Matrícula de colegio
Signore, dom Pietro Cañafistola, directtore de la escuela municipale de Chumbivilcas, 3 de Aprile de 1890.
Mio diletto signore: Fa favore de matriculeare ne la sua escuela, mei figlici Benedetto, Bartolomeo e Cipriano, natti in questta citá de Chumbivilcas, il giorno 20 de Febraio de 1881.
Sono suo servitore e amico
Crispín Gatiessa
Leída por el dómine esta macarrónica esquela, calóse las gafas, abrió el cuaderno de registro o matrícula escolar, entintó la pluma y antes de consignar los datos precisos, entabló conversación con sus futuros alumnos.
Eran estos tres chicos de nueve años, venidos al mundo, en la misma hora o paricio, de una robusta hembra chumbivilcana, casada con don Crispín Gatiessa, boticario de la población, que era un genovés como un trinquete y, tanto, que de una culeada le clavó a su mujer tres muchachotes muy rollizos.
A la simple vista, era casi imposible diferenciar a los niños, pues caras y cuerpos eran de completa semejanza.
— ¿Cuál es tu nombre? -preguntó don Pedro a uno de los chicos.
— Servidor de usted, señor maestro, Benedicto -contestó el interrogado con voz de flautín, anacrónica en ser tan desarrollado y vigoroso.
— Vaya una vocesita para meliflua -musitó el magister- y tú, ¿qué nombre llevas? -continuó, dirigiéndose al otro.
— Para servir a Dios y a la Patria, me llamo Bartolomé -con idéntica voz atiplada.
— ¿Otra te pego, Diego? -murmuró, para sí, el maestro-. ¡Vaya un par de maricones! ¡Lucido está el bachicha con su prole! ¿Y tú? -preguntó, dirigiéndose al tercero.
— ¿Yo?, yo soy Crispín Gatiessa -contestó con voz de trueno, el muchacho.
Casi se cae de espaldas el bueno de don Pedro Cañafistola, ante tamaño contraste, y exclamó:
— ¡Para la puta que los parió! ¡Qué cosa! ¿En qué consistirá, que siendo estos tres niños tan iguales de figura, nacidos del mismo vientre, de la misma ventregada, o en el mismo día, uno discrepe tanto por el vocerrón? Aquí me digo yo, cualquiera pierde su latín. ¡Vaya con los caprichos de la naturaleza!
— Yo le diré a usted, señor maestro, como mi madre no tiene sino dos tetas, ésas sirvieron para que estos dos hermanos mamasen a boca que quieres, y por eso han salido así... pobrecitos de voz.
— Y tú, ¿qué teta mamaste?
— Yo, ninguna.
— ¿Cómo ninguna?
— Sí, señor, ninguna: yo mamaba el pájaro de mi padre... y por eso he sacado este vocejón.