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EMMA SOLÁ DE SOLÁ 437

Bajo tu blancura se ha empalidecido la rosa tardía que abrió en el jardín; y por tu milagro, está florecido de nuevo el ramaje mustio del jazmín.

Los pinos, retoños de los que trajeron de alguna lejana comarca glacial, ante tu caricia, que jamás sintieron, estarán soñando un sueño ancestral.

EL ERQUE

Erque de los cerros, flauta primitiva

que aun el indio toca.

Con la larga caña hueca y sensitiva pegada a la boca,

de un rítmico modo despide el aliento

y en la breve escala de su entonación ponen variaciones el agua y el viento: sobre el agua tiene su voz otro acento, contra el viento tiene su acento otro son.

Cuando en las quebradas sonoras y estrechas su música suena,

mezclando, inconsciente, cadencias de endechas con aires guerreros de bravura llena,

el alma del indio, ¿recuerda o espera?

—su vieja alma triste, de simple expresión— se duda al oirlo de si acaso fuera,

como el balbuceo de una raza entera

o el postrer sollozo de claudicación.