— Adios, Manuela, dijo. Crea Vd. en la sinceridad de mis palabras. Yo la quiero, quiérame Vd. tambien, y seremos felices.
Y salió.
El jóven habia hablado de amor, como se habla de negocios.
No quiere decir esto que no fuera vehemente, ni apasionado; no.
Era solo la costumbre de hacerlo así.
En la vida de los garitos y los cafés, se adquiere un aplomo, y una especie de indiferencia ficticia, que se revela en la mayor parte de las ocasiones.
Los que así obran, llevan el rostro perennemente cubierto por máscara; Armando habia olvidado de quitársela entonces.
Manuela, por su parte, habia espresado lo que sentia: indiferencia completa.
No la habia tomado de nuevo la declaracion del jóven.
Hacia tiempo que la esperaba.
Las mujeres en general, comprenden inmediata-