Las teorías educacionales de Raquel Camaña

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LAS TEORIAS EDUCACIONALES DE RAQUEL CAMAÑA


Nunca más que hoy fueron discutidos el fin, las tendencias y los medios educativos. Nunca más que hoy han puesto en la educación sus esperanzas todos los que, partiendo de la crítica de la sociedad actual, se han elevado a la concepción de un régimen más inteligente en las relaciones sociales. Toda reforma, si es verdaderamente humana, si tiende a ser profunda y duradera, debe tener como base la reforma del sistema actual de educación. Este ha sido concebido y es llevado a la práctica por hombres hechos para y por nuestra organización actual y los que tienen en sus manos la dirección de la educación son por lo general los menos aptos a la reforma del sistema — no en sus detalles sino en su fondo mismo — porque pertenecen a la clase conservadora.

Una transformación básica de la sociedad debe corresponder a una transformación en la educación. Es imposible concebir una sociedad donde se hayan cambiado los valores sociales, donde el régimen de fuerza y autoridad haya sido substituído por otro basado en el derecho y la solidaridad, donde se haya reemplazado el interés individual por el interés colectivo y en la que se transplanten, sin modificación, los hombres actuales cuyas tendencias, ideas y sentimientos responden en su inmensa mayoría—a la organización social actual. Tal cambio, tal revolución puede sólo nacer como resultado de la fantasía, y si en algún momento de su historia un pueblo se ha visto ante una posibilidad semejante, ha resultado de ella un choque de energías opuestas cuyas consecuencias no han sido nunca tales como las previeron y descaron los que impulsaron el movimiento. Los hombres obran en relación al medio en que se encuentran, en la medida y la dirección que marcan sus sentimientos y sus ideas, resultado de la educación y de la herencia.

De ahí que todo espíritu lógico se vea llevado, al hacer la crítica de nuestra organización social, al estudio de nuestro sistema de educación, se sienta impulsado a buscar los errores esenciales que encierre y tienda a mejorarlo.

Esta es la razón profunda que ha guiado la actividad de Raquel Camaña. Maestra, se ha ocupado de la educación, no por interés o tendencia profesional, sino por la íntima convicción que tenía del valor fundamental de esta cuestión y su atención ha sido solicitada especialmente por la educación sexual porque había creído encontrar, en la forma como hoy es entendida, uno de sus más graves errores, de sus más esenciales vicios.

De esas justas preocupaciones de su espíritu hay un rastro permanente y hondo en sus estudios literarios, en sus crónicas, en sus notas de viaje (1), cuya belleza de estilo es una simple vestidura de ideas e impresiones que invitan siempre a meditar, mirando más allá; pero es en los escritos propiamente peda(1) Reunidas en el volumen El dilettantismo sentimental y otros ensayos.

gógicos (2) donde podemos encontrar la clave de sus orientagiones educacionales, llenas de un intenso amor a la vida integral y de un culto permanente por la verdad, tal como la naturaleza la presenta a la reflexión humana.

Raquel Camaña partía de la crítica de la escuela común. La consideraba artificial y nociva. Coincidía en ello, con los numerosos pedagogos modernos que intentan crear la escuela preparadora de la vida, la escuela social como la llama Dewey. Que todo adulto haga un viaje retrospectivo por su propia vida y trate de entresacar las ideas fundamentales, las ideas guías que la escuela primaria le ha dejado, que intente aislar la influencia formadora de su carácter, de sus sentimientos y encontrará, en la inmensa mayoría de los casos, el vacío.

La escuela le ha dado tres instrumentos de aprendizaje: la lectura, la escritura, el cálculo, algunas nociones más o menos precisas sobre las cosas y los seres, pero, salvo la acción muy personal de algún maestro, no ha dejado en él ninguna línea de fuerza, ningún principio directo que lo pueda guiar en s actividad de hombre, que lo pueda orientar para que su vida no sea vacía, sin conciencia de sí misma, sin fin determinado. Raquel Camaña consideraba la escuela moderna insuficiente, y en muchos casos nociva, porque artificialmente aleja al niño de la vida real.

"La escuela actual—desde el Jardín de Infantes hasta la Universidad, en nuestra Argentina y en el resto del mundo, más en la vetusta Europa que en la adolescente América no educa para la vida:

enseña a leer, escribir y contar; hace funcionarios públicos, maestros, abogados, médicos, ingenieros; (2) Reunidos en el volumen Pedagogía social.

pero no se preocupa de formar al hombre. Su única influencia profunda manifiéstase en el amoroso cuidado con que cultiva sentimientos y prejuicios engendradores de las virtudes militares. Inculca y diviniza el arte de matar y envilece y bestializa el de crear la vida".

De dónde deriva esta falsa orientación de la educación? De la influencia religiosa.

De la idea del pecado original deriva lógicamente que obra mal quien aumenta el número de pecadores; deriva la divinización de la esterilidad; la de la maldad constituyendo el fondo de la naturaleza humana redimida sólo por acción de la gracia divina.

La vida creada por el pecado no puede tender sino a la humillación y al dolor que redimían de él; el hombre no puede ser sino el siervo de aquel que le concederá la gracia, de él lo espera todo: castigo y recompensa; en él está la razón de ser del hombre y no en el hombre mismo. Triste doctrina que debió sembrar el camino humano de los más fatales errores, de los más profundos dolores.

"La humanidad ha sido nutrida durante siglos y siglos por un ideal contrario a la vida. Debemos reaccionar, condenar como mala toda idea religiosa si contiene la negación o la deformación de la vida tal cual nos es dado conocerla".

La vida, la belleza, la santidad de la vida llenaban el espíritu de Raquel Camaña, alimentaban su podoroso optimismo; de ahí que todo lo que fuese contrario a ella, todo lo que pudiese disminuirla, entristecerla o afearla fuese condenable para ella.

Rechazaba así toda intervención de la Iglesia en la educación y establecía como idea básica "la educación obligatoria, dada en igualdad de condiciones, en las escuelas del estado: popular, laica, encargada de instruir solidarizando los vínculos entre las diversas clases sociales, uniformando la orientación educativa".

No admitía el argumento que se suele oponer: la libertad de enseñanza, y sostenía que ésta respeta las convicciones de los padres pero no las necesidades, los derechos del hijo, siendo uno de éstos el de recibir una educación que no fuese "fosilización de prejuicios". Confiaba en esa acción niveladora de la educación absolutamente común; creía INTRODUCCIÓN y es éste a nuestro juicio un generoso error que bastarían estas horas pasadas en común, en el grato ambiente de la escuela, para borrar los antagonismos de clase, nacidos, para ella, más del desconocimiento que reina entre los hombres, que de las diferencias sociales.

Sin dejar de reconocer la influencia moral que puede derivar de la acción de la escuela del Estado, igual para todos, creemos que este antagonismo de clase antes nace de las condiciones económicas que de la mutua ignorancia que separa los hombres y que subsistirá mientras razones poderosas de interés alejen los productores y los que no lo son.

Libre la educación de toda idea religiosa, como condenatoria de la vida en la doctrina del pecado original, cuál ha de ser la línea directriz? Buscare nos todo lo que favorece la vida; y lo dice Raquel Camaña con frases que parecen escapadas de la pluma de Guyau:

"¡Sí! la elección de la vida, entre aquello que la propaga y la robustece y aquello que la amengua y desvirtúa, no puede ser dudosa; lo bueno, lo justo, lo verdadero es lo favorable a la vida; lo malo, lo injusto, lo falso, lo que a ella se opone.

Y al preguntarse Reyles si cabe una concepción religiosa de la vida semejante al ideal cristiano o una ilusión neo—romántica que surja del descreimiento como la pintada mariposa del gusano vil, me atrevo a responder: sí, surgirá un ideal nuevo y no será "una de esas mentiras saludables, que en otrora fueran propicias al interés vital para producir el espejismo encantador, que daban a la existencia una razón de ser que marcaban imperiosamente un derrotero". Será un ideal hijo del instinto más potente, de aquél aun ineducado, del que rige a la vida entera desde que por él es engendrada. El ideal será hijo del instinto de procreación humana, integralmente orientado". (1) Y más lejos añade: "El más humano ideal del hombre es ser padre; el más humano ideal de la mujer ser madre. Padre y madre, respectivamente, de hijos mejores, física y moralmente superiores de ge neración en generación, preparando así el advenimiento de razas futuras que sean jalones en el perfeccionamiento de la humanidad".

El ideal humano debe, pues, estar en el mejoramiento de la vida. Esta debe ser conocida y comprendida para poder ser amada. A ello debe tender todo el esfuerzo del hombre.

La educación debe prepararlo a comprender que él es un depositario de la vida recibida, que tiene la obligación de mejorarla y transmitirla siempre más pura y que, en consecuencia, todo acto que hiera o envilezca en él esas potencias vitales es profundamente inmoral. El debe buscar en el hijo una educación que lo supere, que encarne el esfuerzo de la especie hacia el mejoramiento. De este concepto derivan una serie de obligaciones, de deberes.

El eje de la vida es el hijo, el futuro que este encierra; a este hijo se debe el hombre y no a su propia satisfacción. El primer grande y fundamental deber es el no transmitir al hijo un organismo viciado; y cree Raquel Camaña,, y con justicia, que cuando esta idea se haya hecho carne en el espíritu de los jóvenes, (1) Humanismo, religión del porvenir.

gracias a la educación sexual, ella los alejará poderosamente de los escenarios del vicio donde tantos organismos jóvenes se contaminan moral y físicamente en forma irreparable.

Esta responsabilidad del padre hacia el hijo lleva a considerar la importancia del rol de la mujer: le corresponde, decía, tomar como suyos los intereses de la raza. "Pero ¿dónde y quiénes preparan a la mujer—madre? La maternidad es tema vedado en la familia, es tema vedado en la escuela, es tema vedado en sociedad. ¡Y decir que es el porvenir de la raza el que está en juego en esa ignorancia materna, en esa falta para ambos sexos, de educación y de instrucción sexual!" (1) Preparar a los padres para su rol de padres y de educadores, hacer que los jóvenes al amarse y unirse se pregunten: "¿convendremos a nuestros hijos"?

Hacer noble y respetable toda maternidad, preparar todas las energías sociales e individuales para la gran obra del perfeccionamiento de la vida, he aquí lo que presentaba como el más alto ideal humano, coincidiendo en muchos puntos con esa otra gran pensadora, Ellen Key, de quien Raquel Camaña parece hermana por el espíritu.

Para conseguir la educación de ese poderoso instinto, para hacer que en los actos que él promueve intervenga siempre más el razonamiento, para transformarlo de ciego y brutal en consciente y medido, para idealizarlo y convertirlo en el más seguro núcleo de formación de la personalidad moral, comprendía Raquel Camaña la necesidad de una educación sabiamente dirigida en ese sentido, que obrase sobre el niño desde sus primeros pasos por la vida, que formase un ambiente tal de armonía, de equilibrio, de (1) La educación sexual.

salud, de alegría, que la perversión, el errer, no pudiesen nacer en él sino por excepción.

Quería así que la escuela fuese no sólo laica y común, sino también mixta. Insistió, pues, en numerosos escritos y conferencias, sobre la absoluta necesidad de establecer la coeducación en nuestros establecimientos de enseñanza. Bien conocía los prejuicios profundamente arraigados en nuestro ambiente por razones de creencia y decía: en todas las regiones habitadas por católicos la coeducación ha encontrado insalvables obstáculos; doquiera la naturaleza ha creado un matiz, una diferencia, los prejuicios religiosos han cavado un abismo. Dividir para reinar, ha sido y sigue siendo siempre el lema clerical". Reconocía toda la dificultad inherente a se mejante obra y exigía del maestro "tacto e inteligencia fusionados por el amor al niño"; exigía que se viviese "para el niño y no del niño".

Consideraba indispensable la coeducación como factor de la educación integral. Sólo en ese ambiente completamente natural pues la escuela exclusivamente para varones o para mujeres establece una separación artificial puede preparar al niño para la acción de la educación sexual creando el equilibrio moral, la acción estimulante que un sexo ejerce sobre el otro. Los resultados desastrosos producidos en algunos casos deben atribuirse a falta de dirección, a la ausencia de la alta influencia de un maestro que sea ejemplo, que eleve y dignifique al alumno por sólo su acción de presencia. Así vuelve siempre bajo su pluma el nombre de Mary O. Graham, a la cual dedica páginas llenas de la más exquisita ternura.

La coeducación no completada por la acción del ambiente, no acompañada del sentimiento de "religiosidad humana" cultivado por el hogar, conduciría a errores. Ahora bien, ¿cómo formar ese sentimiento de religiosidad humana, ese ideal directo de la vida, destinado a substituir, para bien de la humanidad, el sentimiento de religiosidad divina?

15 Por la acción de la educación y la instrucción sexual, núcleo, base y cúspide de toda la obra educativa.

Raquel Camaña creía indispensable dar a la mente infantil los conocimientos indispensables para la interpretación de los fenómenos de la vida. Repudiaba la intervención de las mentiras, aun de las más convencionales; rechazaba las explicaciones falsas creadas por la fantasía del adulto que atribuye al niño su picardía y perversión, o le supone una credulidad desmedida. Creía, como muchos educadores modernos, que no debe sofocarse la natural curiosidad del niño, despertada por todo lo desconocido o sorprendente, y, en consecuencia, por el surgimiento a la vida de nuevos seres, hecho digno de llenar de admiración un espíritu ávido de saber. Entendía que las explicaciones habituales son pronto rechazadas por el niño medianamente observador que busca una interpretación más lógica, y la encuentra rodeada por el misterio, la disimulación, la hipocresía, siendo a menudo esa primera explicación la puerta abierta a las curiosidades malsanas, a las precocidades enfermizas, en las que Metchnikoff ve una de las desarmonías de la naturaleza humana, y son tal vez más que orgánicas, en muchos casos, resultados de una falsa educación.

La verdad es siempre la mejor explicación; pero debe prepararse la mente del niño para que pueda recibirla pura y sencillamente.

Raquel Camaña daba a las ciencias naturales un lugar de primer orden en esa preparación mental.

Debíase partir del estudio de la planta, seguir el proceso de su crecimiento, la fecundación de la flor, la formación del fruto, haciendo que ante los ojos claros del niño apareciese el proceso normal de la reproducción vegetal. Esto sería una introducción a un estudio análogo hecho en el campo de la zoología, siguiéndose el mismo orden que lleva de la observación del desarrollo del individuo, de su esfuerzo en vista de su propia conservación, a la lucha por la continuación de la especie. Al través del mundo animal y vegetal debía mostrarse al niño los seres animados todos por la gran ley de la conservación, de suerte que se desprendiese para él la noción de que esas leyes se aplican, en su generalidad, a la especie humana; que en ella también una generación transmite a la otra la llama de vida, que se esfuerzan también ls progenitores para mantener a los pequeños, para asegurar su existencia y que esto constituye el objetivo de sus mejores energías.

Así, científicamente y puramente, sin restricciones, sin falsas vergüenzas, aparecería ante el niño la vida en su esfuerzo perpetuo por su continuación y debería ser dada esta enseñanza con amor y plena comprensión de la mente infantil, para que surgiera la conclusión, altamente moral, del respeto de la vida, de la admiración por todo lo que la favorece, la hace más bella y más sana; la repulsión por lo que la envilece, la degrada. Así, sin necesidad de detallar las lacras y los vicios humanos, habríase creado en la mente del niño por la acción escolar y la familiar, solidarizadas, una tendencia profunda a buscar lo sano, lo moral, a huir de lo enfermizo, de lo perverso.

Forel, en su obra magistral, bosqueja en sus grandes líneaş una civilización hecha más sabia y más sana por el conocimiento científico y el respeto de la vida sexual. Raquel Camaña busca en la escuela el crisol formador de la mentalidad humana que haga posible semejante ideal.

En su Mas en su pensamiento no concretábase la educación sexual a la acción aislada de la escuelaplan de educación integral ideaba, al lado de la escuela primaria la escuela maternal donde las madres obreras dejarían sus niños de 3 a ó años, verdadero Jardín de Infantes en el cual se implantaría el juego educativo. Anexas a las escuelas normales, liceos y colegios nacionales, funcionarían salas—cunas para los hijos de las obreras obligadas por el trabajo a abandonar a éstos durante largas horas, salas que serían atendidas por las alumnas de esos institutos, constituyendo un medio práctico del estudio de la puericultura, estudió viviente de una ciencia para la vida. Habría, pues, compenetración de la infancia en sus diferentes edades; los alumnos mayores constituidos en hermanos, en cuidadores de los pequeños, ayudándolos, comprendiéndolos y amándolos. Sería la escuela hogar basada en la mutua protección. Y para que la influencia educativa no se perdiese, quería Raquel Camaña que el estudiante universitario, abandonando un poco el cultivo libresco intensivo, se mezclara a la vida; existirían anexas a la Escuela de Medicina salas—cunas, institutos de estirpicultura, donde los estudiantes deberían intervenir en forma práctica ayudando con sus consejos a las madres, divulgando nociones de higiene, de fisiología en la masa del pueblo, para hacer llegar hasta éste los beneficios del saber. En los estudios de ingeniería constituiría un capítulo importante la edificación escolar referente a la sala—cuna, la escuela primaria y la secundaria. Los estudiantes de Derecho y de Filosofía estudiarían y vulgarizarían nociones respecto de la constitución de la familia, la evolución de ésta; harían conocer la situación legal de los hijos legítimos o no, sus derechos, etc. De tal modo que, desde la escuela primaria hasta la universidad, el hombre sentiríase penetrado por esta idea el esfuerzo de aprendizaje, de creación, de estudio gira alrededor del mantenimiento de la vida; el deber fundamental es no sólo asegurarla sino mejorarla; en ese esfuerzo una estrecha solidaridad liga los miembros de una sociedad, liga también las generaciones, las pasadas y la presente en beneficio de las futuras.

Es esto, a nuestro modo de ver, lo más original del pensamiento de Raquel Camaña. No encaró la cuestión de la educación sexual como lo hubieran hecho un médico o un sociólogo, sino como una educadora que supo, no sólo reconocer la importancia de la cuestión, sino que intentó abarcarla en toda su amplitud y con esa amplitud pretendió resolverla. Su concepción de un programa de educación integral, aparécenos como un gran edificio del cual sólo tenemos el esquelet). Faltó a su autora tiempo para terminar la construcción y corregir, con la insubstituíble enseñanza que la vida diaria trae, los excesos o las insuficiencias. Queda como una proyección idealista inspirada por una muy viva comprensión de la acción de la educación y por un profundo y puro sentimiento humanitario.

Fué así Raquel Camaña una idealista en el más noble concepto del término; en el camino que ella había emprendido llena de fe, de energía, fué bruscamente interrupida como un astro creciente brutalmente eclipsado; de su pensamiento no nos quedan sino los fragmentos escritos al azar de su acción de propagandista, porque lo fué con todo el ardor de los convencidos. Al través de ellos surge la unidad de un pensamiento director, el que expusimos al comenzar estas líneas: la educación como medio consciente de progreso humano, regida por un ideal de perfeccionamiento basado en el conocimiento de la vida, en una ética sexual formada desde los bancos de la escuela primaria hasta el aula universitaria.

Falta en la obra de Raquel Camaña el trabajo de síntesis, producto de la maduración de las ideas; tenemos de ellas algo así como el esbozo, pero éste es suficiente para hacernos sentir todo lo que hemos perdido con ella. La desaparición de un pensador es siempre cruel, pero cuando es un espíritu joven, una vida llena de promesas la que se extingue, nos es más penosa la pérdida y nos subleva como la injusticia de una naturaleza ciega.

Pasó así ese brillante espíritu de mujer, con demasiada rapidez para concluir la obra que había comenzado, pero su paso fugaz nos dejó el recuerdo de una sólida y clara inteligencia, de un carácter firme y seguro como pocos, pues tuvo el valor de pensar y de expresar sus ideas en un ambiente donde la valentía de opiniones es rara en los hombres y más aún en las mujeres, donde se tienen audacias de pensamiento en la reflexión solitaria o la causerie íntima, mientras se paralizan la lengua y la pluma cuando es el público quien escucha o lee.

En este sentido Raquel Camaña es un ejemplo para las mujeres argentinas; lo es por su alta inteligencia, por su valor moral, por su serenidad, por la bondad y la dulzura que templaban lo viril del pensamiento, por su elevación que la alejó siempre de las pequeñas envidias, de los mezquinos orgullos, amargo tributo que pagan tantos de los que pretenden conquistar el renombre y la fama.

Tuvo al servicio de sus ideas una pluma fecunda y amena y la lectura de sus escritos atrae, pues se percibe el entusiasmo, el fervor con el cual fueron pensados, la idea hermanada al sentimiento en el deseo de persuadir.

ALICIA MOREAU.