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Pues se encierran por no usar la divisa como está mandado, ó porque no se la peguen con brea, lo que es una tontería, porque yo la remacharia con un clavo en la cabeza para que no se la quibasen ni en su casa; y... pero tampoco usted, Florencia, la trae como es debidoww —Pero, al fin, la traigo, señora.

—La traigo, la traigo! Pero eso es como no traer nada. Así la treen también las unitarias; y aunque usted es la hija de un francés, no por. eso es inmunda y asquerosa, como son todos ellos. Usted la trae, pero...

Y eso es cuanto debo hacer, señora—dijo Florencia interrumpiéndola y queriendo tomar la iniciativa en la conversación, para domar un poco quella furia humana, en quien la avaricia era una de sus primeras virtudes.

—La traigo—continuó,—y traigo también este pequeña donación que, por la respetable meno de usted, hace mamá al hospital de mujeres, cuyos recursos están tan agotados, según se dice.

Y Florencia sacó del bolsillo de su vestido una carterita de marfil en donde había doblados cuatro billetes de banco que puiso en la mano de doña Maria Josefa, y que no era otra cosa que los ahorros de la mensualidad para limosnas y alfileres que desde el día de sus catorce años le pasaba su padre.

Desdobló los billetes, y dilató sus ojos para contemplar la cifra 100, que representaba cl valor de cada uno; y enrollándolos y metiéndolos entro el vestido negro y el pecho, dijo con osa satisfacción de la avaricia satisfecha tan hien pintada por Moliére.

—i Esto es ser federal Digale usted á su mamá