Los monos y las peras

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Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.


Los monos y las peras.

Un pobre arrendatario llevaba una cesta de peras al dueño de las tierras que tenia en arriendo, y como se entretuviese algún tiempo en el patio de la casa esperando que su señor se dignase recibirlo, se llegaron á él dos grandísimos monos vestidos á lo militar, que andaban sueltos por la casa, y con una familiaridad asombrosa se lanzaron sobre laa Iberas y se pusieron como buenos.

El labrador, que los vio vestidos con tanto lujo, no tuvo atrevimiento de oponerse al destrozo que hadan en la fruta delicada, antes por el contrario, les ofrecía las mejores peras que encontraba, diciendo:

— Cómase V. esta, señorito; esta es mucho mejor, señorito; siento muchísimo, señoritos, no haber traido mas para haber saciado vuestra voracidad.

Llamóle el amo á su tiempo, y viendo la fruta echada á perder y la cesta muy disminuida le dijo:

— ¿Qué ha sido esto?

— Señor, repuso el labrador, estando en el portal han bajado los dos señoritos de V. S., se han abalanzado á la cesta, y con muy buen apetito se han comido las peras que faltan.

— ¿Sabes lo que has hecho, bárbaro?

— Señor, tratarlos con la mayor consideración, como cosa al ñn de un caballero tan principal, sin que ellos se hayan dignado contestarme siquiera, como si fueran mudos.