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Los israelitas españoles y el idioma castellano: Artículo II

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Nota: Se respeta la ortografía original de la época
II


IMPORTA á una nación que su idioma se cultive y se difunda por los demás pueblos? ¿Está obligada —en caso afirmativo—á realizar gastos y esfuerzos para lograrlo?

Justo es reconocer que preguntas tales única mente se conciben en España y en esos pueblos que no rebasan de sus fronteras el examen de los grandes motivos de la vida pública, ni ahondan siquiera en el estudio de los propios factores de su riqueza nacional. Desgraciadamente, la existencia de nuestros gobiernos viene siendo—por un conjunto de incurables defectos nacionales—tan inquieta, fugaz y combatida, que se explica nos parezcan filigranas de previsión estas vulgares y positivas atenciones, que se hallan perfectamente vigiladas y satisfechas en los demás países.

Quien analice un poco las materias en que basan hoy su educación principal los grandes pueblos, es decir, los pueblos más cultos, que son por ello los poseedores de la mayor y más estimable grandeza, advertirá el esmerado empeño con que procuran, de una parte, cultivar en los propios institutos, liceos, academias....., etc. , etc., los idiomas que más se hablan en el mundo; y de otra cuidan que en los demás pueblos se cultive el idioma suyo; haciendo así del verbo humano el medio más interesante y productivo para sus relaciones internacionales y para dar expansión al espíritu y á la riqueza que les son propios. ¡Podrá haber nada más natural!

Las pruebas de esta verdad son tantas y tan abrumadoras, que ya permitirían contraer el enunciado á la categoría de lo que se llama verdad de Perogrullo. Sin embargo, renunciando á exponer las tomadas en los tratados ad hoc, para circunscribirme á hechos y observaciones de los que impresionaron mi ánimo en reciente viaje á través de algunos países de Europa, recordaré, por ejemplo, cuánto hubo de interesarme observar cómo la Sociedad Dante Alighieri, que celebraba en Udina un Congreso á fines del pasado mes de Septiembre, y discutía con grande calor el establecimiento de una universidad italiana en Trieste, estimulaba por labios de su honorable presidente, Pasquale Villari, á la juventud italiana, para que fuera el apóstol que difundiese la hermosa lengua nacional por el mundo todo; pedía que se vencieran las dificultades que encontraba en Túnez y Marsella su enseñanza; y entre calurosos aplausos escuchaba una referencia de Poscia Zaniboni, quien, á nombre del comité de Nápoles, anunciaba la institución de bibliotecas á bordo de los barcos que conducían emigrantes.—Recordaré cómo las universidades suizas comprendían, en los cursillos de sus vacaciones oficiales, múltiples enseñanzas acerca del perfeccionamiento de idiomas, principalmente el alemán y el francés; y cómo Francia atendía con su presupuesto nacional al sostenimiento de universidades y escuelas especiales en otros pueblos, por ejemplo, la Universidad francesa de Atenas, y la Escuela francesa de Medicina de Beyrouth, para seguir ejerciendo en Oriente ese dominio intelectual que durante largo tiempo ejerció en muchos países, y que hoy le disputan otras naciones, cuando no se lo escatiman los mismos pueblos donde se ha venido realizando, según acontece, por ejemplo, en Alemania y Austria, donde hemos visto una reacción contra el empleo de otros idiomas que no sea el propio, en la enseñanza de cursos libres dada á los alumnos y profesores extranjeros, con el fin de nacionalizar más aún la obra docente y difundir mejor el propio idioma. Recordaré cómo Hungría mantenía enérgica y amenazadora los fueros de su lengua magiar, haciendo por ello imposible la vida parlamentaria y el desarrollo de la administración pública, y creando un espantable conflicto, cada día más grave, á la tranquilidad y hegemonía de la nación germana conviviente, el Austria. Recordaré que Rumania, ese Estado nuevo que camina veloz á su engrandecimiento, y debe á ministros de Instrucción pública ilustrados y patriotas, como Ionescu, Poni y Marzescu, una legislación adelantadísima y eficaz sobre enseñanza, cuida muchísimo de formar su alma nacional, conquistando para el habla rumana toda la preponderancia que venían teniendo otros idiomas extranjeros, á la cabeza de ellos el francés. Recordaré que la misma Turquía, abriendo su antes intransigente y fiero fanatismo á la nutrición intelectual y al comercio de ideas con los pueblos más adelantados, da á su nueva y magna Escuela de Medicina militar y civil, construída en Scútari, é inaugurada por el mismo Sultán en 30 de Noviembre del pasado año 1903, todo el desarrollo y amplitud de estudios que requieren las enseñanzas científicas modernas, en términos de que, por virtud del plan de estudios médicos ordenado en el Iradé de 12 de Noviembre de 1903, puede afirmarse que si de las viejas escuelas médicas de Stambul solamente separan á la nueva las agitadas corrientes del divino Bósforo, por lo que al espacio se refiere, las separa en cambio toda la inmensidad de una espléndida civilización por lo que atañe á la esencia y espíritu de sus materias; pues nada menos que durante ocho años consecutivos se mantienen las enseñanzas del francés y alemán, desde el primer curso del Instituto hasta el tercer año de la carrera, para mejor imponerse de esta suerte en los profundos estudios de una instrucción enteramente germana. Recordaré..... pero ¿á qué seguir? ¿A qué invocar los muchos exóticos colegios, enseñanzas, publicaciones, institutos..... que brotan á la observación de quien, viajando, estudia los recursos de que se valen hoy los pueblos para favorecer sus intereses en la concurrencia internacional, y aprecia con ello el valor de los idiomas? ¿Cómo pasar inadvertida esa lucha que mantienen razas superiores y Estados poderosos como Inglaterra, Alemania y Francia, para infundir en el seno de los demás países, con su verbo, su propia esencia, valiéndose de periódicos, cursos escolares y otros medios de expresarse, realizados en el propio idioma?

Pues bien; esta infeliz España, madre fecundísima de naciones llamadas á espléndidos destinos, que ha impuesto con sangre y sacrificios su propi habla en América y en los archipiélagos antillano y magallánico, tiene desparramados por casi todos los pueblos de Europa, por Asia y Africa, mucho más de medio millón de familias israelitas, olvidados hijos suyos, que defienden todavía su idioma patrio, ya bastante adulterado, contra las causas numerosas que tienden á extinguirlo.

¿Cuántos son? ¿Qué interés muestran en la conservación del castellano? ¿Cómo conservan nuestra lengua? Puntos interesantísimos son éstos acerca de los cuales creemos conveniente decir algo.


No conozco ninguna estadística de los judíos españoles que pueblan el globo, ni sé si la hay, aunque por la mucha dispersión de esta raza y la vida desdichada que en todas partes sufre, más ó menos según los pueblos donde se ha naturalizado, es de temer que no exista. Sin duda el número y la difusión de estos israelitas exceden de lo que á primera vista y á una ligera información aparece, porque de mi parte puedo asegurar que los he encontrado en cuantos pueblos de Europa he visitado; y advierto que me faltan solamente los del extremo norte para conocerlos todos de presencia.

Kayserling, en el prólogo de su interesante Diccionario bibliográfico de autores judios españoles y portugueses, publicado en Strasburgo (1890), dice que los fugitivos desterrados de la península ibérica por los Reyes de España y Portugal, doña Isabel y D. Manuel, se refugiaron en Italia, en Francia, en las diversas provincias que formaban el Imperio turco, en los Países Bajos, en Inglaterra, en Hamburgo y en Viena. Por todas partes llevaron consigo la lengua materna. «Lleyaron de acá—decía Gonzalo de Illescas en el siglo XVI—nuestra lengua, y todavía la guardan y usan della de buena gana; y es cierto que en las ciudades de Salónica, Constantinopla, Alejandría y el Cairo, y en otras ciudades de contratación y en Venecia, no compran, ni venden, ni negocian en otra lengua sino en español. Y yo conocí en Venecia hartos judíos de Salónica que hablaban el castellano, con ser bien mozos, también ó mejor que yo»

Como se advierte, esta referencia acredita que los judios españoles rebasaron de Europa y se corrieron á naciones de los continentes inmediatos.

Don Juan B. Sitges, en carta que me escribe sobre esta materia, dice que la estadística de los judíos españoles que existen en Oriente la hizo, aunque someramente, nuestro actual embajador en Portugal Sr. Polo de Bernabé, cuando fué jefe de la Sección de Comercio del Ministerio de Estado; y añade que en los archivos de este departamento debe hallarse una Memoria notable que escribió D. Antonio de Zayas en Constantinopla, con fecha 15 de Agosto de 1897, referente al estado social, político y mercantil de los hebreos residentes en el Imperio otomano, reino de Rumania y principado de Bulgaria. Dicho señor estimó en 52.000 los judíos que hablan español habitantes en Constantinopla, en 50.000 los de Salónica, en 22.000 los de Esmirna, y en menor número los de otras muchas poblaciones.

Mi ilustre amigo el Dr. A. N. Psaltoff, de Esmirna, me escribe con fecha 1.° de este mes de Febrero, diciéndome que en Esmirna hay 25.000 israelitas que hablan español, en Salónica 60,000, en Constantinopla 40.000, y según sus noticias le hablan todos los israelitas de la Turquía Europea y del Asia Menor.

Don Enrique Bejarano, el sabio director de la Escuela israelita española de Bucarest, nos ilustra en los siguientes sus peculiares términos, tratando de este punto:

«El número de los judíos-españoles hallados actualmenteen Oriente puedellegará cerca de 471.900. Ellos son esparcidos, la mayor parte, en Turquía de Asia y de Europa, Bulgaria, Serbia, Romania, Grecia, y aun cantidades pequeñas en Austria, Englatierra y en Francia, fixandosen en prima línea en Turquía.»

Mi hijo, el joven doctor Pulido Martín, que lleva un año de residencia en Viena ampliando y especializando sus esvadios médicos, y á quien encargué recogiera datos de la importante colonia hebreo-española que allí existe, de la cual hablaremos en otro artículo, dice que en Bosnia hay unos 10.000 judíos, cuya mayoría habla español; en Servia unos 8.000, la mayoría residentes en la capital, Belgrado; en Sofía habrá unos 10.000 y en toda Bulgaria de 30 á 35.000.

En Rumania hay relativamente pocos: cuatro comunidades, que son: Bucarest, la primera entre todas; Craiova, la segunda, Tour-Severin, y Calarasi.

La colonia más numerosa de todas es la de Salónica; aquí predomina tanto el habla castellana, que antes de ir á ella los comerciantes aprenden dicho idioma.

En el Centro y Norte de Europa también los hay, aunque quizás en menor número que los judíos de origen lusitano. En nuestros viajes por Holanda y Bélgica hemos visto algunos; en Amsterdam, Francfort, etc., hemos paseado por barrios judíos, donde los había españoles; y ciertamente que cuando se lee la notable relación que hace Kayserling, en su Diccionario bibliográfico ya citado, de los autores judíos españoles y portugueses, y se advierte lo muchisimo que en los Países Bajos se imprimió en español y ladino (judío español), necesariamente se acredita la especie de que debe haber todavía en ellos muchos descendientes de aquellos hebreos, entre los cuales lucieron numerosos y distinguidos publicistas.

De Inglaterra se puede asimismo afirmar que los tiene, según las indicaciones ya arriba mencionadas. Por cierto que, al ocuparnos en este particular, viene á la memoria aquel ilustre Menasseh ben Israel, lisbonense de nacimiento, pero muy español en sus producciones, quien acometió la empresa de rehabilitar Inglaterra para estancia de los judíos, cerrada desde el reinado de Eduardo I. Para lograrlo fué á Londres en 1655, hizo gestiones personales cerca de Cromwell, quien le acogió con aprecio y le pensionó; pero el sabio israelita falleció poco después, en 1657, en Middelburg, donde se le enterró y puso el siguiente epitafio en castellano:

No murió, porque en el cielo
Vive con suprema gloria,
Y su pluma y su memoria
Inmortal dexa en el suelo.

De Rusia se sabe igualmente que tiene israelitas españoles en muchas de sus más importantes ciudades, entre ellas Odessa, puerto en el mar Negro.

El Asia Menor está asimismo llena de hebreos españoles; los cuales abundan igualmente en Trípoli, Túnez, Marruecos y en Egipto, es decir, en todo el Norte de Africa.

La dispersión de los israelitas españoles hubo de ser entonces muy grande, debida en parte principal al estado político de las naciones del viejo continente y á la soberanía que ejercía la nación española. Buena prueba da de ello lo que aseguran los editores de la Biblia estampada en Ferrara, en Marzo de 1553, y traducida de la hebraica al español, quienes decían: «Y como en todas las provincias de Europa e delas mas la lengua española es la más copiosa y tenida en mayor precio, assi procuree que esta nuestra Biblia por ser en lengua Castellana fuesse la más á la verdad hebrayca....., etc.»

Debe haber, por tanto, un número incalculable de judíos que hablen el castellano por toda Europa, aunque es de creer que las más nutridas y pobladas colonias residan en los pueblos de Oriente; y cuantas informaciones más ó menos fidedignas hemos oído ó leído, admiten que ascienden á medio millón. Esta cifra es la que calcula Daoud ousso en la importante carta que después reproduciremos; y ésta calcula también el doctor Elías Pachá, vicealmirante y médico del palacio Imperial, en otra carta que nos dirige desde la llamada Reina de las ciudades.

Puede resumirse lo referente á estadística diciendo que, seguramente, pasan de medio millón log hebreos que hablan el castellano como lengua materna, y que sus residencias las tienen en casi todos los pueblos de Europa y muchos del Asia Menor y del Norte de Africa, formando así una red importantísima y vasta de españoles desnaturalizados topográficamente, pero con propensiones más ó menos fuertes á sentir corrientes de simpatía por su legendaria madre patria.


Este último enunciado requiere algunas demostraciones y considerandos.

Es indudable que los hebreos españoles profesan grande amor al castellano, por ser la lengua de sus padres, la que usan en el hogar y la que emplean para las íntimas enseñanzas de la religión; pero no es menos cierto que esta lengua, cada día más corrompida en todas partes, tiende á disminuir, y sufre las naturales consecuencias de la preponderancia y la mayor utilidad social con que se muestran por doquiera el inglés, el francés y el alemán. Relegada por los hebreos al santuario de la familia, descuidada en su estructura y en su léxico, y enteramente desatendida por los gobiernos españoles durante más de cuatro siglos, pues nunca se dignaron poner atención ni consagrar interés á tan delicado problema de riqueza pública, natural es que haya perdido gran parte de sus encantos, y que comiencen para ella graves amenazas de una desaparición que sería deplorable se cumpliesen.

Sobre este particular, mucho más, y mejor que cuanto pudiera yo decir, han de expresar las siguientes manifestaciones que tomo de las cartas con que me han honrado varios distinguidos israelitas, cuyos sentimientos y juicios seguramente despertarán el interés de los lectores. Respetaremos su estilo.

Comencemos por el sabio señor Bejarano, cuyos son los adjuntos párrafos que tomo de una extensa carta que nos escribe con fecha 20 de Noviembre pasado, y que se recomiendan por su sentida expresión:

«Dotado de un alma pura, de un corazón generoso, usted, como otros amigos de España, decea entretener relaciones estrechas con mis hermanos exilados injustamente de aquel país dulce, de aquel cielo bienhechor, hacen más de cuatro siglos.

»Desde veinte años que yo correspondo literariamente con ciertos señores doctos de España, los cuales deceaban desarollar esas relaciones: buscaban borrar la mancha comitada de sus abuelos de haber desterrado de sus nidos un pueblo tan pacífico, somitido, dulce y inociente; solamente por la ambición de hombres sin ley y sen fey.

»Dios, que lee los secretos y conoce la verdad, nos es testigo si tal nos conservamos ó guardamos rencor, ó alguna malquerencia siquiera; pero nosotros lloramos las tristes consecuencias: Exilo desolante y recuerdo dolorioso de aquellos ilustres sabios que en el seno de España brillaban como un sol é enviaban rayos de sus ciencias por todo el Universo; formaban su gloria y la del pueblo de Israel! Todo desapareció por una sentencia: Sea oscuridad!!....[1]. »Hoy en día se siente en silencio el dolorioso refren lleno de sospiro:

«Yo sufro, Señor,
Yo sufro tu saña;
Perdí mi amor,
Mi cara España!»

»La mayor parte de esos judíos hablan el espa ñol con un idioma más ó menos suave. Conservan aun el caracter del antiguo país natal; el aire de hidalgo; la pureza y el calmo natural; la mirada penetrante; el donaire español ó portugués; en fin, las costumbres heredados de sus abuelos que los creiaron allá con tanto cuidado, y añademos á dicir, una solidaridad y una afeccion recíproca. »Esos desheredados de la fortuna, hermanos de ley y de fey, hermanos de dolor, llegando en los países hospitalarios, sobre todo en el Imperio Otomano, donde por Orden Imperial de su Magestad Sultan Bajazet se les acordó la excelente acogida[2], ellos parece haber jurado una amistad santa de ayudarsen recíprocamente y de espartir entre ellos el bien y el mal, el gozo y el dolor.

«Llegando, ellos se organizan en comunidades con el hito sacro de amarsen hasta la muerte.

»Malgrado aquellas persecuciones, esas buenas almas, las únicas que saben olvidar el mal que se les hace, por conservar el fuego del amor ardiente por gu patria vieja, de donde fueron alonjados con tanta crueldad, sintieron el placer de nombrar sus Comunidades y aun sus santas sinagogas nuevamente fondadas con nombres de España: Comunidad Castillana, Portugueza, Aragoneza, Cordovana: Sinagoga Catalanes, Mayor, Sevilla, Aragón, etc.

»Por no perder el recuerdo y no borrar de la memoria aquel país tan dulce de España, los judíos adoptaron por nombres de familias las ciudades donde salieron. Es así: Alcalá, Alhueté, Alpojarre, Beja, Bejarano, Cordova, Cortez, D'avila, D'Erera, Gheron, León, Medina, Miranda, Navarro, Peñas, Segura, Soriano, Sevilla, Toledo, Todela, Taragano, etc.

»No contentes de esto, estos heridos del distino por el amor que sienten por la lengua en la cula Dios habla, dicen, con los ángeles del cielo, portan como nombres propios ciertas expresiones de ad jetivos, plantas, pájaros, piedras preciosas, etc.

»Nombres masculinos: Angel, Amado, Blanco, Benveniste, Bueno, Conorte, Comprado, Climente, Caro, Doño, Donoso, Galano, Querido, Presente, Santo.

»Nombres femeninos: Angela, Alta, Amada, Alegría, Alhavaca, Buena, Bella, Bienvenida, Blanca, Bruneta, Cara, Clara, Consuela, Diamante, Dona, Delicada, Dolza, Estrella, Esmeralda, Esperanza, Estimada, Flor, Fermosa, Galana, Gracia, Gentila, Hermosa, Joya, Luna, Linda, Morena, Mercada, Noble, Niña, Oro, Palomba, Perla, Preciosa, Rosa, Rica, Reina, Señora, Sabia, Sol, Ventura, Virtud, Vida, Zafira, ete.

»Añademos además: Calderón, Campos, Castro, Rodríguez, Zavarro, Pérez, como nombres de familia. »Ellos van hasta introducir mismo en las sinagogas cierta oración en el idioma español, y pasajes de la Biblia so leen en español en las fiestas santas.

»¡Cosa maravillosa y muy extraordinaria! Entre las eligias geniales y las Jermiadas recitadas con lloro, en día de duelo judío (9 del mes de Abril) donde se lamenta la distrucción de Jerusalem, se halla una (cuyo autor no lo topo por el momento) que es compuesta en hebreo y castillano, y que á titolo de curiosidad lo traigo aquí:

«Yatzou ahehem Ghezushim, Misheretz u Mi-Sevilla
Raithi orpehem Cashim, Hevithi Gherush, Castilla
Ve-Sicilla, Aragon, Grenada.» — Olelay!!

»Lo que en breve significa: el triste recuerdo del exilo de las ciudades Sevilla, Castilla, ete., esconsiderado como aquel de Jerusalem; confesando, en mismo tiempo, que han sido por orden de Dios.»

«Quiero decir por ello cuanto los judíos españoles conservan el amor por la cuna de sus ancianos, quienes hacían entonces la gloria del judaísmo.

»¡Pero qué triste y amargo es de amar á quien te aborrece sin arte y sin parte!»

Estas hermosas y sentidas manifestaciones, gallardamente expresadas en el actual castellano de los judíos por un hombre de grande autoridad, venerado por su sabiduría en todo Oriente, director de una escuela española israelita de las más importantes, si no es la primera en su clase, persona que no ha visitado España, ni mantiene con ella relaciones oficiales, literarias, ni de ningún otro género que obliguen ó muevan el ánimo á testimonios de gratitud y de adhesión, es de un valor estimabilísimo, que acredita la ternura y la veneración que conservan todavía los judíos por su adorada patria, la idea elevadísima que tienen de su idioma y el fondo de religiosa humildad y resignación con que soportan su destierro, considerando la pérdida de la dulce y cara España en los mismos términos que la de Jerusalén: un castigo del Dios omnipotente y justiciero.

Dejemos por ahora al respetable Sr. Bejarano, con cuyas laminosas exposiciones volveremos á encontrarnos más de una vez en el curso de estos artículos, y veamos lo que acerca de materia tan importante como es la conservación del castellano y el aprecio que este idioma merece á los judíos, nos dicen otros testimonios distinguidos del pueblo hebreo.


  1. ¡Quién ignora la existencia de cuántos judíos sabios, personajes ilustres, celebrados en España en diferentes épocas! La lista sería grande y el espacio no me lo permite; pero cito brevemente en Córdova Hasday Ibn Chaprut, bajo Abder Rahmán III, que correspondió con el rey de los Alcazares (siglo x); Samuel Nargeta y su hijo Yosaf, ministros en Grenada; R. Yuda, bajo Alfonso VI, y los más celebres de todos, Samuel Levy, bajo Piedro el Cruel. En Portugal, el rey Ferdinando tomó en su palacio Don Ynda y Don David Negro; Don Ysac Abrabanel serviô en cualidad de ministro cinco años consecutivos, bajo Alfonso Y de Portugal y de Ferdinando de Aragón, y otros hombres valorosos, que desde el tiempo de los Visigotas, Emires y Khalifas hasta el exilo enflorecieron la España con sus profundas sabidurías y sus talentos sin ejemplo, los que rivalisaban aun sus maeztros, y que muchos de ellos acabaron sus vidas con una fin trágica. Sabios: Salomon Gaberul de Malaga (Abiciberon), 1021; Ybn Yaschusch de Toledo, 1055; Halevy de Castilla, 1086; Ybn Ezra, 1089; Ybn David de Cordova, 1180; Maimonides de Cordova, 1134, y Nahmanides de Geronda, 1194.
  2. Los anales otomanes nos dicen que ese Monarca dijo un día á sus curtosanes: «Vosotros llamais á Ferdinando un rey sabio; ¡él, que empobreció su país para enriquecer el mío!»....