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Gonzaiez, entre tanto, habia examinado atentamente á Lovez. De este exámen no debió resultar nada satisfactorio para el que era objeto de él, pues Ernesto permaneció con completa seriedad, murmurando por lo bajo:

— No habla su aspecto en favor suyo.

En seguida Armando lo presentó á los demás comensales.

— Vamos á la mesa, dijo Lovez. No debemos olvidar que es ya hora de comer.

— Vamos, contestaron todos á una.

Ernesto se acercó á Dupont.

— ¿Escriben todos estos? le preguntó.

— Mas ó menos ...

— ¿Quién es el que escribe mejor?

— Lovez; ya te lo he dicho. Te he traido aquí con el objeto de presentarte á él. Eso es una prueba de que lo conceptuo muy por encima de los otros.

— Es verdad.

Llegaron al comedor y poco despues se sirvió la comida. Mientras estuvo la sopa en la mesa

reinó el mayor silencio; pero apenas hubo desaparecido comenzaron las conversaciones.