La oliva y el laurel: 04

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La oliva y el laurel
Alegoría escrita para las fiestas de la proclamación de S. M. LA REINA DOÑA ISABEL II

de José Zorrilla
del tomo dos de las Obras completas ordenadas por Narciso Alonso Cortés.


ACTO ÚNICO[editar]

ESCENA IV[editar]

EL TIEMPO, en su lecho, como en la anterior; EL GENIO DE LA PAZ, LA BUENA FE.

EL GENIO DE LA PAZ.

¿Quién va?

LA BUENA FE.

¿Y quién habla?

EL GENIO DE LA PAZ.

La Paz.

LA BUENA FE.

¿Por qué no tomas la puerta?
Yo abierta me la encontré;
y lo mismo la dejé.

EL GENIO DE LA PAZ.

Confusa mi alma, no acierta
quién se atreve a hablar aquí
de manera tan extraña.

LA BUENA FE.

Soy la BUENA FE de España.

EL GENIO DE LA PAZ.

Reconocerte debí.

LA BUENA FE.

¿En qué?

EL GENIO DE LA PAZ.

En la franca expresión
con que tu labio se explica.

LA BUENA FE.

Sus sentimientos me aplica
a la lengua el corazón;
que como yo campesino
soy, y criado en llaneza,
siempre llamé con franqueza
al pan pan, y al vino vino.

EL GENIO DE LA PAZ.

¿Mas cómo te encuentro aquí?

LA BUENA FE.

Pie a pie me han desposeído
de la tierra en que he nacido,
y de la tierra que huí;
y ese desierto quizás
travesando a la ventura,
di con una puerta oscura,
y entréme sin más ni más.

EL GENIO DE LA PAZ.

¿Cuál es tu tierra?

LA BUENA FE.

Castilla.

EL GENIO DE LA PAZ.

Más por su honradez descuella.

LA BUENA FE.

Mas fermenta en toda ella
de la doblez la semilla.

Ello es que hay duelos a miles
sobre el Hispánico suelo,
y a España cubren de duelo
fieras contiendas civiles.

Contra sí mismos, insanos,
revuelven sus propios hierros,
y se muerden como perros
los leones castellanos.

¡Qué diablo! Y no han de poder
lo que pretenden lograr,
pues todos son a mandar,
y ninguno a obedecer.

Ya no hay lazos que les aten,
no hay leyes que les contengan;
éstos de aquéllos se vengan,
los otros y éstos se baten.

Yo les grité: «Sois hermanos,
bajo un mismo sol nacidos»;
mas no me dieron oídos,
y vinieron a las manos.

Me afané por su concordia;
mas sobre mí dieron luego,
guerreándome a sangre y fuego
la colérica Discordia,

y el Hambre descolorida,
y la Ambición de oro hinchada,
la Traición enmascarada,
y la Envidia carcomida.

Y por doquier me asaltaban,
por doquier me perseguían,
y alguna vez me adulaban,
y traidores me vendían.

Yo, sostener no pudiendo
contra tantos tan vil guerra,
abandoné al fin la tierra,
y hasta aquí me vine huyendo.

EL GENIO DE LA PAZ.

¡Ay, infeliz campesino!
Y hasta tus pies te vendieron
cuando hoy emprender te hicieron
de este lugar el camino.

De la guerra huyendo vas
la doblez y la malicia,
y por tu propia impericia
dentro de su alcázar das.

LA BUENA FE.

¿Esto es su alcázar?

EL GENIO DE LA PAZ.

Esto es.
Y aquí es fuerza, desdichado,
que te encadene a mi lado
si no te salvan los pies.

LA BUENA FE.

Huye conmigo.

EL GENIO DE LA PAZ.

No puedo,
que me atan estas cadenas.

LA BUENA FE.

En ese caso tus penas
contigo a llorar me quedo.

EL GENIO DE LA PAZ.

Y te asirán.

LA BUENA FE.

¿Qué remedio?
Los hombres me llaman tonto,
y a todo me encuentro pronto,
si no por virtud, por tedio.

EL GENIO DE LA PAZ.

Huye, por Dios, y yo sola
llore la desdicha mía.

LA BUENA FE.

¿Sin ti?, no; renegaría
de mi buena fe española.

Contigo me he de salvar,
o me he de quedar contigo.

EL GENIO DE LA PAZ.

Huye, labrador te digo.

LA BUENA FE.

Es inútil porfiar.

EL GENIO DE LA PAZ.

¡En todo con poco tino
ha de obrar la Buena Fe!

LA BUENA FE.

Pues de ambos a dos no sé
quién tomó peor camino.

Que si con sana intención
doquier hallarte deseo,
a fe que ahora que te veo,
te hallo en buena situación.

EL GENIO DE LA PAZ.

Tórnate a España.

LA BUENA FE.

de donde la Paz emigra,
o muchísimo peligra,
o estorba la Buena Fe.

EL TIEMPO.

(levantándose del lecho).
Errado vas, buen villano,
y tu ruda terquedad
muestra bien claro, en verdad,
tu honradez de castellano.

LA BUENA FE.

¡Hola! ¿El viejo nos oía,
y creí que reposaba?

EL TIEMPO.

Todo en el Tiempo se graba,
todo lo escucha y lo espía.

Nada a mis ojos se esconde;
nadie hay que en mi contra arguya,
ni hay nada que no concluya
allí do le corresponde.

Y así como mi guadaña
calmó lides más impías,
yo haré que en muy breves días
calme las lides de España.

LA BUENA FE.

El remedio es como tuyo;
sin duda, ¡viejo feroz!,
tú dices: meto mi hoz
a ciegas, siego, y concluyo.

Y siempre que haces alarde
de tu poder, he advertido,
que al mal a que has acudido,
acudiste siempre tarde.

EL TIEMPO.

Un poder más soberano
guía mi mano, labriego,
y yo le consagro, ciego,
todo el poder de mi mano.
Y éste jamás se equivoca
ni se distrae, ni alucina,
que es quien los astros calcina
con el soplo de su boca.

LA BUENA FE.

¡Bah! ¡Quieres salvar a España
y con tal calma te estás!
¿Mas tú? ¡Pues la dejarás
soberbia con tu guadaña!

EL TIEMPO.

Como quien eres replicas.

LA BUENA FE.

Lo que sentí siempre hablé.

EL TIEMPO.

Pues oye bien, Buena Fe,
con quién es con quien platicas.

Yo antes que el cielo y que la luz nací;
la negra eternidad mi madre fué:
ileso lo pasado vive en mí,
y penetrar en lo futuro sé.
Yo las generaciones nacer vi;
yo las generaciones enterré:
y todo cuanto ha sido, es y será,
puesto al alcance de mi mano está.

Yo consumo las fuerzas del león:
yo carcomo los bordes de la mar:
yo mino el pie del colosal peñón:
yo desplomo la encina secular:
yo marco a las edades división:
yo puedo las arenas numerar:
yo doy a cuanto a luz puede salir
lugar en que nacer y en que morir.

Yo el giro de los astros señalé:
yo vida débil a las flores di:
yo arraigo el árbol que morir las ve:
yo inspiro al ave que se anide allí.
Yo hago al gusano que le roa el pie,
y yo, que la existencia les medí,
de ave y gusano y flor y árbol al par,
siento el soplo y la savia circular.

Yo cuento las escamas al reptil
para saber los años que vivió:
cuento a la tierra sus grietas mil
para saber el jugo que perdi;
y las plumas al pájaro gentil,
y a la araña los hilos que tejió,
y sus conchas le cuento al mar azul
y sus hojas al cárdeno abedul.

Yo juego con el mundo universal
trastornando a placer cuanto hay en él:
yo hago jardín el árido arenal,
y torno en lago fétido el vergel.
Yo arrasé el Paraíso terrenal:
yo desmonté las piedras de Babel,
y amontoné nación sobre nación
para esparcir en polvo su montón.

Ya sabes lo que puedo y lo que soy:
escucha, pues, lo que escondido está
(Señalando al reló de arena.)
bajo esos granos que contando voy
y un vaso en otro trasegando va.
Cuando la vuelta a ese arenero doy,
con él la vuelta la centuria da;
y cuando en él la arena entre al revés,
será España feliz.

LA BUENA FE.

(con oportunidad).
Vuélvele, pues.

EL TIEMPO.

No; faltan granos que pasar aún:
faltan días aún de división;
mas pronto formará masa común
la arena en sólo un vaso y un montón,
y vuestras horas cambiarán, según
los granos cambiarán de situación,
hasta que radie bajo el real dosel
la coronada frente de Isabel.

EL GENIO DE LA PAZ.

Y entretanto los pueblos arderán
en lid sangienta sin honor y prez.

LA BUENA FE.

Y al incauto español su presa harán
la pérfida ambición y la doblez.

EL TIEMPO.

Su nobleza y su fe les salvarán,
y os abrirán los brazos otra vez,
y tranquilo otra vez se alzará el sol
por cuanto abarca el ámbito español.

LA BUENA FE.

Buena esperanza, mas ¡a buena hora!

EL TIEMPO.

Ten confianza en mí.

LA BUENA FE.

Despacio va.

LA NINFA ECO.

(dentro).
¡Ah!

LA BUENA FE.

¿Eh? ¿Qué hace aquí esa voz remedadora?

ECO.

(dentro).
Llora.

LA BUENA FE.

¡Calla! ¿Y quién llora entre el peñasco hueco?

ECO.

(dentro).
Eco.

EL GENIO DE LA PAZ.

¿Eco? ¡También tal vez huyendo va!

ECO.

(dentro).
Va.

EL TIEMPO.

Es Eco, esa ninfa loca,
que gime de roca en roca.

EL GENIO DE LA PAZ.

Bien llegada hasta aquí sea,
aunque pese a su pie audaz.

EL TIEMPO.

Sólo en repetir se emplea
lo que es de aprender capaz.

LA NINFA ECO.

Paz. (Saliendo.)

EL TIEMPO.

Esa es quien verte desea.

ECO.

Sea.