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ren á veces cosas excelentes! Hé aquí un ejemplo.
— Me ha dicho « no venga Vd. mas» ¿no es cierto? preguntó Lindoro.
— Esa es la verdadera traduccion de sus palabras.
— Oh! Pero caerá en mis manos!
— Si! Ya lo creo! Como que yo seguiré ayudándote. Lo he hecho cuestion de amor propio, Lindoro, y verás como tus deseos serán satisfechos!
Y los dos amigos se separaron, estrechándose la mano amistosamente.
En cuanto se retiraron, D. Miguel preguntó á Manuela.
— ¿Por qué no has aceptado ese trabajo? Te hubiesen pagado mucho mas que en el taller.
— Justamente no lo acepté por eso, contestó
Manuela.