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cho á usted runca lo que soy. ¿Está usted informada de todo?

—No hay dos que tengan la memoria que yo respondió doña Marcelina, que se hallaba algo turbada por el tono serio con que Daniel acababa de hablarle.

—Bien; hágase usted cargo de que le he ense.

Bado un trozo de versos, y despidámonos.

Y Daniel, entrando en su gabinete, abrió su escritorio y sacó un billete de quinientos pesos.

—Ahí tiene usted para la llave y para comprar dulces en el paseo que hará con las sobrinas.

— Vale usted un Perú —exclamó la recitadora de la Argia. En sola una vez, y sin interés, es usted más generoso—continuó, que el fraile Gaete en todo un mes, con mi sobrina Gertrudis.

—Sin embargo, guardese usted de indisponerse con él; y hasta más ver.

—Hasta siempre, señor don Daniel—y haciendo un saludo que no dejaba de tener cierto airecillo de un buen tono, salió doña Marcelina moviéndose como una polacra hamburguesa, cuando navega con viento en popa.

XI

DONDE APARECE EL HOMBRE DE LA CA ÑA DE LA INDIA

Apenas doña Marcelina estuvo fuera de la sala, cuando Fermín introdujo al hombre del paseo matinal, en el gabinete de su señor.