La estafeta romántica/XL

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XL

De Doña Juana Teresa a la señora de Maltrana

Cintruénigo, Octubre.

Amiga y hermana: No tengo sosiego hasta no desahogar mis agravios contra ti, y hoy me decido a manifestártelos, que si en ello tardo más, de seguro reviento. Ya sé que tu casa es, como si dijéramos, el cuartel general de las intrigas fraguadas contra mi hijo y contra mí, lo que no entiendo, a menos que me demuestres la razón de querer más a tu sentimental y misterioso huésped que a tu sobrino, hijo de tu hermano, mi esposo, que santa gloria haya. Descíframe este acertijo, o de lo contrario creeré que te has vuelto romántica y que mereces salir al teatro con velo negro por la cara y puñal en la mano. Si no estás loca rematada, haciendo pareja con la pobre Pilar, explícame la protección que das a ese trovadorcillo, y la celada que intentáis armarle a la niña de Castro-Amézaga.

¡Si creerá Pilar que a mí me engaña! Sus enredos vienen a mi conocimiento sin que yo los busque, y a poquito que yo extienda mi tela de araña, cojo a la pobre mosca y la devoro. ¡Qué lejos está ella de que le he tendido la red! Pero no: más bien ha sido obra de Dios, que vela por los inocentes y estorba las maquinaciones de los envidiosos. La casualidad, o hablando cristianamente, la Providencia, ha puesto en mis manos un testimonio de los devaneos antiguos de mi media hermana, los cuales fácilmente se enlazan por ley de Naturaleza con sus embrollos presentes y con la existencia del mancebo romántico, que ostenta en su escudo todos los emblemas nobiliarios de la Santísima Inclusa... Dos días hace que me ocupo en atar cabitos, y no quiero que ignores el resultado de mis trabajos. Yo también me doy a la historia menuda, lo que puedo hacer con grandísimas ventajas, porque ha puesto Dios en mis manos el archivo mundano del más glorioso perdido del siglo pasado y de parte del presente, D. Beltrán de Urdaneta.

Estoy recopilando mis apuntes, que pondré a disposición de las personas a quienes incumbe el llamar al orden a Pilar, o pararle un poco los pies, reduciéndola al papel de penitente que le corresponde. Y para que no creáis que obro con alevosía, a ti, que es como confiarlas a ella, confío mis investigaciones, empezando por la más grave y delicada. ¿Qué dirás que me saltó a los ojos una tarde que me entretuve, sin malicia, puedes creerlo, en revolverle el papelorio a mi libertinísimo suegro? Pues una carta que con fecha de Julio de 1811 le dirige a París una tal Lea Delisle (¡buena pieza sería!) desde Ax de las Termas. Traducida en su parte más interesante por Rodrigo, que, para que lo sepas, posee muy bien el francés, dice así: «Ya te conté que la Duquesa tu amiga se dejaba hacer la corte por Su Alteza el Príncipe José Poniatowsky (pongo mucho cuidado en copiar este nombre diabólico letra por letra), general del Imperio, gran figura, caballero insigne, sobrino del Rey de Polonia. Hoy puedo asegurarte que el príncipe guerrero, a quien llaman el Bayard polonais (esto lo dejo en francés), y la dama española, están unidos en apasionada liaison (en francés lo dejo también para mayor decoro de nuestro idioma). Anoche, al volver de una excursión a la cascada de Orlu, se perdieron en el bosque de Ascou. Aún no han vuelto».

Yo no lo he buscado: a la mano se me vino por designio de la Providencia, como vinieron luego otras cartas de la misma pendanga, en que decía que el Príncipe y la Duquesa habían parecido. Lo que no parece, digo yo, es el decoro de Pilar. Buscando, buscando, por si Dios me deparaba nueva luz, encontré una esquela de Engracia Pignatelli, tía de Pilar, en la que consta que esta fue a pasar una temporadilla en Zaragoza, de donde pasó a Lumbier, residencia de su amiga Serafina Palafox... En fin, no quiero hacer cuenta del tiempo, ni ajustar meses, compaginando fechas con fechas... No vayas a decir que soy cruel con la que merece lástima, y a tanta lejanía de tiempo, algo de indulgencia. Ya sé que ha llorado mucho. Ignoraba yo la causa: ahora no diré lo mismo.

Al pronto se me ocurrió felicitarte, Valvanera de mi corazón, pues no cae todos los días el honor de hospedar en nuestra casa a un príncipe polaco, descendiente de Reyes, que, aunque destronados y errantes por esos mundos, siempre han de conservar algún aire o tufillo de testas coronadas; pero hablando de esto con Rodrigo, que sabe muy bien historias de todos los países, agarró una Enciclopedia que le saca de todas sus dudas, y en ella vimos que el tal señor de Poniatowsky, el Bayardo polonés, como le llaman, después de diversos hechos heroicos en las campañas de Rusia, Varsovia y no sé qué otros puntos, murió el año 13, al pasar a caballo un río de nombre muy enrevesado. Y luego de leídas estas referencias, hojeó Rodrigo la Historia de Napoleón con láminas, y me mostró una que representa al Príncipe luchando con la corriente del río en que se anegaron y perecieron tantas glorias. Si no miente la estampa, era un guapo mozo, y debía de ser hombre de gran coraje.

Cuéntale todo esto a tu amiga, y adviértele que Doña Urraca, a pesar de todas estas cosillas que andan en libros extranjeros, no la quiere mal; que se halla dispuesta a la indulgencia, al olvido de las historias de 1811 y 1812, y a reconocerla y diputarla como una mujer ejemplar, siempre y cuando ella sea comedida; que obligadas al comedimiento están las que no se hallan libres de ciertas máculas. ¿A qué se empeña esa loca en cosa tan absurda y desleal como cerrarnos el caminito de La Guardia cuando a punto estábamos ya de verlo franqueado y mis deseos satisfechos? ¿A qué se mete ella en este negocio, que por mal que vaya para mí no ha de ir bien para ella, pues la mercancía adulterada que pretende introducir no puede ser admitida, no, allí donde todo es nobleza y virtud, y se ha de mirar mucho al honor y limpieza de los nombres? Que su necedad no me ponga en el caso de emplear la malicia por derecho de defensa. Ella me conoce: soy muy buena, muy tolerante, amantísima de la familia; en todo caso, estoy dispuesta al perdón, y soy la primera en arrojar velos y más velos sobre las faltas de las personas que me son caras; pero que no me pise, por Dios, que no me pise, porque al sentir el ultraje y el pisotón, me revuelvo y clavo el diente... no lo puedo remediar... Y basta por hoy.

Muy enfadada me tienes, como encubridora y auxiliar de esa pérfida; pero nada temas de mi enojo. Soy tu amiga, te quiero, reconozco tus virtudes, y en mis oraciones, siempre que pido a Dios que conserve la salud de mi hijo, nunca se me olvida echar una palabrita por ti y los tuyos. Mil afectos a todos de tu cariñosa hermana -Juana Teresa.


 
 
FIN DE LA ESTAFETA ROMÁNTICA
 
 

Santander (San Quintín), Julio-Agosto de 1899.