en mi mente digo!
Éste es el soplo que aquel fuego atiza
y enciende, por quien siempre es enemigo
nuestro buen rey de nuestro buen linaje.


REINALDOS

¡Cuán sin aliento viene aqueste paje!


PAJE

Señor, si quieres ver una ventura,
que en la vida se ha visto semejante,
ponte a ese corredor: que te aseguro
que es aventicio hermoso y elegante.


REINALDOS

¡Donoso ha estado el paje!


PAJE

Yo lo juro
por vida de mi padre. Trae delante
una diosa del cielo dos salvajes
que sirven de escuderos y de pajes;
una que debe ser su bisabuela
viene detrás sobre una mula puesta.
Digo que es cosa de admirar. Mas hela
do asoma: ved si viene bien compuesta.


MALGESÍ

¿Si viene con mistura de cautela
tan grande novedad?


EMPERADOR

Poco te cuesta
saberlo si tu libro traes a mano.


MALGESÍ

Aquí le tengo, y el saberlo es llano.




(Apártase MALGESÍ a un lado del teatro, saca un libro pequeño, pónese a leer en él, y luego sale una figura de demonio por lo hueco del teatro y pónese al lado de MALGESÍ; y han de haber comenzado a entrar por el patio ANGÉLICA la bella, sobre un palafrén, embozada y la más ricamente vestida que ser pudiere; traen la rienda dos salvajes, vestidos de yedra o de cáñamo teñido de verde; detrás viene una dueña sobre una mula con gualdrapa: trae delante de sí un rico cofrecillo y a una perrilla de falda; en dando una vuelta al patio, la apean los salvajes, y va donde está el EMPERADOR, el cual, como la vee, dice:)


  
  

EMPERADOR

Digo que trae gallarda compostura
y que es gallardo el traje y peregrino,
y que si llega al brío la hermosura,
que pasa de lo humano a lo divino.


MALGESÍ

¿Aventura es aquésta? Es desventura.


EMPERADOR

¿Qué dices, Malgesí?


MALGESÍ

No determino
aún bien lo que es.


EMPERADOR

Pues mira más atento.


MALGESÍ

Ya procuro cumplir tu mandamiento.


EMPERADOR

Salid a la escalera a recebilla,
y traed a la dama a mi presencia.


REINALDOS

Cierto que es ésta estraña maravilla.


MALGESÍ

Cierto que no yerra aquí mi ciencia.


EMPERADOR

¿Qué es eso, Malgesí?




MALGESÍ

Darás a oílla
gratos oídos, pero no creencia;
que esta dama que ves... Aún no sé el resto;
escúchala, que yo lo sabré presto.




(Entra en el teatro ANGÉLICA con los salvajes y la DUEÑA, acompañada de REINALDOS, ROLDÁN y GALALÓN; viene ANGÉLICA embozada.)


  

ANGÉLICA

Prospere el alto cielo,
poderoso señor, tu real estado,
y seas en el suelo
por uno y otro siglo prolongado
de tan rara ventura,
que del tiempo mudable esté segura.
Puesto que tu presciencia
de un sí cortés me tiene asegurada,
no osaré sin licencia
decirte, ¡oh gran señor!, una embajada,
que aumentará la fama
que a tanto prez y a tanto honor te llama.

EMPERADOR

Decid lo que os pluguiere.


ANGÉLICA

Hizo verdad tu sí mi pensamiento.
Presta a lo que dijere,
sagrado emperador, oído atento,
y préstenmele aquéllos
a quien la gola señaló sus cuellos.

    Soy única heredera
del gran rey Galafrón, cuyo ancho imperio 220
deste mar la ribera,
ni aun casi la mitad del hemisferio,
sus límites describe;
que en otros mares y otros cielos vive.

    A su grandeza iguala 225
su saber, en el cual tuvo noticia
ser mi ventura mala,
si así como el estado real codicia,
a varón me entregase
que en sangre y en grandeza me igualase. 230

    Halló por cierto y llano
que el que venciese en singular batalla
a un mi pequeño hermano
que viste honrosa, aunque temprana malla,
éste, cierto, sería 235
bien de su reino y la ventura mía.

    Por provincias diversas
he venido con él, donde he tenido
ya prósperas, ya adversas
venturas, y a la fin me he conducido 240
a este reino de Francia,
donde tengo por cierta mi ganancia.

    De Ardenia en las umbrosas
selvas queda mi hermano, allí esperando
quien, ya por codiciosas 245
prendas, o esta belleza deseando,
 (Desembózase.)
su fuerte brazo pruebe;
y es lo que he de decir lo que hacer debe.

    Quien fuere derribado
del golpe de la lanza, ha de ser preso, 250
porque le está vedado
poner mano a la espada; y es expreso
del rey este mandato,
o, por mejor decir, concierto y pacto.

    Y si tocare el suelo 255
mi hermano, quedará quien le venciere
levantado a mi cielo,
o noble sea, o sea el que se fuere,
y no de otra manera.


MALGESÍ

¡Qué bien que lo relata la hechicera! 260


ANGÉLICA

¡Ea, pues, caballeros!,
quien reinos apetece y gentileza,
aprestad los aceros,
que a poco precio venden la belleza
que veis, venid en vuelo. 265


ROLDÁN

¡Por Dios, que encanta!


REINALDOS

Admira, ¡vive el cielo!


ANGÉLICA

Ya te he dicho mi intento.
Conviéneme que dé la vuelta luego.


 
(Éntrase la SOMBRA.)

  

EMPERADOR

Deteneos un momento,
si es que puede con vos mi mando o ruego, 270
porque seáis servida
según vuestra grandeza conocida.


ANGÉLICA

Lo imposible me pides;
dame licencia y queda en paz.


EMPERADOR

Pues veo
que a tu gusto te mides, 275
en buen hora te vuelve, y el deseo
de servirte recibe.


MALGESÍ

¡El mismo engaño en esta falsa vive!


 
(Vase ANGÉLICA y su compañía.)

  

REINALDOS

¿Para qué vas tras ella,
Roldán?


ROLDÁN

Son escusadas tus demandas. 280


REINALDOS

Yo solo he de ir con ella.


ROLDÁN

¡Qué impertinente y qué soberbio andas!


REINALDOS

¡Detente, no la sigas!


ROLDÁN

Reinaldos, bueno está; no me persigas.


MALGESÍ

Deténlos, no los dejes; 285
haz, señor, que se prenda aquella maga.


REINALDOS

Como de aquí te alejes,
daréte de tu intento justa paga.


EMPERADOR

¿Qué desvergüenza es ésta?


MALGESÍ

Manda prender aquella deshonesta, 290
que será, a lo que veo,
la ruina de Francia en cierto modo.

ROLDÁN

Cumpliré mi deseo
a tu pesar, y aun al del mundo todo.


REINALDOS

Camina, pues, y guarte. 295


EMPERADOR

Acaba, Malgesí, de declararte.


MALGESÍ

Ésta que has visto es hija
del Galafrón, cual dijo; mas su intento,
que el cielo le corrija,
es diferente del fingido cuento, 300
porque su padre ordena
tener tus Doce Pares en cadena;
    y, si los prende, piensa
venir sobre tu reino y conquistalle;
y trázase esta ofensa 305
con enviar su hijo y adornalle
con una hermosa lanza,
con que de todos la vitoria alcanza.
    La lanza es encantada,
y tiene tal virtud, que, aquel que toca, 310
le atierra, y es dorada;
por eso pide aquella infame y loca
que la espada no prueben
los que a la empresa con valor se atreven.
    Por añagaza pone 315
aquella incomparable hermosura,
que el corazón dispone
aun de la más cobarde criatura
para que el hecho intente,
do, aunque se pierda, nunca se arrepiente. 320
    Serán tus Doce Pares
presos si no lo estorbas, señor mío,
y otros muchos millares
de los tuyos que tienen fuerza y brío
para mayores cosas. 325


EMPERADOR

Las que has contado son bien espantosas;
mas no sé remediallas,
y es porque no las creo. A ti te queda
creellas y estorballas.


MALGESÍ

Haré cuanto mi industria y ciencia pueda. 330


GALALÓN

No son muy verdaderos,
a decirte verdad, tus consejeros.

(Éntrase el EMPERADOR y GALALÓN.)

  

MALGESÍ

Mi hermano va enojado
con Roldán; estorbar quiero su daño.
En laberinto he entrado 335
que apenas saldré dél. ¡Oh ciego engaño,
oh fuerza poderosa
de la mujer que es, sobre falsa, hermosa!



 
(Éntrase MALGESÍ, y entra BERNARDO DEL CARPIO,
armado, y tráele la celada un VIZCAÍNO,
su escudero, con botas y fieltro y su espada.)

  

BERNARDO

Aquí, fuera de camino,
podré reposar un poco. 340


VIZCAÍNO

Señor sabio, que estás loco,
tino vuelves desatino.
    Vizcaíno que escudero
llevas contigo, te avisa
camines no tanta prisa, 345
paso lleves de arriero.
    Tierra buscas, tierra dejas,
tanta parece hazaña,
pues, metiendo en tierra estraña,
por Dios, de propria te alejas. 350
    Bien que en España hay que hacer;
moros tienes en fronteras,
tambores, pitos, banderas
hay allá; ya puedes ver.


BERNARDO

¿Ya no te he dicho el intento 355
que a esta tierra me ha traído?


VIZCAÍNO

Curioso mucho atrevido
goza nunca pensamiento.
    Bien podrás, bien podrás,
dejar mala tanto hazaña; 360
a las de guerra y España
llama.


BERNARDO

Ya te entiendo, Blas.

VIZCAÍNO

Bien es que sepas de yo
buenos que consejos doy;
que, por Juan Gaicoa, soy 365
vizcaíno; burro, no.
    Señor, mira, si es que ver
poder quieres del francés,
camino aqueste no es
derecho; puedes volver. 370


BERNARDO

Dicen que estas selvas son
donde se hallan de contino,
por cualquier senda o camino,
venturas de admiración,
    y que en la mitad o al fin, 375
o al principio, o no sé dónde,
entre unos bosques se esconde
el gran padrón de Merlín,
    aquel grande encantador,
que fue su padre el demonio. 380


VIZCAÍNO

Echado está testimonio,
y levántanle, señor.


BERNARDO

Hele de buscar y hallar,
si mil veces rodease
estas selvas.


VIZCAÍNO

Tiempo vase; 385
duerme, o vuelve a caminar.


BERNARDO

Vuelve, y ve si Ferraguto
viene, que se quedó atrás,
y a do quedo le dirás.


VIZCAÍNO

Escudero siempre puto. 390


BERNARDO

Dura y detestable guerra,
por sólo aquesto eres buena:
que en pluma vuelves la arena,
y en blanda cama la tierra.
    Tú ofreces, doquier que estás, 395
anchos y estendidos lechos,
si no es que hay campos estrechos
por donde los pasos das.
    Eres un cierto beleño
que, entre cuidados y enojos, 400
ofreces siempre a los ojos
blando, aunque forzoso sueño.
    Eres de su calidad,
según muestra la experiencia,
madre de la diligencia, 405
madrastra de ociosidad.
    Venid acá vos, cimera,
rica y estremada pieza,
y, pues sois de la cabeza,
servidme de cabecera, 410
    que ya el sueño de rondón
va ocupando mis sentidos.
¡Bien dicen que los dormidos
imagen de muerte son!



(Échase a dormir BERNARDO junto al padrón de MERLÍN, que ha de ser un mármol jaspeado, que se pueda abrir y cerrar, y a este instante parece encima de la montaña el mancebo ARGALIA, hermano de ANGÉLICA la bella, armado y con una lanza dorada.)


  

ARGALIA

Mucha tierra se descubre 415
de encima desta montaña:
de aquesta parte es campaña,
de estotra el bosque la cubre;
    allí el camino blanquea,
y hasta París va derecho. 420
¡Si mi hermana hubiese hecho
el gran caso que desea!
    Mas, si no me miente acaso
la vista, aquélla es, sin duda,
que el camino trueca y muda, 425
y hacia aquí endereza el paso.
    Los palafrenes envía
por el camino real.
En cuanto hace, no hace mal;
recebirla es cortesía. 430

 
(Éntrase ARGALIA y sale ANGÉLICA
con los salvajes y la DUEÑA.)

  

ANGÉLICA

Cierto que es ésta la senda,
o no acierto bien las señas,
y a la vuelta destas peñas
sin duda está nuestra tienda.


DUEÑA

¿Cuándo, señora, veremos 435
el fin de nuestros caminos?
¿Cuándo destos desatinos
a buen acuerdo saldremos?
    ¿Cuándo me veré, ¡ay de mí!,
con mi almohadilla, sentada 440
en estrado y descansada,
como algún tiempo me vi?
    ¿Cuándo dejaré de andar,
cuando el sol salga o tramonte,
deste monte en aquel monte, 445
de un lugar a otro lugar?
    ¿Cuándo de mis redomillas
veré los blancos afeites,
las unturas, los aceites,
las adobadas pasillas? 450
    ¿Cuándo me daré un buen rato
en reposo y sin sospecha?
Que traigo esta cara hecha
una suela de zapato.
   Los crudos aires de Francia 455
me tienen de aqueste modo.


ANGÉLICA

Calla, que bien se hará todo.


DUEÑA

No te arriendo la ganancia;
    que según yo vi el denuedo
de aquellos dos paladines, 460
de tus caminos y fines
esperar buen fin no puedo.


ANGÉLICA

No atinas con la verdad;
calla, que mi hermano viene.


 
(Entra ARGALIA.)

  

ARGALIA

¡Oh rico archivo, do tiene 465
sus tesoros la beldad!
    ¿Cómo vienes, y en qué modo
has salido con tu intento?


ANGÉLICA

Midióse a mi pensamiento
la ventura casi en todo. 470
    Vámonos al pabellón,
que allí, de espacio y sentada,
contaré de mi embajada
el principio y conclusión.

ARGALIA

Bien dices, hermana; ven, 475
que bien cerca de aquí está.


DUEÑA

La triste que cual yo va,
yo sé que no va muy bien;
    que de la madre me aprieta
un gran dolor en verdad. 480
Todo aquesto es frialdad
deste andar a la jineta.




(Éntranse todos, sino es BERNARDO, que aún duerme; suene música de flautas tristes; despierta BERNARDO, ábrese el padrón, pare una figura de muerto, y dice:)


  

ESPÍRITU

Valeroso español, cuyo alto intento
de tu patria y amigos te destierra,
vuelve a tu amado padre el pensamiento, 485
a quien larga prisión y escura encierra.
A tal hazaña es gran razón que atento
estés, y no en buscar inútil guerra
por tan remotas partes y escusadas,
adonde son las dichas desdichadas. 490
   Tiempo vendrá que del francés valiente,
al margen de los montes Pireneos,
bajes la altiva y generosa frente
y goces de honrosísimos trofeos.
Sigue de tu ventura la corriente, 495
que iguala al gran valor de tus deseos;
verás como te sube tu fortuna
sobre la faz convexa de la luna.
    Por ti tu patria se verá en sosiego,
libre de ajeno mando y señorío; 500
tú serás agua al encendido fuego
que arde en el pecho que de casto es frío.
Deja estas selvas, do caminas ciego,
llevado de un curioso desvarío.
Vuelve, vuelve, Bernardo, a do te llama 505
un inmortal renombre y clara fama.
    De Merlín el espíritu encantado
soy, que aquí yago en esta selva obscura,
del cielo para bien y mal guardado,
aunque en mis males siempre se conjura; 510
y no seré deste lugar llevado
a la negra región do el llanto dura,
hasta que crucen estas selvas fieras
muchas y cristianísimas banderas.
    Mil cosas se me quedan por contarte, 515
que otra vez te diré, porque ahora importa
detrás de aquestas ramas ocultarte,
donde será tu estada breve y corta.
A dos, que cada cual por sí es un Marte,
pondrás en paz, o mostrarás que corta 520
tu espada. Y, sin hablar, haz lo que digo,
y entiende que te soy y seré amigo.



(Ciérrase el padrón, éntrase en él BERNARDO sin hablar palabra, y luego sale REINALDOS.)


  

REINALDOS

En vano mis pasos muevo
pues, entre estas flores tantas
no hay señales de las plantas 525
que por guía y norte llevo.
    Que si aquí hubieran pisado,
claro estaba que este suelo
fuera un traslado del cielo,
de varias lumbres pintado. 530
    ¿Qué flor tocará la bella
planta, a mí tan dulce y cara,
que luego no se tornara,
o ya en sol, o en clara estrella?
    Lejos estoy del camino 535
que a do está mi cielo guía,
pues este suelo no envía,
o luz clara, o olor divino.
    Mas ya no tendré pereza
en buscar este sol bello, 540
pues me han de guiar a vello
ya su luz, ya su belleza.
    Pero, ¿qué es esto, que el sueño
así me acosa y aprieta?
¡Oh fuerza libre, sujeta 545
a fuerzas de tan vil dueño!
    Aquí me habré de acostar,
al pie deste risco yerto,
haciendo imagen de un muerto,
pues estoy para espirar. 550


(Recuéstase REINALDOS, pone el escudo por cabecera, y entra luego ROLDÁN embrazado de el suyo.)



ROLDÁN

¡Tantas vueltas sin provecho!
¿Dónde, ¡oh sol!, te tramontaste
después que tu luz dejaste
en lo mejor de mi pecho?
    Descúbrete, sol hermoso, 555
que voy buscando tu lumbre
por el llano y por la cumbre,
desalentado y ansioso.
    ¡Oh, Angélica, luz divina
de mi humana ceguedad, 560
norte cuya claridad
a nuevo ser me encamina!
    ¿Cuándo te verán mis ojos,
o cuándo, si no he de verte,
vendrá la espantosa muerte 565
a triunfar de mis despojos?
    Mas, ¿quién es este holgazán
que duerme con tal remanso?
No hay quien no viva en descanso
sino el mísero Roldán. 570
    ¿Qué es esto? Reinaldos es
el que yace aquí dormido.
¡Oh primo, al mundo nacido
para grillos de mis pies,
    para esposas de mis manos, 575
para infierno de mis glorias,
para opuesto a mis vitorias,
para hacer mis triunfos vanos,
    para acíbar de mi gusto!
Mas yo haré que no lo seas: 580
sin que el mundo ni tú veas
que paso el término justo,
    quitarte quiero la vida.
Mas, ¡ay, Roldán! ¿Cómo es esto?
¿Ansí os arrojáis tan presto 585
a ser traidor y homicida?
    ¿Qué decís, mal pensamiento?
¿Decísme que es mi rival,
y que consiste en su mal
todo el bien de mi tormento? 590
    Sí decís; mas yo sé, al fin,
que el que es buen enamorado
tiene más de pecho honrado
que de traidor y de ruin.
    Yo fui Roldán sin amor, 595
y seré Roldán con él,
en todo tiempo fïel,
pues en todo busco honor.
    Duerme, pues, primo, en sazón;
que arrimo te sea mi escudo; 600
que, aunque amor vencerme pudo,
no me vence la traición.
    El tuyo quiero tomar,
porque adviertas, si despiertas,
que amistades que son ciertas 605
nadie las puede turbar.

(Échase ROLDÁN junto a REINALDOS
y pone a su cabecera el escudo de
REINALDOS, y luego despierta REINALDOS.)

  

REINALDOS

¡Angélica! ¡Oh estraña vista!
¿No es Roldán este que veo,
y el que del bien que deseo
procura hacer la conquista? 610
    Él es; pero, ¿quién me puso
su escudo para mi arrimo?
Tu cortés bondad, ¡oh primo!,
sin duda que esto dispuso.
    Bien me pudieras matar, 615
pues durmiendo me hallaste,
por quitar aquel contraste
que en mi vida has de hallar;
    empero tu cortesía
más que amor pudo en tu pecho, 620
por la costumbre que has hecho
de hacer actos de hidalguía.
    Mas, ¿si fue por menosprecio
el dejarme con la vida?
No, por ser cosa sabida 625
que yo soy hombre de precio;
    y tú mismo lo has probado
una y otra vez y ciento.
No atino cuál pensamiento
tenga por más acertado: 630
    si me deja de arrogante,
o si fue por amistad;
que tal vez la deslealtad
vive en el celoso amante.
    ¡Oh! Si aquéste me dejase 635
señero en mi pretensión,
con el alma y corazón,
¡vive Dios!, que le adorase;
    pero si no, no imagines,
primo, que por tu bondad 640
dejará mi voluntad
de seguir sus dulces fines.
    Y de aquesta intención mía
no me debes de culpar,
porque el amor y el reinar 645
nunca admiten compañía.
   Seguramente a mi lado
pudiste echarte a dormir,
pues no se puede herir
un hombre que es encantado; 650
    y así, la ocasión quitaste
que tu sueño me ofrecía,
para usar la cortesía
de que tú conmigo usaste.
    Pero, despierto, veremos 655
tu intención a dó se inclina;
y si donde yo camina,
pondré medio en sus estremos.
    Irá el parentesco afuera,
la cortesía a una parte, 660
si bajase el mismo Marte
a impedirlo de su esfera.
    ¡Ah, Roldán! ¡Roldán, despierta!,
que es gran descuido el que tienes,
y más si, por dicha, vienes 665
donde mi sospecha acierta.
    Toma tu escudo, y el mío
me vuelve. ¡Despierta agora!


[ROLDÁN]

[Soñando.]
¡Ay, Angélica, señora
de mi vida y mi albedrío! 670
    ¿A dó se esconde tu faz
que todo mi bien encierra?


REINALDOS

Declarada es nuestra guerra,
y perdida nuestra paz.
    ¡Roldán, acaba, levanta; 675
destroquemos los escudos!


ROLDÁN

[Soñando.]
¡Con qué dulces, ciegos nudos
me añudaste la garganta;
    la voluntad decir quiero,
y el alma que te entregué! 680


REINALDOS

¡Si no despiertas, a fe
que te despierte este acero,
    y aun te mate, pues me matas,
ahora duermas, ahora veles!
Estos intentos crueles 685
nacen de entrañas ingratas.
    Estoy por dejar de ser
quien soy. ¡Acudid al punto,
respetos, que está difunto
mi acertado proceder! 690
    ¡Ansias que me consumís,
sospechas que me cansáis,
recelos que me acabáis,
celos que me pervertís!


(ROLDÁN despierta.)

  

ROLDÁN

Reinaldos, ¿qué quies hacer? 695


REINALDOS

¡Deshacerme, o deshacerte!


ROLDÁN

¿Quieres, primo, darme muerte?


REINALDOS

Tu vida está en mi querer.


ROLDÁN

¿Cómo en mi querer?


REINALDOS

Dirélo:
no más de en querer decirme 700
si vienes a perseguirme
en la busca de mi cielo;
    si es tu venida a buscar
a Angélica. ¿No me entiendes?


ROLDÁN

¿De saber lo que pretendes...? 705


REINALDOS

¡Acabarte, o acabar!


ROLDÁN

¿Tanto el vivir te embaraza,
que tras tu muerte caminas?


REINALDOS

Profeta falso, adivinas
el mal que así te amenaza. 710


ROLDÁN

Contigo las cortesías
siempre fueron por demás.


REINALDOS

Dame mi escudo, y verás
como siempre desvarías.
    Si a París no te vuelves, 715
verás también en un punto
tu culpa y castigo junto.


ROLDÁN

¡Fácilmente te resuelves!
    Ni a París he de volver,
ni a Angélica he de dejar. 720
Mira qué quieres.


REINALDOS

Cortar
tu insolente proceder.
    ¡Desharéte entre mis brazos,
aunque seas encantado!


ROLDÁN

¡Eres villano atestado, 725
y quieres luchar a brazos!


REINALDOS

¡Mientes! Y ven con la espada,
que, aunque seas de diamante,
verás, infame arrogante,
mi verdad averiguada! 730



 
(Vanse a herir con las espadas;
salen del hueco del teatro llamas
de fuego, que no los deja llegar.)

  

ROLDÁN

Bien sé que anda por aquí,
temeroso de tu muerte,
mas no ha de poder valerte,
tu hechicero Malgesí;
    que pasaré de Aqueronte 735
la barca por castigarte.


REINALDOS

Yo pondré por alcanzarte
un monte sobre otro monte;
    arrojaréme en el fuego,
como ves que aquí lo hago. 740


ROLDÁN

No te deja dar tu pago
tu hermano.


REINALDOS

¡Pues dél reniego!


(Dice el espíritu de MERLÍN:)

  

ESPÍRITU

Fuerte Bernardo, sal fuera,
y a los dos en paz pondrás.


(Sale BERNARDO.)

  

BERNARDO

¡Caballeros, no haya más! 745
¡Guerreros fuertes, afuera!


REINALDOS

¿Hate el cielo aquí llovido?
¿Qué quieres, o qué nos mandas?


BERNARDO

Son tan justas mis demandas,
que he de ser obedecido. 750
    Y es que dejéis la dudosa
lid de tan esquivo trance.


REINALDOS

Tú has echado muy buen lance,
y la demanda es donosa.
    ¿Eres español, a dicha? 755


BERNARDO

Por dicha, soy español.


REINALDOS

Vete, porque sólo el sol
ha de ver nuestra desdicha;
    que no queremos testigos
más que el sol en la lid nuestra. 760


BERNARDO

No me he de ir sin que la diestra
os deis de buenos amigos.


ROLDÁN

¡Pesado estás!


BERNARDO

Más pesados
estáis los dos, si advertís.


REINALDOS

Español, ¿cómo no os is? 765


BERNARDO

Por corteses o rogados,
    vuestra quistión, por ahora,
no ha de pasar adelante.


ROLDÁN

Yo soy el señor de Aglante.

REINALDOS

Yo, Reinaldos.


BERNARDO

Sea en buen hora; 770
    que ser quien sois os obliga
a conceder con mi ruego.


ROLDÁN

Esa razón no la niego.


REINALDOS

Este español me atosiga;
    que siempre aquesta nación 775
fue arrogante y porfiada.


ROLDÁN

Señor, pues que no os va nada,
no impidáis nuestra quistión;
    dejadnos llevar al fin
nuestro deseo, que es justo. 780


BERNARDO

Aquése fuera mi gusto,
a serlo así el de Merlín.


ROLDÁN

¡Oh cuerpo de San Dionís,
con el español marrano!


BERNARDO

¡Mientes, infame villano! 785


REINALDOS

A plomo cayó el mentís.
    ¡Afuera, Roldán, no más!


ROLDÁN

¡Deja, que me abraso en ira!
¿Qué es esto? ¿Quién me retira?
¿El pie de Roldán atrás? 790
    ¿Roldán el pie atrás? ¿Qué es esto?
¡Ni huyo, ni me retiro!


REINALDOS

De Merlín es este tiro.

BERNARDO

Pues yo haré que huyáis presto.

(Vase retirando ROLDÁN hacia atrás,
y sube por la montaña como
por fuerza de oculta virtud.)

  

REINALDOS

¡Por cierto, a gentiles manos 795
te ha traído tu fortuna!


BERNARDO

Manos, yo no veo ninguna;
pies, sí, ligeros y sanos,
    y que os importa tenellos
para huir de mi presencia. 800


REINALDOS

¡Sin igual es tu insolencia!

 
(Sube BERNARDO por la peña arriba,
siguiendo a ROLDÁN, y va tras él REINALDOS.
Sale MARFISA, armada ricamente;
trae por timbre una ave Fénix y una águila
blanca pintada en el escudo, y, mirando
subir a los tres de la montaña,
con las espadas desnudas y que se
acaban de desparecer, dice:)

  

MARFISA

¿Si se combaten aquéllos?
    Si hacen, ponerlos quiero
en paz, si fuere posible.
¡Oh, qué montaña terrible! 805
Subir por ella no espero,
    ni podré a caballo ir,
aunque le vuelva a tomar;
mas, con todo, he de probar
el trabajo del subir. 810
    Bien se queda en la espesura
mi caballo hasta que vuelva;
nunca falta en esta selva
o buena o mala ventura.


 
(Sube MARFISA por la montaña,
y vuelven a salir al teatro,
riñendo, ROLDÁN, BERNARDO y REINALDOS.)

     

ROLDÁN

No sé yo cómo sea 815
que contra ti no tengo alguna saña,
ni puedo en tal pelea
mover la espada. ¡Cosa es ésta estraña!


BERNARDO

La razón que me ayuda
pone tus fuerzas y tu esfuerzo en duda. 820


REINALDOS

De Merlín es el hecho,
que no hay razón que valga con su encanto;
que, aunque fuera su pecho
león en furia y en dureza un canto,
si hechiceros no hubiera, 825
nunca mi primo atrás el pie volviera.



 
(Entra ANGÉLICA, llorando,
y con ella el VIZCAÍNO,
escudero de BERNARDO.)

  

VIZCAÍNO

¡Pardiós, echóte al río!
¡Tienes Granada, bravo Ferraguto!


ANGÉLICA

¡Ay, triste hermano mío!


ROLDÁN

¿Por qué ese cielo al suelo da tributo 830
de lágrimas tan bellas,
si el mismo cielo se le debe a ellas?


ANGÉLICA

Un español ha muerto
a mi querido hermano; y es un moro
que no guardó el concierto 835
debido a la milicia y su decoro,
y arrojóle en un río.


ROLDÁN

¿Quién es el moro?


BERNARDO

Es un amigo mío.


ROLDÁN

¿Amigo tuyo? ¡Oh perro,
tú llevarás de su maldad la pena! 840


REINALDOS

Roldán, no hagas tal yerro;
deja a mí el castigo.


ANGÉLICA

Aquí se ordena
mi muerte, y más desdicha
si de los dos me coge alguno, a dicha.
    A esta selva escura 845
quiero entregar ya mis ligeras plantas,
mi guarda y mi ventura.

BERNARDO

¿Cómo, Reinaldos, di, no te adelantas
a herirme con tu primo?
Por la honra, la vida en poco estimo. 850


 
(Sale MARFISA, poniendo paz
y poniendo mano a la espada;
éntrase huyendo ANGÉLICA.)

  

MARFISA

¿Qué es esto? ¡Afuera, afuera;
afuera, caballeros!, que os lo pide
quien mandarlo pudiera;
que, si no es que mi luz la vista impide,
mirando esta divisa, 855
veréis que soy la sin igual Marfisa.


VIZCAÍNO

La puta, la doncella,
se es ida.


ROLDÁN

¡Oh nunca vista desventura!;
forzoso he de ir tras ella.


REINALDOS

Yo sí; tú no.


ROLDÁN

¡Notable es tu locura! 860


REINALDOS

No muevas de aquí el paso.


ROLDÁN

No hago yo de tus locuras caso.


REINALDOS

¡Por Dios que, si te mueves,
que te haga pedazos al instante!


ROLDÁN

¿Que a estorbarme te atreves, 865
fanfarrón, pordiosero y arrogante?
¿Cómo te estás tan quedo?
¡Que no me tenga este cobarde miedo!

(Éntrase ROLDÁN.)

  

VIZCAÍNO

Señor, déjale vaya;
que pues no por allí, que por la senda 870
quedan arraz, en playa
poned a la dama.


MARFISA

¿Por qué fue la contienda?


BERNARDO

Por celos sé que ha sido.
Dime: ¿Ferraguto quedó herido?


VIZCAÍNO

Bueno, puto, y qué sano. 875


BERNARDO

¿Con quién tuvo batalla?


VIZCAÍNO

¿Ya no oíste?
Batalla con hermano
de bella huidora, y pobre, y muerto, y triste,
de moro enojo, brío
teniendo, dio con él todo en el río, 880
    y queda aquí aguardando
espaldas de montaña.

  

MARFISA

Iréte acompañando,
que quiero saber más de tu hazaña;
que descubro en ti muestras 885
que muestran que eres más de lo que muestras.
    Y advierte que contigo
llevas a la sin par sola Marfisa,
que, en señas y testigo
que es única en el mundo, la divisa 890
trae de aquella ave nueva
que en el fuego la vida se renueva.


[BERNARDO]

Haréte compañía
subas al cielo o bajes al abismo.


MARFISA

Tan grande cortesía 895
no puede parecer sino a ti mismo,
y, usando deste gusto,
yo he de seguir el tuyo, que es muy justo.

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