La corona derribada/Acto I

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La corona derribada
de Félix Lope de Vega y Carpio
Acto I

Acto I

 

ARÁN, padre de MOISÉS; JEZABEL, su madre; MARÍA, doncella, su hermana; israelitas con un niño pequeñito y una cestilla de mimbres.
MARÍA:

  Callad, hermoso doncel:
no despleguéis la voz muda;
que sois hijo de Israel
y está la espada desnuda
y alzado el brazo cruel.
  Si lloráis. y alguno os siente,
la vida habéis de perder.

ARÁN:

Venga el hermoso inocente
que hoy entregado ha de ser
a un tigre que le alimente.
  En una montaña obscura
a las fieras le pondré;
que no habrá fiera tan dura
que su pecho no le dé
viendo en él tal hermosura.
  Ponelde en esa cestilla.

MARÍA:

¿A mi hermano aquí, señor?
¡Oír tal me maravilla!
No es mucho: tienes amor,
que es padre de la mancilla.
  Ponle, piadosa María
y la vida de tu hermano
de la fortuna la fía.

JEZABEL:

¡Qué paso es éste inhumano,
regalada prenda mía!
  ¿A dónde os llevan ansí?
¿Qué habéis merecido vos?
Vivid vos, mátenme a mí.

ARÁN:

Ea, encomendalde a Dios
y de paciencia os vestí.

JEZABEL:

  Poco mis ansias sentís
y poco os mueven mis penas,
pues no os he gozado apenas
tres meses, y ya os partís.
  ¡Qué casa estrecha os ha hecho
vuestro padre, hijo amado!
Mirad que estáis muy estrecho.
Aunque es mi pecho apresado,
volveos a entrar en mi pecho.
  Entraos en él, si el temor
del Rey os hace ausentaros;
que en él estaréis mejor,
pues ningún monte ha de daros
posada con más amor.
  ¡Y qué callando que estáis!
¡Quién os pudiera decir,
hijo mío, a lo que vais!
¡Mirad que vais a morir!
¿Pues cómo no me abrazáis?

MARÍA:

  Mi hermano, a vuestra María,
¿qué la decís al partiros?
Yo iré tras vos algún día,
y ahora van mis suspiros
porque llevéis compañía.
  ¡Que os lleven de esa manera!
¿Por qué Faraón cruel,
que en crueldades persevera,
cualquier hijo de Israel
que nazca manda que muera?

ARÁN:

  ¡Ea! No hay más que esperar;
vamos de aquí.

JEZABEL:

¿Dónde? ¡Aguarda!

ARÁN:

¿De qué sirve porfiar,
pues une cuanto más se tarda,
menos seguro ha de estar?
  Llevarle a un monte pensé,
pero ya mudo de estilo.

JEZABEL:

¿Cómo ansí?

ARÁN:

Le entregaré
a las corrientes del Nilo.

MARÍA:

¡Al Nilo, padre! ¿Por qué?
  ¿Queréis que se ahogue allí?
¡Inhumanidad sería!

ARÁN:

Esto se ha de hacer ansí.

MARÍA:

¡No, padre!

ARÁN:

Callad, María,
dejadme hacer a mí.
  Esta cestilla breada
no le dejará anegar.

JEZABEL:

¡Agua del Nilo sagrada,
vos podéis resucitar
una vida ya acabada!
  Mi esposo fía de vos
mi mas regalada prenda;
halle buen amigo en vos;
vuestro raudal no le ofenda,
pues que le defiende Dios.

ARÁN:

  Ya la noche va cerrando;
quiero llevarle; perdona,
hijo, que no procurando
asegurar tu persona,
y si ofendo, ofendo amando.
  Si del Rey cruel te fío,
hará en ti un hecho que asombre;
pues mejor es, hijo mío,
cuando es sin piedad un hombre.
probar si la tiene el río.
  En esta traza se acierta,
y, aunque es algo peligrosa,
por ser esperanza incierta,
vale más vida dudosa,
mal por mal, que muerte cierta.
  Río abajo tengo de ir
cuanto una legua de trecho,
y cuando quiera salir
el sol del rubio antepecho,
volviendo el día a vivir,
  le encomendaré esta arquilla.
Tú ten cuidado, María,
estando siempre a la orilla,
a ver si al salir del día
sale alguien a recebilla;
  que mucha gitana gente
suelen al amanecer
salir a ver la corriente:
quizá alguien la saldrá a ver,
que rescate un inocente.
  Vos, arca que fabriqué
no de oliva o cedro rubio,
sino de juncos que hallé,
de este segundo diluvio
libra al segundo Noé.

(Vase ARÁN, llevando el niño en la cestilla.)


MARÍA:

  ¡Que me llevan a mi hermano!
¿Cómo lo podré sufrir?

JEZABEL:

¡Oh, Rey de Egipto tirano!
El cielo te haga morir
por esta inocente mano.
  Plega a Dios que él mismo sea
quien castigue tus delitos,
y la ofendida Judea,
que pide venganza a gritos,
por él vengada se vea.
  Causa son tus leyes fieras
de mi penoso cuidado;
¡plega a Dios que cuando quieras
hacer que muera ahogado,
que ahogado tú por él mueras!
  Ya me parece, María,
que es hora de que a la orilla
salgas, que se viene el día;
ten cuenta con una arquilla
adonde va mi alegría.

MARÍA:

  Sentada estaré en la arena.
mi cofrecillo esperando.

JEZABEL:

Ver un hijo me da pena.
no en tierra ajena penando,
hijo, sino en agua ajena.
(Vanse. Tocan, cantan esta letrilla con pandero y sonaja.)
  Frescas aguas alegres
del fértil Nilo,
hoy gozáis de los ojos
del ángel mío.
Sol dorado y puro
que con claros visos
al salir resplandeces
bañando el río;
polvorosas arenas,
peñascos lisos,
hoy gozáis de los ojos
del ángel mío.

(Salen ANFISO y TEREMUSES, su esposa, y los dos criados, galanes.)
ANFISO:

  Bien, por cierto, habéis cantado.
y encarecido mejor
la hermosura y el valor
de un ángel que traigo al lado.
  Que es tanta su gallardía.
que usurpa el ser y aun alegra.
de su luz, la noche negra,
de su rostro, el blanco día.
  Sobre el arena os sentad
para que las aguas gocen,
pues por su reina os conocen,
de vuestra mucha beldad.
  ¿No os dan gusto las corrientes
del Nilo, famoso y claro?

TEREMUSES:

En nada, esposo, reparo,
son mis gustos diferentes.

ANFISO:

  Qué, ¿tan diferentes son?

TEREMUSES:

Que nada alegrar me puede
sino es un hijo que herede
el reino de Faraón.

ANFISO:

  Ea, regalada esposa,
que el cielo nos le dará.

CRIADO 1.º:

¡Qué melancólica está
mi señora!

CRIADO 2.º :

Y qué enfadosa.
  Sentados están; tratemos
cosas de gusto entretanto.
¿Cómo os va de amor?

CRIADO 1.º:

Espanto
al mundo con mis extremos.

CRIADO 2.º:

  ¿Cómo os trata Polidora?

CRIADO 1.º:

Mal, por Dios; es una ingrata.

CRIADO 2.º :

Mil años ha que os maltrata.

CRIADO 1.º:

Está hecha una tigre ahora

CRIADO 2.º :

  ¿De celos?

CRIADO 1.º:

Si me celara
Polidora, ¿qué más bien?
Todo mi mal es desdén.

CRIADO 2.º :

El demonio la esperara.
  ¿Y qué sentís de eso?

CRIADO 1.º:

Siento
mil muertes.

CRIADO 2.º :

¿Tanto lloráis?
Mártir de lo que esperáis
os ha hecho el sentimiento.
  Yo diferente camino
para mis empresas hallo:
si me quieren, quiero y callo:
si no, no me determino.

CRIADO 1.º:

  ¡Quién estuviera vencido
como vos lo estáis, Diloro!

CRIADO 2.º :

Yo burlo y río.

CRIADO 1.º:

Yo lloro.

CRIADO 2.º :

Yo me celo.

CRIADO 1.º:

Yo me he ardido.

CRIADO 2.º :

  Como sois la misma cera,
así contra vos porfía,
pero en mí no dura un día
la afición m [...]

TEREMUSES:

  Esposo, ¿no veis aquello?

ANFISO:

¿Qué he de ver?

TEREMUSES:

¡Gran maravilla!
¿No veis aquella cestilla?

ANFISO:

¿Qué será?

TEREMUSES:

Repara en ello.
  ¿Qué puede llevar allí?

ANFISO:

Novedad es peregrina.

TEREMUSES:

El río abajo camina;
¿no entrarán por ella?

ANFISO:

Sí.

CRIADO 1.º:

  Bernardo, aquello me eleva:
una cestilla breada
lleva el agua acelerada.
¿no sabremos lo que lleva?

ANFISO:

  ¿Quién entra por ella?

CRIADO 1.º:

Yo.

ANFISO:

Y si vos no, yo entraré.

TEREMUSES:

Mucho lo agradeceré.

ANFISO:

Yo quiero entrar.

CRIADO 1.º:

Eso no;
  furiosa corriente, espera;
que algún tesoro estimado
debes de llevar hurtado,
pues huyes de esa manera.

(Éntrase el CRIADO 1.º)
CRIADO 2.º :

  Ya Bernardo se arrojó
al agua, y ya casi llega.

ANFISO:

Ya la cogió, ya navega.

TEREMUSES:

Sumo contento me dio.

(Sale MARÍA, hermana de MOISÉS.)
MARÍA:

  ¡Oh, gran ventura! En el río
entran ya por la cestilla;
que han de salvarte confío.

TEREMUSES:

Llégate hacia aquí, esclavilla.

MARÍA:

Dios te guarde, hermano mío.

CRIADO 2.º:

  Mira, que llama la Infanta.

MARÍA:

Guardeos Dios, bella señora.

(De rodillas.)
TEREMUSES:

Doncella hermosa, levanta.
¿Qué estabas mirando ahora,
di, con eficacia tanta?
  ¿Es tuyo acaso un cestillo
que la corriente llevaba?

MARÍA:

No a fe; burlas en decillo.

TEREMUSES:

De ver cómo navegaba,
señora, me maravillo.
  Algo debe de ir con él,
que va breado y cubierto.

(Sale el CRIADO 1.º con la cestilla mojada. Dentro el niño.)
CRIADO 1.º:

Bien pensó el agua, doncel,
daros a la orilla muerto;
que como es hembra es cruel.
  Pero no ha de ser ansí,
si no fue la voz postrera
un flaco grito que oí.

TEREMUSES:

Un gran premio de mí espera.

CRIADO 1.º :

¿Qué más que servirte a ti?
  Manda abrir ese secreto.

MARÍA:

¡Oh, no pensada aventura!

CRIADO 1.º:

Que estoy contento. Os prometo
que es, sin duda. una criatura.

TEREMUSES:

¿Llora?

CRIADO 1.º:

Lloraba, en efeto.

MARÍA:

  ¿Cómo criatura? Callad.
¿Quién había de usar con ella
tan inhumana crueldad?

TEREMUSES:

¿Traéis estuche, doncella?
Abrí, un cuchillo me dad.

MARÍA:

  Yo abriré el cestillo.

TEREMUSES:

No
por mi mano le he de abrir.

MARÍA:

¡Ay, señora, que lloró!

TEREMUSES:

Ya de hoy más podrá reír,
pues a mi poder llegó.

MARÍA:

  Ya está la cestilla abierta.

CRIADO 1.º:

¿Quién vio tan gran maravilla?

MARÍA:

Que, es criatura es cosa cierta.
Bien lo habéis hecho, cestilla,
pues no la trajistes muerta.

TEREMUSES:

  ¡Qué milagrosa hermosura!
¡Qué ojos y qué cabellos!

CRIADO 1.º:

Vos tendréis buena ventura.

TEREMUSES:

No lloréis más, ojos bellos;
que estáis en parte segura
  salid del lugar estrecho
que alguna cruel os dio,
y reclinaos en mi pecho
hasta que os mande hacer yo
de grana de Tiro un lecho.
  ¡Estoy loca de alegría!

ANFISO:

Y yo, por ver que lo estáis,
lo estoy mucho, esposa mía.

TEREMUSES:

Mi ángel, ¿qué me miráis?
¿Qué me decís, luz del día?

MARÍA:

  Muchacha debe de ser;
que siempre naturaleza
de industria suele poner,
como es dote la belleza,
más belleza en la mujer.
  Da licencia que lo vea:
¡ay, señora, que es varón!

TEREMUSES:

Muy en buen hora lo sea;
que mi padre Faraón
un bello nieto granjea.

CRIADO 2.º:

  Muy bien te podemos dar
el parabién del hallazgo.

TEREMUSES:

¿Qué mayor bien que hallar
sucesor de un mayorazgo
que se había de enajenar?

MARÍA:

  ¿Luego prohíjasle ya?

TEREMUSES:

Desde ahora le prohijo
si Anfiso licencia da.

ANFISO:

Llámenle todos mi hijo.

CRIADO 1.º:

Suertes son que el cielo da.
  Veis aquí un niño que ha un hora
que se vio casi anegado,
y se ve rey casi ahora.

CRIADO 2.º:

Venturoso salto ha dado.

CRIADO 1.º:

Ya es hijo de mi señora.

MARÍA:

  ¿No querías darle a criar?
Porque podré darte un ama
que le sabrá regalar.

TEREMUSES:

Si es virtuosa, la llama.

MARÍA:

Mucho.

TEREMUSES:

Pues vela a llamar.

MARÍA:

  ¡Oh, venturosa ocasión,
a mi misma madre trayo!

(Vase MARÍA. Entran el REY FARAÓN, DATÁN, AVIRÓN, israelitas.)
TEREMUSES:

¿Vistes mayor perfección?
Por el agua vino un rayo
que me enciende el corazón.

FARAÓN:

  Por esa plaza deseo
ver volar ese neblí.

ANFISO:

¿No es el Rey éste que veo?

TEREMUSES:

¡Oh, cielos, mi padre aquí!
¿Quién le ha dicho mi trofeo?

FARAÓN:

  Hija, mucho has madrugado.

TEREMUSES:

¿Dónde vais, señor?

FARAÓN:

A caza;
que estoy algo disgustado:
¿y tú? ¿A ver el Nilo?

TEREMUSES:

Es traza
con que alivio mi cuidado;
  porque hoy en el agua hallé
todo cuanto deseaba.

FARAÓN:

Bien; ¿hallaste en agua qué?

TEREMUSES:

Hallé un hijo.

FARAÓN:

¿Dónde estaba?

TEREMUSES:

De las aguas le saqué.

FARAÓN:

  Cuéntame tal maravilla.

TEREMUSES:

Ves aquí el hijo, y venía
en esta frágil cestilla.

FARAÓN:

Tu hallazgo me da alegría.

DATÁN:

Y a todos nos maravilla.

TEREMUSES:

  Como vi tal hermosura.
nombre de hijo le di;
tú lo confirma.

DATÁN:

¡Oh ventura!
Lleno de envidia nací,
pues la tengo a una criatura.

AVIRÓN:

  Ya tenemos sucesor
del reino, si hijo faltare
a Faraón, mi señor.

FARAÓN:

Quien tu hijo le llamare
merecerá mi favor.

DATÁN:

  ¿No es éste gran desvarío?

AVIRÓN:

No hay cosa que menos cuadre
a un noble y honrado brío,
porque, ¿quién puede ser padre
de un rapaz que trajo el río?

FARAÓN:

  Manda que se dé a criar,
que yo por esa ribera
me entretengo en arbolar
una barquilla ligera
que aligere mi pesar.
  Adiós, hija; y vos, Anfiso,
quedaos adiós, y gozad
lo que el Nilo daros quiso.

ANFISO:

El cielo a tu majestad
guarde.

(Vanse el REY, DATÁN y AVIRÓN. Salen MARÍA y JEZABEL.)


JEZABEL:

¡Qué raro tu aviso!
  Que de esa manera puedo
gozarle, si yo le crío,
sin alteración ni miedo.
¡Oh Nilo piadoso mío,
en obligación te quedo!

MARÍA:

  ¡Callad, madre, que os escucha
la amorosa y noble Infanta!

JEZABEL:

Mi gusto en el alma lucha.

MARÍA:

Aunque es vuestra dicha tanta,
le [...]
  Sabeldo disimular
si no le queréis perder.

CRIADO 1.º:

Mas ¡si no sabe llorar!

TEREMUSES:

¿Dar pena había de saber
quien tal gusto sabe dar?

MARÍA:

  Ya te traigo el ama aquí.

JEZABEL:

A ver lo que mandas vengo,
por ser llamada de ti.

TEREMUSES:

Quiéroos dar un bien que tengo.
¿queréis vos mis bienes?

JEZABEL:

Sí;
  y estimarélos en tanto
como tú estimarlos puedes.

TEREMUSES:

Merécenlo; no me espanto;
pero yo os haré mercedes.

ANFISO:

¡Lo que le quiere es encanto!

(Vase ANFISO.)
TEREMUSES:

  Mirad a vuestro criado,
que es hermosísimo a fe;
y más que hermoso, amado;
si es hermoso o no, no sé.

JEZABEL:

¡Más bien es afortunado!

TEREMUSES:

  ¿De hermosura no conoces?

JEZABEL:

Tiene alguna.

TEREMUSES:

¿Como alguna?
El cielo está dando voces
que es este infante la luna.

JEZABEL:

¡Pues muchos años le goces!

TEREMUSES:

  ¿Has tenido tú algún día
hijo que llegase aquí?

JEZABEL:

Uno murió que tenía.

TEREMUSES:

¿Más hermoso?

JEZABEL:

Tanto, sí.

TEREMUSES:

Tu afición te lo decía.

JEZABEL:

  ¡Fue mucha su perfección!

TEREMUSES:

¿Qué tuvo?

JEZABEL:

Unos ojos bellos.

TEREMUSES:

Y esos míos, ¿no lo son?

JEZABEL:

Mucho parecen a ellos.

TEREMUSES:

Eso en tu imaginación.

MARÍA:

  ¿Hay mayor graciosidad?
Mi madre a la Infanta hermana
engaña con la verdad,
y hablan de una misma cosa
y de una misma beldad.

TEREMUSES:

  Ya no te le quiero dar,
que, según le has desdeñado,
no le sabrás regalar.

MARÍA:

¡Muy buen lance habéis echado!
Madre, no podéis callar.

JEZABEL:

  Yo le trataré, señora,
como si mi hijo fuera.

MARÍA:

¡Creedme que ya le adora!

JEZABEL:

Si es tardar en que le quiera.
yo le quiero desde ahora.
  ¡Hijo de mi corazón,
yo os quiero como a mi vida!

TEREMUSES:

Ansí ganas mi afición.

(Entra ARÁN, padre de MOISÉS, solo.)
ARÁN:

Tras mi esperanza perdida,
es esta buena ocasión;
  aquí mi cestilla hallo,
y mi hijo hallo aquí.

MARÍA:

Muy bien sabrá regalallo
mi madre.

TEREMUSES:

¿Es tu madre?

MARÍA:

Sí.

ARÁN:

. . . . . . . . . . . .
  Mucha ventura sería,
pues que con seguridad
le tendré en mi compañía.
Jezabel, ¡qué ociosidad
esta vida todo el día!

JEZABEL:

  Mandóme llamar la Infanta
para darme este criado.

ARÁN:

¿Criado?

MARÍA:

¿Y eso os espanta?

ARÁN:

¿Y ya le habéis aceptado?

MARÍA:

¡Que no es la ocupación tanta!

TEREMUSES:

  Ya le aceptó.

ARÁN:

Norabuena,
pues lo manda Vuestra Alteza;
quien tan grande bien me ordena
quitárame su belleza
hasta parte de su pena.
  ¿Y qué nombre le habéis dado?

TEREMUSES:

Yo ninguno.

ARÁN:

Justo es
darle alguno acomodado.

TEREMUSES:

Pues llamaráse Moisés,
que es nombre: en el agua hallado.

ARÁN:

  ¡Bien, señora, le conviene
ese dichoso apellido!

TEREMUSES:

Éste le doy.

ARÁN:

Y ese tiene.

LEZABEL:

¡Seáis, hijo, bien venido,
si en el nombre de Dios viene!

(Vanse todos con música, llevando la madre a MOISÉS.
Sale LEVÍ, cautivo hebreo.)


LEVÍ:

  En aquesta ribera
levanto al cielo lastimoso estilo
de aquella edad primera
donde mis quejas me arrebata el Nilo
haciendo mis lamentos
consonancia tristísima a los vientos.
  ¡Ay, ciudad soberana,
Jerusalén, Jerusalén amable,
y cuán de buena gana,
sólo por no me ver tan miserable,
abrazara la muerte
aunque costara no volver a verte!
  Aquí, al cruel gitano
sirvo de hacer adobes, y es mi estilo
henchir el aire vano
de quejas, y de lágrimas el Nilo,
que son causa segunda
por qué dos veces en el año inunda.
  Ya acabé mi tarea;
¡ay, si pudiera descansar ahora,
pero en vano desea
descanso un alma que desdicha llora;
ni es posible que viva
sino llorando voluntad cautiva!
  Mi esposa fue a traerme
de la ciudad algún sustento pobre,
¡ay, si pudiera verme
cual se vio Niso convertido en robre,
porque ansí no sintiera
golpes tan bravos de fortuna fiera!

(Dicen dentro. ROSELIA, mujer de LEVÍ, sale.)
ROSELIA:

  ¡Déjame, cruel gitano!

GITANO:

Pues hazme un favor honesto.

LEVÍ:

Mi esposa llora. ¿qué es esto?

ROSELIA:

¿Por qué me ofendes, tirano?

LEVÍ:

  ¿Quién te ofende, oh vida mía?
Iré a perderla por ti;
que mis celos van en mí:
no quiero más compañía.

(Entrase LEVÍ. Sale ROSELIA cantando, mujer de LEVÍ, y un GITANO tras ella.)
GITANO:

  Yo no pretendo forzar
tu voluntad, ni es razón.

ROSELIA:

Este hombre me ha de agraviar.
que una determinación
no da a la razón lugar.
  Bien será fingir con él
porque me deje y se vaya.

GITANO:

Si eres la flor de Israel,
permite que una vez haya
flor sin espinas en él.
  Después que te vi te adoro,
y alguna clemencia espero
de esas finas hebras de oro,
ya que no por lo que quiero,
siquiera por lo que lloro.

(Sale LEVÍ sin que le vean.)
LEVÍ:

  Aunque no es cordura hacer
en la mujer experiencia,
yo la hago en mi mujer
a ver si hay hembra en ausencia
allá en cuanto pueda ser.
  Entre estas ramas metido
veré lo que pasa aquí
sin ser de los dos sentido.

GITANO:

¿Qué, en fin, nada harás por mí?

ROSELIA:

¿Qué pretendes?

GITANO:

Ser querido.

ROSELIA:

  ¿Qué me ofreces?

GITANO:

Afición.

ROSELIA:

¿Y esa cierta?

GITANO:

Verdadera.

LEVÍ:

¡Oh celosa confesión!

ROSELIA:

¿Y bastará que te quiera?

GITANO:

No quiero más galardón.

LEVÍ:

  Sin duda aquí he de perder
gusto, paciencia y honor;
ten firme, ingrata mujer.

ROSELIA:

¿Que no quieres más que amor?

GITANO:

No.

ROSELIA:

Pues no le puede haber.
  Fingir contigo quería
porque me dejaras ir;
pero no puedo.

GITANO:

Porfía
fiera en hacerme morir;
yo te venceré algún día.

ROSELIA:

  Y ahora vete.

GITANO:

Sí, voy
por no disgustarte más;
mira cuán amante soy.
¿Has de quererme?

ROSELIA:

¡Jamás!

GITANO:

Ingrata, pues yo me estoy.

(Sale LEVÍ.)
LEVÍ:

  No hay para qué, gentilhombre.

GITANO:

¡Hombre aquí!

LEVÍ:

Y hombre de bien.

GITANO:

¿Quién eres?

LEVÍ:

No tengo nombre.

ROSELIA:

Es mi esposo.

GITANO:

¡Eso también!
Perdóname, no te asombre
  ver que en parte sospechosa
con tu esposa me has hallado.

LEVÍ:

Seguro estoy de mi esposa.

GITANO:

Corrido voy y agraviado;
¡oh tirana más que hermosa!

(Vase el GITANO)
LEVÍ:

  ¡Qué bien se está la mujer
en su casa recogida!

ROSELIA:

¿Hay en mí de qué temer?

LEVÍ:

Sí, que la mujer querida
poco o mucho ha de querer.
  ¿Qué traes de la ciudad?

ROSELIA:

Pan negro y hierbas.

LEVÍ:

Y basta;
pan negro y hierbas me dad;
que con tener mujer casta
vive un hombre en amistad.
  Y vamos, veréis allí
vuestros dos hijos, amiga.

ROSELIA:

Que ha mucho que no los vi:
amor a verlos me obliga;
sea presto, pues, vení.

(Baile. Éntranse. Tocan. Sale MOISÉS, pequeño niño.)
MOISÉS NIÑO:

  Poco importa ser niño;
sí tener bríos de varón perfeto;
que aunque espada no ciño,
no quiero que me pierdan el respeto.

(Salen ARÁN y JEZABEL, sus padres.)
ARÁN:

¿Qué es esto, mi criado?

JEZABEL:

Moisés querido, ¿quién os ha enojado?

MOISÉS:

  Hijo soy de la infanta,
y nieto soy de Faraón por ella,
y el vil que me levanta
que soy espurio y no nacido della,
como villano miente.

ARÁN:

¿Pues quién dice otra cosa diferente?

JEZABEL:

  No le descubriremos
quién es ahora, porque no se engría.

ARÁN:

Dejad: tiempo tendremos;
que aun hasta ahora aún no ha llegado el día,
ni llegará tan presto;
sólo importa que viva como honesto.

MOISÉS:

  En fin, queridos amos:
desciendo de los reyes Faraones.

ARÁN:

Así lo confirmamos.

MOISÉS:

Pues tú, villano, ¿para qué te pones
en puntillas conmigo?
¿Quieres a tu señor por enemigo?

(Entran FARAÓN, la INFANTA, DATÁN y AVIRÓN.)
TEREMUSES:

  Desde mi retraimiento
oigo a mi hijo con algún enfado;
¡oh, mi dulce contento!
¿Qué enojo es éste? ¿Quién os ha injuriado?

MOISÉS:

¡Oh madre, en tu presencia
a mis enojos hago resistencia!

FARAÓN:

  Moisés, ¿qué habéis habido?
Decidme, ¿quién se atreve a daros pena?

ARÁN:

Es niño; nada ha sido.

TEREMUSES:

Tomad, mi bien, al cuello esa cadena;
que en lugar de diamante
va por joyel mi corazón amante.

MOISÉS:

  ¡Querida madre!

TEREMUSES:

¡Hijo!

MOISÉS:

¿Es verdad que lo sois? Desengañadme,
que aún no sé quién me dijo
una razón o sinrazón infame.

FARAÓN:

¿Qué te dijeron? Dilo.

ARÁN:

Burlando, que le hallaron en el Nilo;
  y está el rapaz por esto
que quiere reventar de enojo y rabia.

TEREMUSES:

¿Con mi hijo se ha puesto
nadie del reino? En eso a mí me agravia.
No; mi hijo sois, bien mío:
miente quien dijo que os halló en el río.

FARAÓN:

  Moisés, no lloréis tanto;
que yo haré que os tengan más respeto.
Y, por el cielo santo,
que vuestro abuelo soy y vos mi nieto,
y mi misma persona,
y en fe de aquesto os pongo mi corona.

(Pónele la corona de laurel y queda muy ufano.)
TEREMUSES:

  Muy bien parecéis con ella.

MOISÉS:

Beso tus Rëales pies.

FARAÓN:

¿Estáis contento, Moisés?
Ya sois coronada estrella.
  ¡Hija!

TEREMUSES:

¡Señor!

FARAÓN:

Un aviso
quiero daros, escuchad:
encubridle esta verdad;
mirad bien cómo os lo aviso.

(Hablan al oído.)
JEZABEL:

  Mirad qué loco ha quedado;
sepa quién es, que se pierde.

MOISÉS:

Quien el respeto me pierde
venga a verme coronado.

ARÁN:

  Por no verle profanar
la israelita cabeza,
me voy.

JEZABEL:

A entonarse empieza,
pero yo lo haré amansar.

(Vanse los padres.)
DATÁN:

  ¡Que tal el Rey haya hecho!
¡Tanto favor a un mestizo!
Este rapaz, ese chico,
¡oh, yo le tengo en el pecho!

(Estando coronado el niño, y hablando aparte FARAÓN y la INFANTA,
canta una VOZ esta inspiración y atiende a ella MOISÉS.)


VOZ:

  Ufano niño Moisés,
que con la ajena corona
la majestad representas
que el cielo te ha dado propia.
Esas grandezas desprecia:
rompe las egipcias ropas;
que te han guardado los cielos
sólo para que las rompas.
Contra los rayos de Egipto
es la comisión que gozas,
y honrarte con honra tuya
es cosa a tu oficio impropia.
Esa corona que ciñe
tu cabeza vencedora,
ha de ser, por causa tuya,
deshecha, arruinada y rota.
Deséchala de tus sienes;
que es doble traza alevosa
lo que has de ofender entonces
estimarlo tanto agora.

MOISÉS:

No sé quién me habla al alma,
que me enseña, aunque me asombra;
que soy capitán, me dicen,
contra las gitanas copias.
Si esto es así, Faraones,
guardaos allá vuestras honras;
que ya no quiero en Egipto
reinos, cetros, ni coronas.

(Arroja la corona a los pies del REY.)


FARAÓN:

Dioses sagrados, ¿qué es esto?

TEREMUSES:

¡Hijo!¿qué has hecho?

MOISÉS:

Señora,
no sufre bien mi cabeza
el peso de tanta honra.

DATÁN:

Pronóstico es este Rey
que ocultos misterios brota;
que de un prodigio no es mucho
nazcan cosas prodigiosas.
Este suceso da gritos,
y dice, porque los oigas,
que ha de deshacer tu imperio
quien arrastra tu corona.

FARAÓN:

Dejadnos solos, Infanta.

TEREMUSES:

De una inocencia te enojas;
pues tú lo mandas, iréme.

FARAÓN:

Es mi gusto, por ahora.

(Vase. Apártanse el REY, DATÁN y AVIRÓN a hablar.)
AVIRÓN:

  Ver tu corona ofender,
¿qué puede representar,
sino que la has de perder?

DATÁN:

Y que te la ha de quitar
quien te la hizo caer.

FARAÓN:

  Es, sin duda; mi temor
lo mismo me pronostica.

DATÁN:

Pues muera.

FARAÓN:

Téngole amor;
pero si se verifica,
mi desdicha ¿no es peor?

AVIRÓN:

  Que muera es acuerdo mío
sin duda conviene así;
de esta manera desvío
la envidia que concebí
contra este hijo de un río.

FARAÓN:

  Sacalde públicamente;
porque la ciudad se asombre
y en su castigo escarmiente.

DATÁN:

Si éste llegase a ser hombre
se ha de hacer rey de tu gente.
  Muera, Rey: esto conviene.

FARAÓN:

Ya no estoy determinado:
mi consejo le condene.

(Vase el REY.)
AVIRÓN:

¡Qué fuerza la envidia tiene
en un malintencionado!
  Preso vas.

MOISÉS:

¡Yo, preso yo!
Si lo manda el Rey, iré.

AVIRÓN:

El Rey mismo lo mandó.

MOISÉS:

Pues de su afición, ¿qué fue?

DATÁN:

Fue mal fundada, y cayó.

(Llévanle maltratado a MOISÉS. Salen LEVÍ y ROSELIA.)
LEVÍ:

  Ya que a la madre común
nuestros hijos entregamos
y su soledad lloramos
no bien conocida aún,
  vivamos en la ciudad,
donde tengamos testigos
de nuestra necesidad;
que entre deudos y entre amigos
siéntese mal la amistad.

ROSELIA:

  Yerras, aunque me perdones,
y no sé qué hombre procura
dejar la vida segura
y buscar las ocasiones.
  ¿Qué coches o qué caballos
tienes en qué pasear?

LEVÍ:

Sólo tengo el deseallos.

ROSELIA:

Y este vano desear
te trae sin duda a curallos.
  Para hacer ladrillos duros,
en la falda de la sierra
estábamos mas seguros;
que hombres que tratan en tierra
no han menester fuertes muros.

LEVÍ:

  Aquí tengo de vivir:
algún gitano busquemos
a quien podamos servir.

ROSELIA:

Tu oficio es mandar: callemos.

LEVÍ:

Y el tuyo no resistir.
(Suena trompeta y dicen dentro: «¡Muera el traidor!»)
  Mas ¿qué alboroto y rumor
es aquel? Trompeta suena,
y dicen: ¡Muera el traidor!
¡Cómo renováis mi pena,
vivas memorias de amor!
  Vamos a saber lo que es.

(Vanse. Tocan trompeta, y sale MARÍA.)
MARÍA:

Infanta, noble señora,
¿cómo estas cosas no ves,
cuando todo el pueblo llora
la muerte de tu Moisés?
  Ven, si ya no gustas dello;
que entre la grita espantosa,
si dan lugar, podrás vello
con una soga afrentosa
atada al hermoso cuello.
  No me escucha: a su aposento
voy a advertirla del caso
más presurosa que el viento.

(Vase. Tocan trompeta.
Salen los padres de MOISÉS, ARÁN y JEZABEL.)
ARÁN:

Paso, Babilonia, paso;
que es niño, y grande el tormento.
  Mirad al vuestro criado,
hijo en sangre y en amor,
su privanza en qué ha parado.
¡Oh Rey, gran castigador,
quién te verá castigado!

JEZABEL:

  No lloro el verle morir,
ni siento que el Rey lo mande.
¿Pues esto podéis sufrir?

JEZABEL:

El sentimiento es tan grande
que no me deja sentir.

(Sacan al niño MOISÉS con una soga al cuello, atadas las manos,
y un verdugo detrás con una espada desnuda.
DATÁN y AVIRÓN como jueces, y algunos soldados; cantan los MÚSICOS.)
MÚSICOS:

  Sea notorio en Babilonia
y en todo el gitano imperio,
cómo este muchacho muere
por sospechoso en el reino.
Mándale matar el Rey
para asegurarse desto;
que no hay corona segura
cuando el que priva es soberbio;
y muere públicamente,
porque sirva de escarmiento,
que el despreciar las coronas
se compra por este precio.

(Sale la INFANTA TEREMUSES con una espada desnuda,
y MARÍA y los dos criados.)
TEREMUSES:

Teneos, fieros verdugos;
que no ha de morir por eso
un inocente que adoro
y un humilde que defiendo.
Éste es mi hijo: estimalde,
pues como a hijo le quiero;
que no es posible que el Rey
haga este agravio a su nieto.
Vosotros sois, envidiosos,
los que habéis tratado de esto
por quitar a Babilonia
este cristalino espejo.
Y si mi padre lo manda,
no se entiende que está ciego:
amigos, ¡viva Moisés!
¡Viva! que yo lo defiendo.

(Dentro: «¡Viva Moisés!» Y pónese el REY al corredor.)


FARAÓN:

Tus voces, hija, me mueven,
y el amor que yo le tengo.
¡Viva Moisés! Desatalde.

DATÁN:

Muero de envidia.

AVIRÓN:

Y yo muero.

TEREMUSES:

Vivas, señor, largos años.

MOISÉS:

Muchas edades tus reinos.

JEZABEL:

Tu fama infinitos días.

ARÁN:

Tu nombre siglos eternos.

TEREMUSES:

Y porque han visto a mi hijo
con voces de pregoneros,
quiero que le vean triunfando
si tú no dis... de ello.

FARAÓN:

¡Triunfe!

(Quitase de la ventana el REY.)
TEREMUSES:

Venga el palio, amigos,
en lo que del blanco cuello
la infame soga desato.

DATÁN:

¡Oh, envidia!

AVIRÓN:

¡Oh, cruel infierno!

TEREMUSES:

  Quiéroos, Moisés, abrazar,
pues hoy para mí nacéis.

ARÁN:

Deudas tenéis que pagar
a la Infanta, que haréis
mucho en poderlas contar.

(Traen un palio los criados.)
CRIADO 1.º:

  El palio está aquí, señora.

TEREMUSES:

Entrad en él y triunfad;
que este honor os falta ahora;
ea, esas varas tomad.

DATÁN:

¡Oh, confianza traidora!,
  Pero vaya ahora honrado,
prive y suba cuanto pueda
el rapaz entronizado;
que no ha parado su rueda,
pues mi envidia no ha parado.

(Entran debajo del palio MOISÉS y la INFANTA. Toman las varas los dos criados, DATÁN y AVIRÓN. Tocan música. Dan una vuelta al tablado con gran majestad, y éntranse. Dase fin a la primera jornada. Baile de a cuatro.)