La mujer, no estando oprimida, propende instintivamente a ser déspota. (Balzac)
mente críticas al movimiento feminista, o más concretamente a alguna de sus manifestaciones, ¿he alcanzado un mo- _do femenino de hacer las cosas? Si es- toy dispuesto a relacionarme sexual- mente con las mujeres sin énfasis algu- no sobre el coito, ¿soy en alguna medida lesbiano? Si aprendo a establecer rela- ciones no competitivas con otro varón, ¿me relaciono masculina o femenina- mente con él? Si accedo a una relación homosexual, ¿me acerco o me alejo de la obsesiva referencia del varón a otros varones?
Estas o parecidas disquisiciones podrían parecer gratuitas o bizantinas. Hay miles de varones orgullosísimos de serlo que piropean, fanfarronean, violan, exigen la comida, prohiben o gol- pean. Hay miles y miles de mujeres que
no tienen acceso al control del embara- zo, que son sacadas de la escuela antes que el hermano varón o a las que ni si- quiera se les reconoce que están en el paro. Ante estos hechos, ni el discurso standard sobre la desigualdad, ni el cabreo global contra la opresión mascu- lina ni la vieja lucha contra formas muy elementales de explotación están fuera de lugar. Pero ello no elimina la necesi- dad de plantearse otras preguntas. Y, ya que de hecho se plantean, conviene hacerlo con algún rigor y sistemática.
HABRIA QUE PREGUNTARSE POR LO MENOS ESTO
1. Lo biológico y su manipulación — ¿Qué hay biológicamente distinto entre el macho y la hembra de la espe-
O
CETIS
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