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Carmen de Burgos

El murmullo de desagrado del público la sacó de su abstracción.

La orquesta marcaba una «cavatina» y la tiple tenía que reir. La Giovani hizo un esfuerzo y la carcajada, fresca, llena, sonora, espontánea, surgió de sus labios, haciendo prorrumpir á las gentes en un aplauso y cambiando en triunfo la desaprobación que empezaba á manifestarse.

La orquesta siguió, y la signora Giovani, en vez de seguirla, repitió su carcajada con más fuerza, con más valentía; pero notándose en ella algo de seca y forzada, que conmovió tristemente á los oyentes y suspendió el aplauso.

Una tercera carcajada, seca, metálica, estridente, se escapó de su pecho, y después otra, y otra. El telón cayó; los admiradores de la bella