Al llegar á la casa, supo que Lindoro no habia aparecido aun.
— Está bien, le esperaré, dijo al criado.
Y tomó asiento entreteniéndose en examinar la espléndida habitacion del jóven.
Media hora haria que estaba ocupado en esto, y ya comenzaba a aburrirse, cuando se presentó Acuña.
— Ah! has venido! exclamó este al entrar.
— Claro está; te he estado esperando hasta hace un rato y como no parecias me decidí á venir en tu busca.
— He estado en el Frascati.
— Ya lo sé.
— Y me dijeron que aun permanecias en el Rosario.
— Quien?
— El mozo que te sirve cuando estás en el hotel.
— Francisco no me ha visto; he estado desde ayer en mi habitacion.
— Sabes que me parece que estás engañándome?
— Engañarte? Bah!
— En qué vapor partiste?
— Como!... En el que te dije que iba á hacerlo.