no es otra cosa que la licencia, las extravagancias que ofenden con hechos, con aforismos impudentes á todo lo que era normal, sensato, culto, que hoy se repite alegremente: <<eso es fin de siglo », en vez de castigar esa desvergüenza que acabará por matar todo lo exquisito y delicado en esta época en que no se hunden ni los que debieran estar en la prisión.
El Marqués se levantó y con aire benévolo dijo:
- No hablamos más de esto; dejemos pasar el tiempo, que venga la reflexión á todos; no hay peligro en esperar, dadme un año para decidir...
- Dos, tres, cuatro, dijo vivamente Irene, si en tanto no se me habla de otra boda.
- Lo prometo.
- Pero Raoul podrá seguir visitándonos como siempre, dijo Sylvain con timidez.
- Si, pero sin frecuencia, y si sospecha que yo sé su... inclinación --no se atrevió á decir atrevimiento-- no volverá más.
El Marqués quería ganar tiempo, pero en aquellos momentos el corazón de padre parecía conmovido.
Irene se echó en brazos de la Marquesa; Sylvain besó respetuosamente la mano de su padre, y todos se retiraron silenciosos.