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Y bien, qué hago con esto?

—Una cosa muy fácil y muy sencilla. ¿Es esa la mejor pluma del tintero?

— Está cortada para perfiles—le contestó el antiguo maestro de escuela, levantando la pluma á la altura de sus ojos.

—Bien; ponga usted en cada uno de esos papelitos el número 21, en forma de escritura inglesa.

—El número 24 es un mal número, Daniel.

—¿Por qué, señor?

—Porque era el máximun de los palmetazos que han llevado de mi mano todos los muchachos remolones: muchachos que ya hoy son hombres de gran valía en la actualidad, por lo mismo que no me dieron grandes esperanzas en nada, y que pueden querer vengarse de mí, y sin embargo...

Escriba usted 24, señor don Cándido.

Y nada más?

—Nada más.

—24, 24, 24... ya está—dijo don Cándido, des pués de haber escrito y repetido ocho veces aquella cifra.

—Muy bien ahora escriba usted en el reverso del papel: Cochabamba.

— Cochabamba!

Qué hay, señor?—le preguntó Daniel con mucha calma, al oir la exclamación de don Cándido.

—Que esta palabra me recordará siempre la casa de esta tarde, y como las ideas se ligan instantáneamente, ese nombre me recordó la calle, luego la casa, con la casa á ese fraile impío, renegado, asesino y...

—Escribe usted «Cochabamba», mi querido maestro.