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en las quiebras, levantarse en las puntas rocallosas. Era la ola; crecía y rugía. Cuando llegó á la tierra, detúvose un instante, avanzó lentamente, llenó un precipicio, desbordó y ciñó la aldea, estrujándola. Crujían los árboles y las vigas como huesos humanos y al desplomarse aumentaba la avalancha de barro y de piedra.
La aldea india no era Sodoma corrompida; no era la decreida Gomorra voluptuosa, v sin embargo, fué aniquilada en ese hermoso día de verano en que el rayo ardoroso del gran sol abrasaba la atmósfera y el viento dormia en las copas de los árboles.
Buenos-Aires, 1694.