Oda a Lícoris

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Oda a Lícoris
de José Marchena

 Después de un año entero
 Venus ¡ay! no te cansas de abrasarme,
 ni tú, Cupido fiero,
 con inmortal dolor de atormentarme,
 aunque en llanto sumido,
 y de pena me tengas consumido.

 El congreso sagrado
 que en Francia destruyó la tiranía
 por otros sea loado,
 y del brazo francés la valentía,
 que hiende en un instante
 del despotismo el muro de diamante.

 El pueblo su voz santa
 alza, que libertad al aire suena;
 el opresor se espanta,
 y la copa del duelo bebe llena
 que en crueza ceñido
 ya hizo apurar al pobre desvalido.

 ¿Quién podrá dignamente
 cantar los manes de Rousseau, clamando
 libertad a la gente,
 del tirano el alcázar derrocando,
 la soberbia humillada,
 y la santa virtud al trono alzada?

 Que yo en amor ardiendo
 sólo a Lícoris canto noche y día,
 Lícoris repitiendo
 por la montaña y por la selva umbría,
 la cítara tocando,
 y de mis ansias el ardor templando.

 Los besos amorosos
 que cogí de su boca regalada,
 más dulces, más sabrosos
 que la ambrósia por Hebe derramada;
 su blanda resistencia
 que grata convidaba a más licencia.

 Y mis glorias pasadas
 canto por siempre ¡ay! ya desparecidas,
 tan por mi mal halladas
 y cual tenue vapor desvanecidas.
 ¡Oh tiempo, cuál volaste,
 y en qué dolor sumido me dejaste!