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Está visto—dijo Amala para sí misma, que esta señora es un tesoro en un baile; pero hay un gran riesgo en dejarse ver de ella, porque está enojada con la humanidad entera.

—Desgracia sería para usted, señora—dijo Amalia, que Agustina supiese que tan mal trata usted su belleza, porque, en general, las personas de nuestro sexo no perdonan ese alfilerazo.

¡Bah! ¿Cree usted que lo sabe? ¿Cree uisted que toda esa gente no comprende de qué modo es mirada por nosotras?

Por nosotras?.

—Sí, por nosotras. Saben ellas que si nos presentamos en sue fiestas, es por nuestros hijos ó por nuestros maridos.

—Es expuesto, sin embargo.

—Ese es nuestro único desquite: que lo sepan que comprendan la diferencia que hay entre elles y nosotras. Por lo demás, el riesgo no es muchoporque, ¿qué pueden hacernos? Por otra parto, no Lablamos sino entre nosotras mismas.

—Siempre?—preguntó Amalia con una sonrisa la más maliciosa del mundo.

—Siempre, como ahora mismo, por ejemplocontestó la señora de N... con el mayor aplomo.

—Pardón, señora, yo no he tenido el honor de decir á usted cómo pienso.

¡Qué gracia! ¡Si desde que se sentó usted á ui lado me lo está diciendo l —¿Yo?

—Usted, sí, señora, usted. Fisonomías como la suya, maneras como las suyas, lenguaje como el suyo, no tienen, ni usan, ni visten, las demas de la federación actual. Es usted de las nuestras aunque no quiera.