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El fiscal

ner un tirano más, iba avanzando y la boda se aproximaba.

La víspera de tan deseado día egó.

Julio había venido de Sevilla aquella misma mañana, y sentado junto á su nov'a, bajo el emparrado que cubría la puerta, la miraba embelesado, mientras los labios se negaban á formular las ideas, como si la palabra fuese impotente para expresar sus sentimientos.

—¡Eh, muchacho! que nada me has dicho del juicio de ayer—dijo con su acostumbrada franqueza el padre de Eloísa, interrumpiendo la dulce contemplación.

—Ya lo verá usted mañana en los periódicos... Dicen que estuve elocuente... Buenas amistades—añadió con falsa modestia.

— No—replicó él contento de su