Los dos jóvenes salieron.
— ¿A dónde nos dirijimos? preguntó Gonzalez.
— Vamos á la imprenta.
— ¿Qué haremos allí?
— Ya lo verá Vd.
Y siguieron caminando, sin dirijirse una palabra durante el trayecto.
Ernesto estaba agitado. Creia las palabras del reporter pero deseaba tener la certidumbre de que eran verdaderas.
Llegaron á la imprenta.
— Dupont está aquí? preguntó Gonzalez.
— No.
— Y qué venimos á hacer, entónces?
— Ya lo verá Vd.
— Vá á venir?
— No, pero le hablaremos.
Ernesto calló y amhos entraron. La casa estaba solitaria y silenciosa, pues aún no era hora de que allí estuvieran los empleados.
El reporter se acercó al aparato del teléfono, y pidió comunicacion con el hotel en que vivía Armando. Hecho esto, rogó al que le hablaba, qui-