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mí, ese demonio de sangre que nos persigue á todos, puede descubrir mi paradero y entonces..joh, Amalia, yo quiero comprar con mi felicidad el sosiego de usted, como compraría con toda la sangre de mi cuerpo cada momento de la tranquilidad de su alma!

— Y qué habría de noble y de grande en el alma de una mujer, si no arrastrase también algún peligro por la salvación del hombre á quien... é quien ha llamado su amigo?

—¡Amalie !—exclamó Eduardo tomando entusiasmado una de las manos de la joven.

—Cree usted, Eduardo, que bajo el cielo que nos cubre no hay también mujeres que identifiquen su vida y su destinc con la vida y con el deatino de los hombres? ¡Oh! Cuando todos los hombres han olvidado que lo son en la patria de los argentinos, deje usted á lo menos que las mujeres conservemos la generosidad de nuestra alma y la nobleza de nuestro carácter. Si yo tuviera un hermano, un esposo, un amante; si fuese necesario huir de la patria, yo lo acompañaría en el destierro; si peligraba en ella, yo interpondría mi pecho entre el suyo y el puñal de sus asesinos, y si fuese necesario subir al cadalso por la libertad en la tierra que lo vió necer en la América, yo acompañaría á mi esposo, á mi hermano ó á mi amante, y subiría con él al cadalso.

Amalia! Amalia! ¡Yo seré blasfemo: yo 1 bendeciré las desgracias de nuestra patria desde que éstas inspiran todavía bajo su cielo el himno mágico que acaba de salir de las inspiraciones de vuestra alma exclamó Eduardo oprimiendo entre sus mancs la de Amalia.—Perdón, yo la he engañiado á usted; perdón, mil veces. Yo había