da Es un vahido. Pronto pasará. Manuela, llévame a una silla.
La niña tomó el brazo de su padre y lo condujo á un sillon, que estaba al lado del lecho de Eugenia.
—Iré á buscar un médico, papá, dijo Manuela.
—Aguarda; irás luego, si no he mejorado; pero esto pasará, y pronto.
La tarde se deslizó lentamente; los tres permanecian en silencio, adivinando quizá la desgracia que les amenazaba.
Cuando el sol, oculto ya por completo, difunde esa media luz indecisa y vaga, mas débil aún que el resplandor de la luna, don Miguel se levantó lanzando un grito:
—Veo! dijo.
— Ves! preguntó la niña corriendo hácia él alegremente.
—Sí; tengo algo turbada la vista, pero eso no importa. Pronto estaré completamente bien.
—La poca luz.... murmuró Manuela. Encenderé la lámpara.
Y corrió á hacerlo.
Pero apenas se esparcieron por el cuarto los