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¡IMPOSIBLE!
Al llegar al recodo de la vereda, Ramón se detuvo un momento y volvió la cabeza.
Sus ojos se abrieron como si quisiera abarcar todo el panorama y grabarlo en su cerebro; después la mirada se fijó en un solo punto, en una pequeña casita que blanqueaba en la lejanía; un sollozo levantó su pecho, y, haciendo un supremo esfuerzo, centinuó su camino.
Ocho días después Ramón estaba