La flor de los recuerdos (Cuba): 18

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A Ana
La flor de los recuerdos (Cuba)
de José Zorrilla
Tres Ave Marías: Capítulo primero. I.
(La primera versión fue publicada en Cuentos de un loco de 1853 bajo el título de Maese Adán y su hija)
HISTORIA

DE

TRES AVES MARÍAS.


Quien con una fe profunda

A María se encomienda,
En su fe tiene la prenda
De segura salvación.
Yo, que en ella mi fe puse,
Con esta santa leyenda,
Le consagro en pobre ofrenda

La fe de mi corazón.


Historia de tres aves marías[editar]

Prólogo del autor[editar]

Nada de lo que tuvo principio dejará de tener su conclusión. He venido a las Américas expresamente para poner los puntos sobre las íes.



PRIMERA PARTE


MAESE ADAN Y SU HIJA.


Capítulo primero[editar]

Con el cual comienza naturalmente esta fantástica y misteriosa historia.

I.[editar]

Quien no ha visto nunca a Aurora
La gitana de Sevilla,
No ha visto la maravilla
Mayor del Guadalquivir.
Es la flor de Andalucía,
Es la perla de Triana;
Con un alma, aunque gitana,
Pura cual oro de Ofir.

La negra y rica madeja
De su cabello abundante
Corona de su semblante
El puro contorno oval,
Como la toca de plumas
Con que ornó naturaleza.
De la garza la cabeza
Y la del águila real.

Su cintura se cimbrea
Cual los tallos de las palmas,
Su mirar roba las almas,
Las hechiza su cantar:
No tiene par en el garbo
De puntear una vihuela,
Ni hay quien una castañuela
Con las suyas lleve al par.

Cuando sale de Triana
Conduciendo su cuadrilla,
A ganarse por Sevilla
De su errante vida el pan,
Se asoman a los balcones
Las damas mas principales,
Y sobre ellos llueven reales
Por donde quiera que van.

¡Mas es muy justo a fe mía!
Pues más ágil bailadora
Ni mas diestra tañedora
No se vio ni oyó jamás:
De su baile con los pasos,
Con el son de sus canciones
Se lleva los corazones
Embebecidos detrás.

Por dó quier que se presenta
En paseo, calle o plaza,
El camino la embaraza
La curiosa multitud:
Y en las casas más severas
Se la llama y se la admite,
Porque dicen que compite
Con sus gracias su virtud.

Ni livianas, ni incentivas,
Las posturas y mudanzas
De sus pasos y sus danzas
Decorosas siempre son:
Ni en su boca de corales,
En lo que ha que es conocida,
Se oyó torpe ni escedida
Resonar una canción.

Sus cantares son distintos
De los cánticos vulgares:
Cuentos son más que cantares,
Y la forma original
De sus giros y cadencias,
Los delatan por hermanos
De los cuentos africanos
De un país mas oriental.

De sus metros musicales
La dulce melancolía,
Que su lenta melodía
Se complace en prolongar,
Recuerda a quien las ha oído
Las cadencias familiares
De los árabes adoares,
Y de las tribus de Agár.

Ni en los vestidos bizarros
Resaltó jamás de Aurora
Desnudez provocadora
Ni libertad femenil:
Los contornos de sus formas
Mantienen siempre velados
Los pliegues multiplicados
De su atavío gentil.

Pide y gana su sustento
Con sus danzas y cantares,
Pero nunca sus hogares
Hombre alguno visitó:
La moneda aceptó siempre
Del galán o el generoso:
Pero nunca sospechoso
Papel ni oro recibió.

Tal vez escudero astuto,
Tal vez hipócrita dueña
Con carta, convite o seña
La intentaron abordar:
Mas con humos señoriles
Y fiereza soberana,
Despachóles la gitana
Sin deseos de tornar.

Tal vez viejo disoluto,
O audaz y rico mancebo,
De sus gracias tras el cebo
Embozado la siguió:
Mas esquiva y ofendida
La bellísima gitana,
A las puertas de Triana
Con desdén le despidió.

En vano los más galanes
Mancebos mas seductores,
Quienes los leves favores
Preconizan de su amor,
De sus locas seducciones
En las redes la envolvieron:
En sus redes no cogieron
El mas mínimo favor.

Tal es Aurora: su raza
Nada más se reproduce
Que al sol ardiente que luce
Sobre el ámbito andaluz:
En aquel rincón del mundo
Dó en las costas españolas
Rompe el mar azules olas,
Vierte el sol rosada luz.

Mas ¿qué virtud no fue nunca
Por la malicia atacada,
Por la envidia maltratada
O por la calumnia vil?
No falta quien su modestia
Acuse de hipocresía,
Y recele hechicería
En criatura tan gentil.

Las malas lenguas que embaban
Y calumnian por dó quiera
La virtud más verdadera
Y el mérito más cabal,
No hallando tacha de Aurora
En el porte y la figura,
Dieron en que su hermosura
Tenía algo de infernal.

Dijeron que era imposible
Que una moza de su clase
A la par embelesase
A la culta sociedad
Y al populacho villano,
Si su gracia no tuviese
Como el mirar de Maese
Diabólica potestad.

Dicen que su viejo padre,
De su tribu el más anciano,
En las rayas de la mano
Lo futuro sabe leer:
Y tiene, por sus egipcios
Conjuros y sortilegios,
Amistad y privilegios
Con el mismo Lucifer.

Hay quien cree que la muchacha
No es un ser humano y vivo,
Sino mágico atractivo
De diabólica ilusión,
A quien su autor el demonio
Adornó con el encanto
De aquel baile y aquel canto
Con que hechiza el corazón.

Hay quien dice, aunque lo dice
Solamente en confianza,
Que los pasos de su danza
Se los pone Satanás,
Y la escribe sus cantares
Por la noche en la vidriera,
Y de los vidrios le espera
La gitanilla detrás.

Y hay quien dice que su padre
(A quien llama Adán el mago
Maldiciente el vulgo vago
Y su tribu Maese Adán)
Tiene en su cuarto un espejo
Tras cuya luna presentes
Aparecen los que ausentes
Y los que muertos están.

Fábulas del necio vulgo:
Mas que en las almas vulgares
Escrúpulos familiares
Engendran de la aprensión;
Hablillas que sordamente
Con influencia traidora
Fueron minando de Aurora
La buena reputación.

Recelosa la justicia
La espió muy cautamente
La acechó secretamente
La severa Inquisición:
Mas hallada su conducta
Sin misterios y sin tacha,
Salió libre la muchacha
De su rígida inspección.

Hoy repica libremente
Por paseos y plazuelas
Sus sonoras castañuelas
Con placer universal,
Y prosigue con sus gracias
La dichosa gitanilla,
Siendo encanto de Sevilla
Que las paga liberal.

Y cual ser privilegiado,
Descuidada, libre, ufana
Vaga alegre la gitana
Recorriendo la ciudad,
Por su tribu idolatrada,
Por sus nobles protegida,
Sonriéndola una vida
De ventura y libertad.

¿Mas qué bien hay en el mundo
Que con mal no esté mezclado?
¿Que placer acibarado
Nunca fue por la aflicción?
¡Tras el rostro más sereno,
Bajo el pecho más tranquilo,
Al pesar más hondo asilo
Da tal vez el corazón!