de las veces, mayores que las que nosotros sufrimos. En la comparacion resultamos, pues, dichosos. y eso nos dá un cierto contento.
— Falso!
— Por qué?
— Porque uno recuerda que esa desdicha no existe. y por lo tanto se halla desgraciado siempre.
— Que se hable de otra cosa, exclamó uno de los comensales.
— No; esta comida es esencialmente literaria. dijo otro.
— Debian haberlo dicho con antelacion, gritó un tercero. De ese modo podríamos habernos quedado en nuestras respectivas casas. Una comida literaria puede causar una terrible indigestion al que asiste á ella!
Todos rieron.
— Así pues, continuó, propongo que se hable de carreras, de mujeres, de bailes, de paseos, de todas esas cosas alegres, en fin; de nada nos serviria otra clase de conversaciones.
La mocion se aceptó, no conversándose mas de dramas ni comedias. ¿Para qué serviria eso, sino
para calentar las cabezas, y no dar resultado alguno?