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sobre la frente de esa ciudad, de donde la mirada de Dios se había apartado! Si la maldicién terrible había descendido sobre su cabeza en el rayo tremendo del enojo de la Divinidad, ¿por qué, entonces, la tierra no rodaba para ella sin sol y sin estrellas para que el escándalo y el crimen no profanasen esa luz de mayo, cuyo reyo había templado, treinte años antes, el corazón y la espada de las regeneradores de un mundo?... Pero la Naturaleza parece hacer alarde de su poder rebelde á las inai—nuaciones humanas, cuanto más la humanidad busca en ella alguna afinidad con sus desgracios.

Bajo el velo de una obscura noche, una mano regia abría una ventana de palacio y hacía, en París, la señal de la San Bartolomé, y al siguiente día, un sol magnífico quebrabe sus rayos de oro sobre las charcas de sangre de las víctimas, cuya último gemido habla demandado de Dios la venganza de tan horrible crimen. Y ante el crepúsculo de una tarde languida y perfumada, cuando la luna y las estrellas empezaban á rutálar su luz de plata sobre los ciclos de la Italia, y la campana de visperas llamaba al templo de Dios á la alma cristiana, on las calles de Sicilia, una joven dió la señal tremenda que debía fijar en un río de sangre el recuerdo de una criminal venganza!

Como la Naturaleza, la humanidad también des bía aparecer indiferente a las desgracias que se acumulaban sobre la cabeza de ese puebio inocente que, como fué solo en las victorias y en la grandeza, solo y abandonado debía sufrir la época aciaga de su infortunio. Porque, por una extraña coincidencia de los dostinos humanos, ese pueblo argentino que surgió de las florestas salvajos para dar libertadó imprimir el movimiento regenerador de