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JOSÉ MANUEL HIDALGO.

tros elegantes y animados : ya serían chics, y hasta se señalaría un día para cada jardín. Dígalo si no, lo que acaba de pasar con la <<Ópera Cómica». Sabido es que la alta sociedad miraba como deshonra ir á las butacas de los teatros, no era chic; pero hacer pocas semanas se les ocurrió á un Príncipe y á una Condesa, que hacen la ley, decretar que el jueves sería un día elegante, y que las damas podían ir á butacas de patio y de balcón, y dieron el ejemplo. En seguida se abonó todo lo chic, con asombro y gusto del empresario; y es curioso ver ahora en los puestos, antes desdeñados y, para ellas, deshonrosos, las damas más encopetadas luciendo sus gracias y sus trajes, lo animado de la conversación, las miradas, el ruido y movimiento, sin ocuparse, por supuesto, del espectáculo. Como el balcón tiene dos filas, los maridos están detrás sirviendo de fondo á sus esposas con fraques negros y corbatas blancas, que sólo por la calidad se diferencian del traje de criados y de enterradores.

El día que á una veintena de elegantes se les ocurriese también llevar un penacho de medio metro, todas las damas se lo pondrían, y las calles parecerían una selva plumífera de variados colores; porque