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y por la tuya; y nunca te expliques de otro modo cuanto veas y oigas en derredor de mí. Yo les hago comprender una parte de mi pensamiento, aquella que únicamente quiero; ellos la ejecutan, y tú debes manifestarte contenta, y popularizarte con ellos; primero, porque así te conviene, y segundo, porque yo te lo mando. Entre usted, Victoricacontinuo Rosas, dando vuelta su cabeza hacia la puerta, al ruido que hacían las pisadas del que entraba.

1 Victorica era un hombre de unos cincuenta á cincuenta y dos años de edad, de estatura mediana y regularmente formado. Ta tez quebrantada era algo cobriza; su cabello negro, empezando á pintar en canas; su frente ancha, pero carnuda hacia la parte de sus espesas cejas; sus ojos obscuros, pequeños, y de una mirada encapoteda y fuerte: dos líneas profundas le quebraban el rostro dosde las ventanas de la nariz hasta las extremidades del labio superior; y una expresión dira y repulsiva estaba sellada en su rostro, donde se notaba más el estrago que hacen las pasiones fuertes, que el que habían hecho los años; y se cuenta que sobre esc rostro rara vez se vió una sonrisa. El jefe de la policía de Rosas estaba vestido de pantalón negro, chaleco grana y una chaqueta de paño azul con alamares negros de seda; y de uno de los ojales de ella colgaba una divisa federal de doce pulgadas de largo. En la mano derecha llevaba colgado, en la muñeca, un rebenque de cabo de plata, y en la izquierda au sombrero de paisano, con el luto punzó por la finada esposa del Restaurador de las Leyes.

Después de una reverencia profunda, pero sin afectación, ocupó, & invitación de Rosas, la misma, silla en que había estado Cuitiño.