— Es verdad, contestó el anciano.
Manuela miró á su padre.
— Hace tiempo que anda preocupado, prosiguió Armando. Creo que hay amores de por medio.
— Sí? esclamó la niña, sin poderse contener y con ese acento indefinible del que quiere estar seguro de algo que le hace daño.
— Sin duda! Hasta he oido que amenudo pronuncia un nombre de mujer.
— Qué nombre?
— No puedo decirlo. Eso seria revelar un secreto sorprendido por mí. Sin embargo puedo asegurar que yo la conozco y que es digna de que se la ame, dijo él sonriendo.
Manuela, permaneció silenciosa, bajando la cabeza.
Dupont no necesitaba mas. Sabia á qué atenerse.
— Lo ama, pensó.
Luego pasó á conversar de otras cosas.
Cuando se retiró estaba plenamente convencido de que la niña amaba á Ernesto.
El jóven le esperaba con impaciencia cada vez mayor. Al verle detuvo su paseo permaneciendo